17._ ❘ ❘Ya no puedo amarte❘ ❘

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Con la vista fija en un punto inexistente en la pantalla de su ordenador suspiró, extrañaba a horrores a sus padres. Llevaba días sin verlos y la verdad es que cada mañana cuando miraba el sol reluciente asomándose por la ventana de aquella habitación la nostalgia y desesperación se apoderaban de él. Desde aquel fatídico día en que tuvo el accidente ya nada era como antes. Todo le parecía gris y sombrío tal como aquella vez en que...

No, mejor no pensar en ello.

Había jurado olvidarse de lo ocurrido aquellos días en los que permaneció cautivo. Era lo mejor, de eso estaba más que seguro cuando tomo aquella decisión. No podía dar marcha atrás, no ahora que se daba cuenta que lo perdía todo. Lo único que le quedaba era aferrarse a salir adelante y volver hacer el chico que era. Odiaba esta vida tan miserable que le había tocado vivir desde aquel lluvioso día. Si antes se quejaba de lo duro que era el destino con su persona ahora se quejaba el triple, aún que a diferencia de antes, cuando las cosas parecieran no importarles, ahora si lo eran; Odiaba las miradas de lastima y curiosidad que le dedicaban cuando tenía que salir a la calle, siempre en compañía de alguien, jamás solo. El Camus de antes odiaba, o mejor dicho, repudiaba la soledad. Él de ahora la ansiaba.

En su situación muchas veces se rendía, no valía la pena intentar algo que le habían asegurado no funcionaría. Y eran en aquellos malos momentos en los que no quería que nadie se le acercara, ni siquiera Saga, quién siempre permanecía a su lado, tratando de confortarlo y comprenderle.
Había ocasiones en las que su desesperación por terminar con todo y dejar de sufrir lo consumían, pero sus intentos fallidos de suicidio terminaban con el mayor abrazándole y acariciándole la espalda, tratando de calmar su crisis, mientras sus lágrimas caían como cascadas por su rostro, y los sollozos aumentaban a cada segundo. La impotencia por no poder ayudarle era mucha para Saga, y lo sabía. No merecía atarle a su lado en aquellas condiciones. No lo merecía. Era mucho para un inútil deprimido como él.

Cerró los ojos por un par de minutos y suspiró, tratando de calmarse y controlar sus nervios, los cuales estaban comenzando a crispar. Apoyó ambas manos en las grandes ruedas de aquella silla que había sido su compañera desde aquel accidente y se giró mirando a su novio, el cual permanecía sentado en la cama que compartían. Lo miraba a los ojos de una manera que se había acostumbrado desde hace meses; Había pena y lastima en ella, podía percibirlo, aún qué no se lo dijera. El peli azul inhaló y exhaló, se sentía cansado, siempre era lo mismo, se levantó y caminó hasta él. Sin poder evitarlo sus tristes ojos se posaron en sus musculosas piernas, las cuales se movían por si solas, sin algún impedimento. Un sollozo escapó de su boca, por más que trató de callarlo no pudo hacerlo. Una gentil mano se posó en su mentón alzándolo. Era él, quién arrodillado frente a su silla le miraba tristemente. Cerró los ojos, dejándose llevar por aquella sensación que le confortaba siempre. Sus labios le transmitían la paz que hace mucho no tenía, y aún que solo fuera un momento lo disfrutó. No dijo nada cuando sintió que el contrario le tomaba en brazos y levantaba de aquella silla que tanto detestaba. Ni mucho menos cuando su espalda tocó el suave colchón, mucho menos cuando las manos de Saga comenzaron a acariciarle por sobre la ropa.

Solo cerró los ojos y se sumergió en un sinfín de placenteras sensaciones.





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Tres años después

Sus ojos se aguaron de inmediato al recibir aquel amarillo papel que le hacía recordar lo mucho que tuvo que trabajar y sacrificar para obtenerlo. Sus manos comenzaron a picar de la emoción. Los aplausos que vinieron a continuación le hicieron mostrar cuán orgulloso y feliz estaba de si mismo. Sin poder evitarlo la sonrisa que tanto había retenido adornó sus labios. Desde aquel escenario pudo ver a sus padres entre el público, mirándole con orgullo mientras aplaudían, y a su lado su pequeño hermanito de apenas tres años. Saga sostenía su mano a lado suyo, le miraba con amor y admiración.

Su sonrisa un poco nerviosa le hizo saber que algo le pasaba y cuando estuvo a punto de preguntarle aquel fantasma que lo hizo pedazos hace más de tres años captó toda su atención.

Había regresado.

Ahí, entre el público se encontraba aquel rubio engreído que le lastimó tanto. Sin importar la distancia pudo apreciar lo mucho que se abrieron sus ojos al verle en aquel escenario junto a su hace poco prometido, mientras se encontraba postrado y atado a ella, sin poder hacer nada, a esa a la que hace tiempo odiaba y ahora toleraba, sí, a esa, su compañera, su mejor amiga, su inseparable silla de ruedas.

Ya no puedo amarte más. Lo siento” —Fueron sus pensamientos los que hablaron.

Ya nada era como antes, todo ahora era tan distinto. Milo pertenecía a su pasado, Saga era su presente.

No podía volver atrás, ya no.

Tenía que aferrarse cada segundo a su presente y disfrutarlo al máximo, por que no sabía lo que pasaría en el futuro, ni lo que le preparaba el destino.






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Queridos lectores solo les quiero decir que estamos en los últimos capítulos de ésta historia, que nunca me espere que fuera tan querida por ustedes.

Gracias por el amor que le han dado desde un comienzo.


Cami

❝Me das Asco❞© CaMilo❇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora