❝Me das Asco❞© CaMilo❇

5._ ❘ ❘Me gustas❘ ❘

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Había pasado un año ya y desde entonces Camus no podía dejar de pensar en cierta persona, la cual traía su vida de cabeza. Intentó sacárselo de la mente pero cada vez que lo intentaba se incrustaba más en su pobre y necesitado corazón. Ya nada podía hacer, sabía muy bien que éste jamás en su vida le correspondería, era ‹homofóbico›, por lo que le odiaba. No pudo darse cuenta del momento exacto en el que Milo Dalaras se metió hasta lo mas profundo de su corazón. Quizá, y solo quizás lo enamoraron sus ojos, esas bellas y preciosas turquesas las cuales tenía por ojos, o esa brillante y encantadora sonrisa, tal vez su alborotada melena rubia. O solo porque fue el causante de su tristeza y soledad, el verle todos los días, al ser humillado diariamente por él e incluso ser golpeado por sus grandes y morenas manos. Cada vez que lo miraba junto a su novia una punzada se incrustaba en su pecho, cuando se besaban sentía que las lágrimas se le saldrían, lo único que podía hacer era morder su labio inferior con fuerza, reteniendo así el llanto, bajando la cabeza, dejando que su ahora natural y largo cabello escarlata cayera y lo cubriera como si de un manto o cortina se tratase, impidiéndoles a otros ver en sus ojos la profunda tristeza que albergaba.

Hace poco sus padres le habían dado una maravillosa noticia, la cual le tenía sonriendo de oreja a oreja «Su madre estaba embarazada.» Le hacía tanta ilusión tener un hermanito, alguien con quien platicar, y a pesar de lo pequeño que fuera y no entendiera podía desahogarse con él, jugarían juntos y olvidaría sus penas al escuchar su risa resonando en toda la casa.

Esperaba con ansias su llegada.

Y con respecto a Milo, bueno, hace medio año sus padres fueron despedidos sin justificación alguna y bien sabía que éste tenía algo, o mejor dicho mucho que ver en ello. Pasaron la peor crisis económica, habían días en los que ni siquiera comían, no tenían dinero, y es que desgraciadamente no había un solo peso, en su empleo le estaba yendo muy bien, habían subido su sueldo, Saga los ayudo. Fue él quien se encargó de hablar con su padre, quien le tenía un enorme aprecio al menor y no dudo en apoyarlo en tan difícil situación. Hoy en día solo su padre y él trabajaban ya que con sus sueldos era suficiente hasta para darse lujos. Su madre en su estado solo se dedicaba a recibirlos en casa cuando ambos llegaban.

Últimamente notaba raro a Saga, le ponía nervioso a cada rato, ya que le miraba con esas esmeraldas tan bellas que lo hipnotizaban por completo.

Era sábado y éste le había invitado a comer con la escusa de hablar sobre algo lo suficientemente importante como para no esperar. Se encontraba demasiado intrigado como para negarse, la hora de salir con llegó. Se encontraba sentado en un hermoso y lujoso restaurante, el peli azul lo miraba atentamente, le tomó de las manos y dijo:

—Lo que quiero decirte es... —suspiró—: Me gustas Camus, me enamoré sin darme cuenta de tí.

—S-saga...

—Cami.