Lauren conducía de vuelta a el departamento que compartía con Camila. Pensaba, pensaba mucho.
Camila, por su parte, estaba inquieta en su asiento. Su corazón latía en su garganta y su pecho dolía del pánico. Se imaginaba lo que pasaría estando detrás de la puerta de su departamento, pero no sabía en lo absoluto lo que realmente sucedería.
Ni siquiera sé dio cuenta del momento en que Lauren había apagado el motor del coche.
Lauren salió del coche cuando miro que Camila se había dado cuenta que el auto ya no estaba en movimiento.
Camila, temerosa, imito sus movimientos y salió detrás de ella. El viaje en el ascensor creo más tensión en su ambiente, los nervios estaban haciendo que la nuca de Camila sudara. Tragaba con dificultad y rezaba en su interior.
Lauren, estaba tranquila, o eso le demostraba a Camila.
Cuando el elevador emitió el pitido, anunciando que se había llegado al piso indicado, Camila se tragó un gemido de angustia.
Lauren salió, dirigiéndose a la puerta de su departamento. Cuando abrió la puerta, le hizo señal con la mano a Camila, para que entrara primero.
Camila, con sus manos entrelazadas al frente, entró.
—Espérame en el cuarto, desnuda.
—Laur, yo...
—Haz lo que te digo.
Con el tono que uso Lauren, Camila no volvió a oponerse. Se dirigió a la habitación de ambas y comenzó a quitarse la ropa.
Mientras lo hacía, lágrimas escurrían de sus mejillas. Tenía miedo, mucho miedo. Cuando se quedó completamente desnuda, se metió bajo las sabanas.
Escuchó movimiento en la cocina, quién sabe qué estaría haciendo Lauren.
Después de diez largos y tortuosos minutos, Camila escucho los pasos de Lauren acercarse. Fijo su mirada en la puerta y esperó.
Trago saliva cuando vio a Lauren en ropa interior, un vaso de wishky en su mano derecha y su cinturón negro enrollado en su mano izquierda.
Recordó la última vez que Lauren dejó marcas en su espalda con ese cinturón. Le ardían las heridas cada vez que intentaba ponerse una blusa. Lauren la obligó a usar blusas que la cubrieran, aún cuando era verano y hacia tiempos de calor.
—Ya sabes cómo debes ponerte —dictó Lauren.
Camila estaba congelada en su lugar. No quería y no podía moverse. Lauren bajo los efectos del alcohol era aún peor.
—Lolo —pidió, Camila.
—Dime.
—Por favor, no.—Comenzó a llorar.
—Ay no puede ser —dijo frustrada, Lauren—. Deja de llorar ¿Si? Sabes que tengo que hacerlo. Sigues sin aprender, Camila ¿Cuantas veces tenemos que hacer esto para que entiendas? ¡No me gusta hacerlo, pero sigues actuando como una maldita ramera!
—Creí que eras tú —dijo Camila, entre lágrimas.
—¿Yo? ¿Creías que era yo?
Lauren sonaba ofendida y enojada. Se tomó el wisky que le quedaba de un trago y se acercó a Camila. Arrojó el cinturón a algún lugar de la habitación y eso le dio tranquilidad a Camila, por el momento.
—Ven aquí —Tomó a Camila de las muñecas, haciendo que saliera de debajo de las sabanas.
La sentó en la orilla de la cama y se paró frente a ella. Tomo una de sus manos e hizo que la metiera en su bóxer. Presionó su mano sobre su polla para que la palpará.