in the dark II | »C« GIP

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Pánico. Terror. Miedo.

Son las únicas palabras que puedo utilizar para describir lo que estoy sintiendo en estos momentos.

¿Cómo pude ser tan tonta?

La puerta principal sin pestillo al llegar.

La llama de la estufa fue apagada dos veces.

El sonido y después el vidrio roto.

Señales claras de que alguien estaba en la casa. Pude haber llamado a la policía, a mis padres o a quien sea. Y por no hacer nada de eso, tengo a una extraña sobre mí, cubriendo mi boca con quien sabe que intenciones.

Lo primero que hago, que es lo primero que viene a mi mente es intentar quitarla de encima. Pero no funciona. Toma mis muñecas y las aprisiona contra el colchón, poniéndolas a ambos lados de mi cabeza. Se sube sobre mí, dejando su peso encima caer sobre mi cuerpo. Junta mis manos sobre mi cabeza y con una sola mano las sujeta ahí.

Estira su mano izquierda para prender la pequeña lampara que esta sobre la mesita.

Entonces la veo.

Piel morena, ojos oscuros, labios rosas y carnosos, cabello largo y castaño que cae sobre mi rostro, cejas delgadas y tupidas.

Me parece familiar.

—¿Quién eres? —pregunto.

—¿No me recuerdas? —pregunta.

Entrecierro mis ojos en su dirección, intentando recordar en que lugar vi su rostro pero nada viene a mi cabeza.

  —En el centro comercial, te llevaste la última caja de Froot Loops.

Lo recuerdo. Ella llegó primero y la tomó, yo hice un puchero y dije en voz alta ''era mía''. Ella giro a verme y me entrego la caja, me pidió mi número de teléfono pero no se lo quise dar.

—¿Es por qué no te quise dar mi número? —pregunto.

—No.

—¿Entonces por qué estas aquí? ¡Invadiéndola! ¡Intrusa!

—Vine por algo más que tu número.

Antes de preguntar que es a lo que se refiere, sonríe de manera perversa y no tengo que adivinarlo.

—No —digo—, por favor, te daré mi numero.

Se ríe.

En un movimiento rápido, toma la camisa holgada que llevo puesta y la hace añicos, exponiendo mi torso desnudo. Inmediatamente trato de taparme con mis manos pero ella no lo permite.

Comienzo a retorcerme para intentar zafarme de su agarre, pero ella es mucho más fuerte.

  —¡No te muevas! —grita. Toma con más fuerza mis muñecas y suelto un pequeño gemido de dolor.

—¡Suéltame, por favor!

—Si cooperas, todo será más fácil y rápido.

—¡Púdrete! 

Con sus piernas, separa las mías para quedar entre ellas y es cuando siento algo totalmente raro y anormal.

—¿Qu-ué es l-lo que tienes entre l-las piernas?

—¡Ah! No los he presentado, que grosera soy —dice—. Él .—Comienza a desabrochar su pantalón con una mano, mientras que con la otra sostiene las mías sobre mi cabeza. Cuando baja su cierre y de sus bóxers saca a ''él'', agrando mis ojos.—Se llama Karlitos, es un poco tímido, pero es amable, un poco rudo si lo provocas   —dice.

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