Es impresionante como algo tan sencillo como unir tus labios a los de alguien más puede resultar en una de las experiencias más maravillosas del mundo.
Un beso (palabra tan pequeña para emociones tan grandes), cuando es bien dado, te aleja de la realidad, te transporta a lugares mágicos, hace que te olvides de todo y todos, y por un momento, logra hacer que en el mundo entero solo existan tú y la persona a la que estás besando.
Albert me besó, y me besó, y me besó de nuevo, con ternura, sin prisas; tomándose su tiempo para permitirnos a ambos reconocernos el uno al otro; dejando completamente claro que en ese preciso instante no había otro lugar en el que él prefiriera estar. Haciendo evidente que quería estar conmigo, ahí, en ese ahora; pero he de decir que una de las cosas que más disfruté de sus besos fue que en ningún momento sentí que hubiera algo más que él quisiera, aun cuando su boca demandó un contacto más intenso, aún cuando su lengua exigió ser acariciada por la mía, no sentí que sus manos demandaran recorrer mi cuerpo. Él quería besarme, solo eso, con un curioso placer, sin mayores pretensiones, sin hacerme sentir la necesidad de hacerlo parar porque era demasiado pronto. Era como si él quisiera dejar claro que la mía era la única boca que él deseara recordar. Como si besarme le permitiera olvidar todas las cosas que estaban yendo mal en su vida.
Lo sentí reír contra mis labios y reí contra los suyos. Lo sentí inhalar mis suspiros e inspirar mi aroma. Me besó, con una tranquila y paciente intensidad que hizo que de mi garganta escaparan irrefrenables gemidos y entonces con una mano en mi cintura me acercó más a él y con la otra acarició mi rostro, mi cintura y mi rostro, solo eso. Era como si siguiéramos bailando y la coreografía era perfecta y me encantaba.
Me besó, y me besó y besó de nuevo hasta que me hizo olvidar todo. Hasta que sentí que quien tenía la memoria vacía era yo. Hasta que hizo que el único recuerdo que ocupaba mis pensamientos era él, con su sonrisa y sus besos.
Y entonces se separó de mí y, con esos sus intensos ojos azules, me miró como si yo fuera la más hermosa y brillante estrella del firmamento. Y terminó todo como nunca nadie antes lo había hecho. Pronunciando mi nombre, acariciando mi nariz con la suya, delineando el contorno de mí rosto con sus dedos.
―Si ahora me preguntaras cuánto es dos más dos, mi respuesta sería tu nombre ―dijo con su frente apoyada en la mía.
―Albert ―murmuré sonriendo―. ¿Me juras que no vas a ponerte histérico? ―él rió.
―La histeria se le dejo a los besos robados ―fue su respuesta―. He deseado besarte desde que saliste de mi casa. He querido besarte desde la primera vez que te besé. Y luego lo deseé más cuando te vi con Archie ―sus labios se posaron de forma fugaz sobre los míos―, pensé que estabas con él y...
―¿Celos? ―pregunté, el corazón me latía con fuerza y las mariposas... ¡bendito él que me hizo recordar lo que era sentir de nuevo las mariposas!
―Derrota ―respondió.
―Elabora ―pedí, limitándome a los monosílabos y besándolo de nuevo.
―Tu amigo se ve como una persona de fiar. No lo conozco, pero verlos juntos por un segundo me hizo darme cuenta de que él tiene todo lo que yo no puedo ofrecerte.
―¿Es decir? ―su barba era suave y su sabor delicioso.
―Es decir que él sabe quién es. Se lo ve exitoso y lleno de confianza.
―Y es un gran amigo ―sonrió.
―Todo lo que yo no soy ―dijo de nuevo―.Por eso quise traerte aquí hoy, Candy. Porque quería que vieras que yo no tengo casi nada, pero que puedo ser medianamente feliz con lo poco que tengo. Con mis contados recuerdos y mi inexistente fortuna.
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Pura Imaginación.
FanficLa vida tiende a cumplir nuestros deseos de forma distinta a la que pensábamos. Y ahora al observar la fotografía que tengo frente a mí, me sorprende recordar la delicadeza de su mano al acariciar mi cuello; el calor de su frente apoyada en la mía;...