Despertar y tener a su rostro como la primera imagen que mis ojos distinguieran, fue una de las cosas más sencillas y placenteras que pudo haberme sucedido; porque aunque me encantaba perderme en la tempestuosa intensidad de sus ojos azules, la posibilidad de observar su semblante sereno, sin rastro alguno de la tristeza que lo acompañaba constantemente, era una experiencia maravillosa que me permitía disfrutarlo de una forma distinta e imaginarlo completo, sano y feliz.
La primera noche que pasamos juntos transcurrió conmigo velando su sueño, después de verlo como el hombre roto y enfurecido que a veces era. La segunda, pasó entre harinas, masas, charlas y risas, que nos sirvieron como una distracción al deseo que sentíamos el uno por el otro. La tercera, después de un frío encuentro en la calle, una cálida cena y una melodía serena, fue la que nos hizo ver que las cosas que suceden de forma espontánea, sin planes ni lógica aparente, son las que se quedan para siempre grabadas en tu memoria y las que le dan mayor sentido a tu vida.
Música, las líneas finales de una canción y un besó, hicieron que ambos dejáramos a un lado la razón y nos consintiéramos el permiso de disfrutar al cien por ciento la aventura que habíamos comenzado; esa que debería mantener al margen nuestros sentimientos, y que demostró ser absurda en el instante mismo en que mis dedos se enlazaron en su largo cabello al sentir el contacto de sus manos recorriendo mi espalda desnuda, completamente consientes del delicioso temblor de nuestros cuerpos.
Fue entonces cuando la verdad me alcanzó y me hizo ver que ya no era mi cerebro sino mi corazón, el que llevaba la batuta de mis actos, porque aunque ya sabía que estaba comenzando a sentir algo por él, no me había dado cuenta de la fuerza con que había empezado a amarlo. Porque lo amaba, por absurdo que pareciera, lo amaba y, aunque él me hubiese advertido que no podía ofrecerme amor, sabía que me tenía cariño, que era importante en su vida y que comenzaba a quererme. Sus besos, sus caricias y su cuerpo entero me lo dijeron con silenciosa elocuencia en una sola noche y para mí, eso era suficiente.
Podría intentar describir la celestial y exquisita coreografía en la que se acompasaron nuestros cuerpos, que más que descubrirse parecían reconocerse; podría intentar buscar palabras que describieran el éxtasis que alcanzamos entre besos y caricias, sin palabras que intentaran endulzar el momento, pero con miradas y sonidos que decían todo lo que nuestras bocas se negaban a pronunciar. Podría incluso intentar encontrar eufemismos para describir cada centímetro de nuestra piel, o las sensaciones que disfrutamos, o el nivel de intimidad que conseguimos; pero no creo ser capaz de articular adecuadamente nada, porque para que alguien pueda comprender cabalmente todo lo que llegamos a sentir, necesita primero haber vivido en carne propia un momento como aquel, y si lo ha hecho sabrá que las simples palabras no bastan.
La frase «el tiempo se detuvo, y sentí que ese polvo de estrellas con el que habíamos sido creados, necesitaba hacernos explotar para permitirnos regresar, al menos por unos segundos, al universo del que habíamos nacido, con sensaciones que creí solo podían pertenecer al mundo de la más pura imaginación, pero que a su lado se volvieron la más mágica de mis realidades», es la mejor que he podido elaborar, pero me parece cargada, cursi y completamente insuficiente. Porque aunque quiera intentarlo, no hay forma alguna para poner en letras todo lo que sentí cuando su cuerpo se unió al mío. Porque por vez primera alguien me hizo sentir que no eran solo cuerpos que se entregaban y poseían, era algo más profundo, más intenso y mucho más sorprendente; era..., era..., era su esencia entrando en contacto con la mía; dejamos de ser dos seres rotos y fuimos dos almas que finalmente se encontraban una a la otra. No fue sexo, fue mucho más que eso. Fue divino, fue..., fue: amor. Aunque los dos fuimos lo suficientemente cobardes para no decir las palabras que queríamos oír.
Me quedé dormida en sus brazos, y al despertar fue su rostro sereno lo primero que vi, enmarcado por su rubio cabello alborotado. Se veía tan en paz.
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Pura Imaginación.
FanfictionLa vida tiende a cumplir nuestros deseos de forma distinta a la que pensábamos. Y ahora al observar la fotografía que tengo frente a mí, me sorprende recordar la delicadeza de su mano al acariciar mi cuello; el calor de su frente apoyada en la mía;...