No, en definitiva, los seres humanos no fuimos creados para entender los designios divinos ni los caminos del destino. Y esa falta de entendimiento nos lleva, frecuentemente, a vivir momentos en los que nos sentimos profundamente miserables, porque no lograr comprender algo, lo que sea, nos deja atados de manos, nos quita la habilidad de actuar o buscar soluciones y, la frustración que acompaña a ese sentimiento de completa inutilidad es demasiado difícil de soportar.
En mí caso, descubrir que Albert, aquel hombre roto y desesperanzado al que conocí por accidente, frecuenté por azar y amé por ventura, podía ser alguien que había velado por mi felicidad desde mucho tiempo antes de que entrara oficialmente a mi vida, fue una revelación que me llevó a quererlo más de lo que creía posible. ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no adorar esa hermosa alma suya? Pero, ese hallazgo (si es que era cierto) que había llegado a mí demasiado tarde, muchos meses después de que él desapareciera de mi mundo, me llenaba de ira y sobre todo de tristeza, porque lo único que me quedaba claro era que Dios, la Vida, el Tiempo y el Destino habían decidido jugar conmigo y negarme la oportunidad de pagar como debía toda la buena voluntad de aquel divino caballero y, peor aún, al darme la información que necesitaba a destiempo, me arrebataron por completo la posibilidad de, con el simple hecho de presentarlo a la persona adecuada, ayudarlo a recobrar la vida que un infortunado accidente le había quitado y darle un poco de paz, y, quizás, solo quizás, seguir siendo feliz a su lado. Y esa fue, es y por siempre será una de las torturas más grandes a las que deberé enfrentarme jamás.
―Oh, Dios... George. ¿Por qué no los conocí a usted o a Anthony antes?
Me sentía devastada y mi llanto era solo una pequeña muestra de la soledad, angustia, rabia y frustración que me ahogaban. Porque, a pesar de que intentaba encontrar un poco de consuelo en la idea de que las cosas suceden por algo, que no tuve jamás ningún tipo de control sobre su vida y que no pude serle de más ayuda, no porque no quisiera, sino porque el destino tenía preparado un camino distinto para nosotros; no podía desprenderme del dolor inmenso que se incrementaba a cada segundo al no poder acallar esa incesante vocecilla que me decía con voz a grito que si el tiempo hubiese sido más benévolo, las cosas habrían sido distintas; si la vida nos hubiese sonreído todo se habría arreglado y si los dioses (cualquiera de todos ellos) nos hubiesen tendido la mano, él finalmente habría podido regresar al seno de la familia que tanto añoraba y habría podido desprenderse del tormento que le significaba no saber quién era.
―Yo..., Oh, Dios, George, tengo tanto que contarle ―mis palabras eran apenas inteligibles y salían de a poco, entre hipidos y sollozos.
Tenía que controlar mi llanto. Debía serenarme, respirar y tranquilizarme para poder contarle al señor Villers todo lo que sabía y sospechaba. Tal vez aún no fuera tan tarde. Tal vez aún podíamos encontrarlo. Tal vez...
―Y yo tengo mucho que agradecerle, señorita Candice ―estaba al borde de la histeria―. Pero creo que usted necesita liberarse de todo lo que la atormenta antes ―sentía los claros indicios de un ataque de pánico―. Iré a traerle un vaso con agua.
―Creo que necesitaré algo más fuerte que eso.
No sé si en verdad lo dije o solo lo pensé, pero esperaba que el señor George hubiese escuchado la nota de súplica rayana en histerismo que acompañaba a mis palabras.
«¡Cinco cosas!», gritó la parte de mi cerebro que aún tenía un poco de control, en cuanto me quedé sola.
Uno. Una enorme viga de madera con la que había sido construida parte de mí refugio en Lakewood.
«La cabaña que tenemos a nuestras espaldas fue construida por órdenes de William para que usted, sus hermanos y amigos de infancia pudieran sentirse como en casa».
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Pura Imaginación.
FanficLa vida tiende a cumplir nuestros deseos de forma distinta a la que pensábamos. Y ahora al observar la fotografía que tengo frente a mí, me sorprende recordar la delicadeza de su mano al acariciar mi cuello; el calor de su frente apoyada en la mía;...