El llanto de Lizzie en plena madrugada resultó ser fatal. Teníamos a una enfermera monitoreándonos cada veinte minutos para asegurarse de que todo estuviese en orden. Cuando sus sollozos me despertaron por tercera vez, mis ojos pesaban como sacos y mi espalda estaba malditamente adolorida gracias a aquel incómodo catre en el que dormía. Me puse de pie frotando mis ojos y caminé hasta la pequeña cuna neonatal del hospital para coger a la pequeña llorona entre mis brazos y mecerla de camino a Camila quien estaba acomodándose sobre la camilla para poder alimentarla.
-Esto es agotador.- Susurró la morena mientras observaba a nuestra bebé comer con ansias.
-Así es. Debemos hacernos a la idea de su existencia, creo que tendré que mover su cuna a nuestra habitación.- Dije mientras mis dedos acariciaban uno de los botines de punto rosa que Lizzie vestía a juego con su mameluco blanco con puntos rosas.
-Estaremos bien ¿Verdad?.- Fruncí el ceño ante la repentina pregunta de Camila.
-Claro que sí.
-Bien.- Ella sonrió antes volver su mirada a la bebé entre sus brazos quien había caído rendida otra vez- Creo que podremos dormir un poco más.
-Lo haremos.- Dije antes de cargar a la pequeña con cuidado y regresarla a su cuna.
Deposite un beso en su frente y regresé a mi lugar junto a la camilla de Camila quien ya estaba cerrando sus ojos otra vez. Era increíble lo intensas que habían sido las últimas horas de nuestra vida, llenas de temor, angustia, inseguridad pero sobre todos aquellos sentimientos priorizaban la felicidad y el amor. Aún no podía creer que mi hija al fin estaba con nosotras en carne y hueso. Estuve observándola dormir por horas, aspirando su aroma a bebé y detallando detenidamente una y otra vez cada parte de su rostro riendo cada vez que la veía fruncir su entrecejo entre sueños. Acaricié el cabello de Camila mientras pestañeaba repetidas veces intentando acostumbrarse a la luz de la habitación, una sonrisa se formo en su rostro al verme justo antes de que desviara su mirada en busca de algo más a su alrededor, o más bien alguien.
-¿Dónde esta?.- Preguntó incorporándose de inmediato y haciéndome soltar una risita.
-Tranquila. Ella esta en cuidados neonatales para su chequeo matutino, volvera dentro de unos minutos.- Deje un beso en sus labios- Iré a la cafetería a conseguir algo de comer, ¿Está bien?.- Ella asintió- No me tardo.
Recorrí los pasillos del hospital hasta la cafetería, la cual estaba prácticamente desierta a esa hora del día, sólo unas cuantas personas merodeaban por el lugar en busca de una taza de café para mantenerse despiertos y lo suficientemente atentos. Decidí tomar un panecillo y un poco de café antes de darme la vuelta dispuesta a dejar el lugar pero entonces mis ojos se encontraron con unos muy similares a los míos y me detuve. Marcus miró a su alrededor como si no supiera que hacer pero de todos modos caminó en mi dirección luego de algunos segundos.
-Hola.
-Hey.- Saludé dando paso al silencio entre ambos.
-Supe que ya eres mamá, felicidades.- Dijo regalándome una media sonrisa.
-Así es. Camila está esperando por mí en la habitación así que debo irme.- Murmuré señalando hacia la salida.
-Sí......- Sin nada más que decir me abrí paso hasta el exterior de la cafetería pero su voz me detuvo- Lauren.- Me giré de inmediato- Justin lo sabe.
...
-Buenas días mamá.- Mi morada viajó de inmediato a la entrada de la habitación desde donde una enfermera me sonreía mientras empujaba la pequeña cuna de Lizzie.