―¿Dices que lo has intentado todo? ―escuché que preguntaba Stear.
Los señores Cornwell y el resto de su familia sabían la clase de riesgos a los que mi creativo amigo solía enfrentarse, por ello, su recámara tenía todo tipo de equipo de primeros auxilios y contención de incendios imaginables; me tomó un poco de tiempo curiosear y localizar el kit de emergencias que necesitaba entre las muchas cajas médicas que tenía y cuando por fin encontré lo que buscaba regresé a donde había dejado a mis boxeadores amateurs.
―No necesitas siquiera preguntar, Stear. Sé que revisaste mi expediente y sabes todo lo que he hecho ―Stear no se disculpó por hacerlo―. Seguramente, con lo que leíste, sabes más de mí que yo mismo.
Escucharlos conversar con tranquilidad me hizo decidir esperar un poco antes de volver a su lado y atender las heridas de las manos de Albert.
―Sé lo que está en los reportes oficiales, sí, pero desconozco lo que has hecho por cuenta propia ―Albert rió por la desfachatez de mi amigo.
―He intentado con medicina alopática, homeopatía, terapia alternativa, acupuntura...
―Golpes ―Albert sonrió.
―Sí, eso también. Estuve incluso tentado a intentar con algunos, llamémoslos, medicamentos no aprobados y ligeramente ilegales.
―¿Drogas? ―la palabra no tenía ningún tinte de prejuicio.
―No me siento orgulloso de ello, Stear, pero estaba desesperado.
―¿Qué te hizo dejarlas?
―Jamás llegué a consumirlas. El hijo del duque tiene una precisión perfecta para aparecer cuando estoy haciendo estupideces y generalmente solucionamos las cosas entre conversaciones y risas ―sonrió―. En aquella ocasión resolvimos todo con un poco de whisky y algunos golpes. Aún no decido cuál de los dos métodos me gusta más.
―Encantador ―bromeó Stear.
―Divino ―respondió Albert riendo.
―Ese hermano tuyo suena como una persona interesante. Me encantaría conocerlo.
―Estoy seguro de que serían buenos amigos. Lo sacarías completamente de sus casillas si decides ponerlo a prueba como hiciste conmigo, pero después de enfurruñarse y amenazar con molerte a golpes o con demandarte por poner en riesgo su fuente de trabajo, terminaría apreciando la hilaridad de las cosas ―ahora el que rió fue Stear.
―¿Por qué nunca dices su nombre? ―pregunté saliendo de mi escondite.
―Porque Richard y él así me lo han pedido, y si la discreción es el precio que tengo que pagar por su protección, amistad y cariño, estoy dispuesto a no pronunciar su nombre jamás.
El silencio se hizo presente y yo aproveché para comenzar a curar las heridas de sus dedos.
―¿Has probado algún tipo de medicina experimental? ―preguntó Stear volviendo a su conversación.
―¿Pruebas clínicas? ―sonó vacilante la voz de Albert.
―Manos limpias ―intervine―. Y no tienes ningún signo de contusión.
Sostuve por un momento su cabeza entre mis manos para obligarlo a seguir mis movimientos con los ojos, después miré a Stear con intensidad para reprocharle los golpes a la cabeza del príncipe, él sonrió.
―Los rasguños de tus brazos también están curados y supongo que eso es todo.
―Gracias señorita White, ahora creo que deberías revisarlo a él ―dijo Albert con sorna―. Sus costillas y abdomen deben estar magullados.
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Pura Imaginación.
FanfictionLa vida tiende a cumplir nuestros deseos de forma distinta a la que pensábamos. Y ahora al observar la fotografía que tengo frente a mí, me sorprende recordar la delicadeza de su mano al acariciar mi cuello; el calor de su frente apoyada en la mía;...