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Con un último suspiro y con ayuda de su padre y el chofer que lo llevaría hasta la iglesia ingresó a la parte trasera del auto negro, inmediatamente su silla de ruedas fue colocada correctamente en la cajuela del vehículo para después arrancar.
Las manos comenzaron a sudarle.
Estaba nervioso, sí. Pero no por casarse. La respuesta no la tenía, o al menos no la tuvo hasta que el coche paró.
Parpadeó un par de veces al notar aquello. Su ceño se frunció ligeramente al ver el lugar en el que habían aparcado.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó con un tono de molestia en su voz. Al ver que el chofer no respondía a su pregunta chasqueó la lengua, ahora perdiendo la paciencia.— Mire, no tengo todo el tiempo del mundo para hablar con usted en éste momento, así que si es tan amable, ¿Retomaría el camino? Tengo una boda a la que llegar, y no precisamente de invitado. —El joven de cabellera castaña permanecía en silencio, sin mover un solo músculo y con la mirada baja ocultando así su rostro del pelirrojo— ¡¡Hey!! ¿Me escucha? —Camus no sabía ni que hacer— ¿M-me podría dar la hora por favor? —la molestia se había ido de su ser dando paso al miedo.— Me... me está asustado —su mano derecha se mantenía en la manija de la puerta, no estaba asegurada, quería salir corriendo de ahí ya. Solo que no podía hacerlo, no por ahora y menos frente a un completo desconocido.
—¿Tanto te importa llegar a esa boda? —la pregunta hecha por el contrario lo asustó, no podía negarlo, aquella gruesa voz se le hacía un poco conocida.
—He sido paciente con usted pero ya me colmó la paciencia. Así que si no quiere tener problemas con mi futuro esposo arranque el auto —ordenó con la vista fija en el retrovisor, tratando de mirarle el rostro a aquel sospechoso sujeto— ¡¡Respóndeme maldita sea!! —pegó un brinco ante aquella voz llena de enojo.
—Mire, no le permito que me hable así. No es nadie para venir y secuestrarme de éste modo —con la mirada fija en el otro habló.
—¿Con qué no soy nadie eh? —el sarcasmo se hizo notar en aquella simple pregunta.
Camus suspiró, tratando de relajarse, pero inmediatamente sus ojos se tornaron más rojos de lo normal. Aquel tipo lo estaba desesperando y mucho.
—Pero claro que no es nadie, usted solo es el chofer que me llevará a mi boda, a la cual por su culpa ya voy retrazado —dictaminó. Aquellas palabras habían sonado hirientes y déspotas, inmediatamente lo notó y se retractó casi de inmediato.— Escuche, sé que no es su intención, usted no es culpable de nada. Aquí el responsable soy yo —desvío la mirada hacía la ventana del auto—. No sé ni por que tengo tanta prisa en llegar si ni siquiera yo mismo estoy seguro que es lo correcto —devolvió la vista hacía el castaño— ¿Qué me aconsejaría usted joven? —al ver que no le respondió continuó—, respondame por favor, yo.. ¿Debería casarme con Saga Gemini? —preguntó, sabía que el otro no respondería, pero se equivocó.
—¡¡Por supuesto que no!! —aquel fuerte grito le hizo mirarle asombrado.
—Usted cree que no es... —fue cortado en sus palabras por el castaño.
—¡¡No maldición!! Tú no puedes casarte con ése imbécil doble cara —no pudo más y explotó. Llevó ambas manos a su rostro cubriéndolo del menor.
—¿Qué esta..? —se quedó de piedra cuando el otro se volteó y le miró, revelando su identidad, retirándose en el proceso la peluca castaña que cubría su cabello.
—¡¡No puedes casarte con él por que tú eres mío!! —sentenció, clavándole la mirada, aquellas turquesas le desnudaron el alma sin ningún obstáculo, y él sintió su corazón latir tan rápido que se asustó.
—Tú... —le miró sin crer que lo tenía no solo al frente sino a unos cuantos centímetros, la respiración se le cortó, tenerlo tan de cerca al punto de que sus labios se rosasen al mínimo movimiento le hizo tembrar.
—Mío y solo mío joder.
—Milo... —no pudo decir más la boca contraria se estrelló con la propia, devorándola en el proceso.
Cerró los ojos y le correspondió, su cuerpo quería esto y mucho más, él no era nadie para negarle tal oportunidad, por supuesto que no.
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No supo como había llegado ahí, ni mucho menos le importaba. Lo único que verdaderamente quería era seguir mordiendo y lamiendo aquellos sensuales labios. Nada más importaba ahora.
Delineaba con su lengua el labio inferior del mas bajo para después apresarlo con sus dientes y tirar de él con sensualidad, deleitándose así con el tembloroso cuerpo bajo suyo.
Sonrió.
Llevó una de sus manos y la guío a las contrarias apresándolas arriba de su cabeza. Le escuchó emitir un jadeo cuando escabulló la otra mano al pantalón blanco del pelirrojo.
—No, no... lo... hagas —le escuchó pedir en medio de suspiros. Una sonrisa burlesca surcó sus labios.
—Aún cuando tu boca me pide que me detenga, tu cuerpo... —enterró su nariz en el perfecto cuello desnudo del contrario, sin la parte superior de impedimento (la cual había desaparecido hace ya unos minutos)— me grita que te arranque la ropa a tirones y posea —le susurró al oído con toda la intención de doblegarlo.
Le escuchó gemir quedito y ahí supo como hacerle rogar por más. Comenzó a repartir suaves y húmedos besos por su perfecto cuello de cisne. Camus tenía la respiración pesada. Sentía su cuerpo temblar y pedir más que se asustó de ello. Cuando la mano de Milo bajó la brageta de sus pantalones y se escabulló por entre sus bóxer lo detuvo antes de llegar a tocar su hombría.
—Ni creas... que te voy a perdonar tan fácil... —habló con la respiración agitada. Se separó del rubio para después empujarlo en la cama y sentarse a hocajadas en su bajo vientre. Milo le sonrió con coquetería y tomó sus caderas con fuerzas.— El que me hayas abierto los ojos no quiere decir todo está perdonado mi amor —murmuró para después besar sus labios y retirarse antes que el griego seguramente le volteara dejándole bajo su cuerpo y le hiciera lo que estaba más que claro tenía en mente.
Sin más se puso de pie, caminó hacía el espejo de cuerpo completo que colgaba en la pered y se acomodó el traje ante la perfecta mirada del rubio, quien se relamía los labios deseoso de más acción en la cama.
—No me digas que te irás con ese idiota —gruñó molesto.
—Qué comes que adivinas ... —le sonrío por el espejo. Le vio bajarse a paso veloz e ir a su lado.
Ladeó su cuello cuando sintió aquellos brazos envolverle la cintura, inmediatamente unos labios ajenos se posaron en su zona más sensible.
Suspiró de gozo al sentir los húmedos besos en su piel.
—Me traes loco Camus. Aún que ni creas que te dejaré ir solo, eso ni loco —dejó su anterior tarea y le dio la vuelta.
Ambos se miraron. El galo sonrío coqueto y le acarició el pecho desnudo con sus frías y delicadas manos, extasiado de poder tocarlo.
—Eso lo sé.
—Iré contigo —dictaminó.
—No tienes ni que pedirlo —sin más palabras de por medio unieron sus labios una vez más, sin segundas intenciones.
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Hasta aquí.
Esta mucho más largo de lo que me esperaba. Algunas cosas se revelarán en el siguiente capítulo, esto aclara un poco sus dudas (o eso espero).
—Cami.
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❝Me das Asco❞© CaMilo❇
Fanfiction❝Donde Milo odia a Camus por el simple hecho de ser homosexual❞ ▪Estado: Terminada. ▪Extensión: Prólogo + 23 capítulos + 3 extras + 1 epílogo. ▪Autoría: Camila_acuario. 🌟Rankings🌟 🏆15 en bulling. #15 en colegio de 6.9k historias. #05 burlas de 57...
