Miami, Florida, Estados Unidos, 9 de agosto 2029.
Vivir huyendo por mi vida no era exactamente lo que tenía planeado cuando tenia veintiuno. Cuando el virus llegó a la ciudad nadie creyó que todo esto iba a pasar. No creímos que seria así, claramente todo el mundo fue ignorante, el gobierno no tenía ningún interés en protegernos. Todos quedamos a nuestra suerte, ni siquiera las fuerzas militares intervinieron, eras responsable de tu propia vida.
Han pasado cuatro años desde que ocurrió el desastre, he estado sobreviviendo junto a un grupo de siete personas, tuve la suerte de encontrar a mi hermano unos meses después cuando sólo eramos cinco. Del resto de mi familia ya no supe nada, si estaban muertos o si seguían vivos intentando sobrevivir igual que yo.
—Nos quedaremos aquí esta noche, parece seguro —dijo Chad.
Chad es el líder de nuestro grupo, es un ex militar que perdió a su familia por el virus, ya no tiene nada que perder como la mayoría de nosotros aquí.
Comenzamos a entrar en fila a un pequeño supermercado abandonado, como todo en todas partes, permanecer en un lugar por mucho tiempo puede ser muy peligroso. Chad va al frente con su arma, revisando el lugar asegurándose de que fuera seguro para esta noche. Emily revisa el perímetro haciendo lo mismo. El resto está alerta simplemente.
—Es seguro —dice Emily.
—Es seguro —repite Chad.
Bajamos un poco la guardia y nos adentramos todos en el local.
—Busquen comida, baterías, linternas, cobijas, ropa, lo que sea que nos sirva. Andando —ordena Chad.
Todos nos separamos y acatamos la orden. Encuentro varios cobertores gruesos y toallas, los meto en un carrito de supermercado y sigo buscando entre los pasillos. La mayoría de los estantes están vacíos y los pocos productos que hay están vencidos desde hace algunos años. Llego a la sección de carnes y no hay nada en los mostradores.
Me adentro un poco más y frunzo las cejas cuando veo un par de botas de combate detrás de la puerta que dice "SÓLO PERSONAL AUTORIZADO" que está ligeramente entreabierta.
Me acerco a observarlas y me sorprende que parecen ser de mi talla y son tan lindas que las tomo, pero cuando me giro para ponerlas en el carrito siento algo frió y afilado contra mi cuello.
—No te muevas y no hagas ningún maldito sonido o te cortaré el cuello antes de que puedas parpadear.
Me congeló y veo a la mujer que tiene su navaja en mi cuello, amenazando con matarme. Jesús, si ella es lo último que veré agradezco que sea mi verdugo.
—¿Cuántos son? —me pregunta.
—Siete conmigo, sólo estamos buscando un lugar para pasar la noche.
—Mientes.
Hunde un poco la hoja contra mi piel y siento como una gota de sangre recorre mi cuello.
—Lo juro, nos iremos mañana temprano. Yo... tus botas son lindas, son tuyas ¿verdad? Creí que estaban ahí, sin dueño y las tomé, pero las devolveré.
Suelto las botas, pero ella no quita la navaja de mi cuello. Disminuye la presión, pero sigue ahí.
—Lauren... —escuchó la voz de mi hermano y cuando lo veo abre los ojos ante la escena.
Cuando la mujer lo nota, hace un movimiento rápido, toma mi brazo y lo coloca en mi espalda. Ella se posiciona detrás de mi y sí, su cuchilla sigue en mi cuello.