❝Me das Asco❞© CaMilo❇

❘ ❘Epílogo❘ ❘

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La vida da muchas vueltas, tantas que incluso puedes sentir como si en una rueda de la fortuna estuvieras, girando una y otra vez sin parar. Y es que incluso él se esforzó y luchó por dejar su pasado atrás, todo para que al final éste lo terminara alcanzando. De ahí lo que su madre le decía siempre; "El pasado siempre vuelve mi niño, no puedes huir de el nunca, ni aún que te escondas."

Cuanta verdad tenían sus palabras.

Jamás imaginó que el pasado lo alcanzará, y dejara de ser tan doloroso e inalcanzable como una vez lo fue. Lo alcanzó, sí. Pero a pesar del dolor y el rechazo que alguna vez sintió en el es feliz ahora. Si nada de lo acontecido hubiera transcurrido nada de lo que vivía ahora fuera realidad.

Sabe que el dolor es necesario para aprender de los errores y ser feliz.

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-Milo Dalaras ¿Aceptas como esposo a Camus Fontaine, para amarló y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? -le miró a los ojos y supo que con aquel rubio nada sería igual, de ahora en adelante las cosas darían un giro, tal como el destino lo hacía.

Le vio reír levemente mientras clavaba esas espectaculares turquesas sobre él. Los invitados se mantenían a la espera de la respuesta del heleno, quien solo le sonreía con burla y nada disimulada coquetería a su pareja.

Este último bien sabía que lo estaba tentando. Su espera solo le indicaba que tenía la decisión en sus manos, lo único que quería era verlo echo un manojo de nervios. Pero no le daría ese gusto, de ninguna manera, le conocía muy bien para darle tal oportunidad.

-¿Señor Dalaras? -El padre se estaba desesperando ante la falta de respuesta del mayor.

-Acepto -muchos de los invitados suspiraron alividos, creían que no aceptaría, estaban más nerviosos que el menor quien permanecía en calma, aún que internamente era un manojo de nervios, agradecía que ellos no pudieran notarlo.

-Y usted Camus Fon-

-Acepto. -Las risas inundaron la iglesia. Su rostro se tornó rojo. Los nervios le habían jugado una mala pasada traicionandole al final.

-Vaya que estas desesperado por casarte ¿O no mi amor? -hizo caso omiso a las palabras que el rubio susurró en su oído.

-En ese caso. Los declaro esposos. Pueden besarse -dictaminó.

-Lo último no tiene por que decirlo. Con gusto lo hago -sin más tomándole de la cintura con gentileza le besó con amor y dulzura.

Los aplausos no tardaron en escucharse.

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Una vez en la soledad y oscuridad de aquella habitación ambos se besaron con fervorosa pasión. Con las prendas regadas por todo el piso y los cuerpos desnudos frotandose y acariciándose una y otra vez, la excitación subió. Juntos cayeron en la cama, siendo esta testigo de su primera entrega como recién casados. Los besos y mordidas comenzaron casi a la par de las caricias y succiones, dejando un regadero de chupetones en el cuerpo ajeno.

-Milo... -suspiró extasiado el de cabellera roja, al mismo tiempo que abría las piernas dándole cabida a su esposo de hacerle lo que se le antojara.

-Te amo Camie... -murmuró mientras besaba y succionaba su cuello.

-Yo... También te amo ¡Aagh! -tiró la cabeza hacía atrás al mismo tiempo que sujetaba la cabeza del mayor con ambas manos, empujándole con desesperó hacía su cuello, incitándole a seguir.