Atravesé la puerta de las duchas, la clase de gimnasia me había dejado totalmente agitada y empapada de sudor.
Ya todos y todas se habían ido, ya me podía duchar sin ningún problema.
¿Cuál era el problema? Soy una chica. No una cualquiera.
Yo soy una chica con tres piernas.
No literalmente, es solo una referencia. Lo que realmente quiero decir, es que tengo un pene. ¿Raro? Si ¿Difícil? Si, pero ya me acostumbre.
Pero guarda el secreto, eres la única en saberlo, además de mis padres. Bueno, también lo sabe una chica. La única con la que he follado. Ella se mudó de ciudad, así que no había problema.
Nadie en la escuela conoce mi secreto, ni siquiera mis mejores amigas. Prefiero vivir así, ocultándolo, no se que podría pasar si alguien lo supiera. Podría contárselo a alguien más y ese alguien más a alguien más, y así sucesivamente, hasta el punto en que todo el mundo lo sepa. Es mejor mantener secretos en lo que son, secretos.
Cuando entre bajo el chorro de agua, tome el jabón, quería hacerlo lo más rápido posible, no quería correr riesgo de que alguien volviera y me viera.
Con los ojos cerrados y las gotas de agua cayendo en mi rostro, escuché el sonido de una puerta abrirse.
Rápidamente abrí los ojos y giré la cabeza.
—¿Hola?
Nadie respondió y no escuché nada más. Ignoré el hecho y seguí con mi higiene.
Cerré los ojos una vez más, dejando que el agua recorriera todo mi cuerpo, desde mi cabeza hasta los pies.
Cerré la llave de la regadera una vez que había terminado de eliminar todo el jabón.
Salí y enrollé una toalla en todo mi torso. Me acerqué a mi casillero, para sacar la ropa limpia y seca.
Cerré el casillero y comencé con ponerme mi sujetador blanco deportivo Calvin Klein, seguido de los bóxers de la misma marca y mismo color.
Mi respiración se atoró en mi garganta cuando alguien se aclaró la garganta a mi derecha.
Giré mi cabeza rápidamente, con miedo.
Recargada en los casilleros, estaba mi peor pesadilla. Parte del equipo de porristas y una perra bautizada, Camila Cabello me miraba con una sonrisa diabólica. Desde que inició el tercer año, me ha hecho la vida imposible, siempre me busca solo para molestarme. Me dejaba en vergüenza frente a sus compañeras porristas y se burlaba de mi cuando me vestía con ropa oscura, llamándome gótica o emo. Era un dolor en el culo.
—¿C-cuanto ti-tiempo llevas a-ahí? —pregunté, temerosa.
—El suficiente.
Inconscientemente, llevé mis manos a mi entrepierna de manera automática.
—No cubras nada que no haya visto —dijo.
Solo confirmó lo que yo ya sabía. Me había visto, había visto mi pene.
—Y-yo... no es real. Es... de mentira.
Ella rió bajo de manera irónica, burlándose.
—Bueno, entonces no te molestaría mostrármelo.
Me congelé, ahí, donde estaba parada.
—Lo imaginé —dijo.
Se acercó lentamente, cada paso que daba hacia que mi pulso se acelerará cada vez más.
Le contaría a todos sobre lo que vio y lo peor es que ellos lo creerían, sin importar que yo lo negará.
¡Le diría a todos acerca de mi pene!
Me hizo salir violentamente de mis pensamientos, al tomar mis bolas en su mano. Las tentó y después deslizó su palma, palpando mi pene flácido, dando un apretón al final que me hizo dar un pequeño brinco de sorpresa.
—Por tu reacción diría que es tan real como tú —dijo.
—Y-y-yo te pagaré —dije con voz temblorosa. Me aclare la garganta para hablar con más firmeza—. Lo que sea. No importa cuánto, te daré lo que quieras a cambio de que no se lo digas a nadie. A nadie.
Me miró por unos segundos. Cuando en su rostro había una sonrisa grande y diabólica, me arrepentí de lo que había dicho. Tenía un plan en su cabeza.
—¿Lo que sea? —preguntó.
Ya no estaba segura si podía darle lo que sea a cambio de su silencio y con es inseguridad volví a confirmarlo.
—Lo que sea —dije de manera áspera.
—Bien.
No sabía que iba a pedirme, pero sabía que no sería dinero, aunque se lo ofrecí, ella no lo necesita.
Comenzó a dar vueltas alrededor de mi, mirándome, inspeccionándome de arriba abajo.
Se detuvo cuando estuvo frente a mi nuevamente. Se estiró un poco y sentí su respiración sobre mi boca, lo que sentí después sobre ella fueron sus labios.
¡ME ESTABA BESANDO!
No moví nada, ni siquiera mis labios, por el estado en shock. Solo veía a sus ojos que me miraban, mientras sus labios intentaban amoldarse a los míos. Cerré los ojos por una fracción de segundos cuando sus dientes tomaron preso mi labio inferior y lo jalaron suavemente hacia abajo. Con mis labios entreabiertos, volvió a cubrir mi boca con la suya. Esta vez, sus labios encajaron con los míos y me besó con sensualidad, toda la que ella posee.
¿Camila Cabello realmente me está besando? Se supone que ella me odia. ¿Realmente estoy pensando eso cuando Camila Cabello me está besando?
Nuestros labios seguían unidos cuando ella metió su mano en mi bóxer. Un jadeo involuntario salió de mi boca, siendo sofocado por la suya. Eso pareció desbocar algo en ella, porque ya no se contuvo más y atacó, literalmente, mis labios.
Su pasión desencadenó la mía y ya no me reprimí más. La rodee de la cintura y pegue su cuerpo al mío, correspondiendo la intensidad de su beso.
Mi verga ya estaba dura, pronunciándose entre nosotras.
Ella sacó su mano de mi calzoncillo, y recorriendo mi torso, la unió a su otra mano que se encontraba en mi nuca. Ambas presionaron, acercando mi rostro más a ella, haciendo que nuestras bocas se abrieran un poco más y su lengua tuviera el espacio suficiente de invadir mi cavidad bucal.
Mis manos viajaron hacia abajo hasta llegar a sus muslos, subí lentamente, acariciando, hasta meterlas por debajo de su falda de porrista. Llegué hasta su gran y redondo culo, algo que la caracterizaba principalmente. Aferre mis manos y dedos a su carne, por encima de las bragas que llevaba.
Mis labios ahogaron su gemido corto, que solo sacudió mi pene erecto.
Cuando sus labios obtuvieron suficiente de mi boca, bajaron a mi cuello y rápidamente recorrió mi torso, dejando besos húmedos en el camino. Engancho su dedo en el elástico de mi bóxer y caminó, guiándome tras de ella.
Se sentó en la banca que está en el centro de dos filas de casilleros y me coloco frente a ella. Su cabeza quedó a la altura de mi polla y eso solo podía significar una cosa; una mamada.
Es aquí donde recuerdo las palabras de un amigo mío: "si sabe besar bien, sabe chuparla bien".
Camila besa muy bien.
Fijó su mirada en la mía y sin quitarla, bajo mis bóxers, haciéndome salir de ellos, sacando pie por pie.
Tomó mi longitud en su puño.
Y no es por presumir pero aún con su mano envuelta en mi erección, más de la mitad sobraba.
Sopló aire sobre el glande y sisee inhalando en respuesta, se sentía bien y mi verga dolía por la expectativa.
Ya quería tener la boca caliente y húmeda de Camila a mi alrededor.