❝Me das Asco❞© CaMilo❇

6._ ❘ ❘Olvidate de él❘ ❘

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—Camus no sé como pasó, simplemente pasó y ya. —El peli azul le miraba esperando que por lo menos el contrario le dijera algo.

—Yo... —mordió sus labios.— Saga, me haces sentir alguien bonito, no tengo ni la mayor idea que viste en mi, soy alguien patético y fe... —Un dedo se posó en sus tibios labios, impidiéndole seguir hablando pestes de su persona.

—No te atrevas a decir eso de ti, ¿Qué no vez? —retiró el dígito de sus labios y agarró un rojizo mechon.— Eres hermoso Camus, solo tienes que verte en un espejo para notar la asombrosa belleza que te fue dada —colocó un mechón detrás de su oreja.— La misma Afrodita estaría celosa de tú belleza.

—No... Yo... —Un fuerte sonrojo se instaló en sus mejillas.

—Créelo Cam, porque lo eres. Quizá, y solo quizás tienes un único defecto —rió por lo bajo, al notar el ceño fruncido del más bajo.

—¿Cual?— preguntó impaciente, mirando atentamente al mayor.

—Ser tan bondadoso con las personas —dijo, tomándole de la barbilla y mirándose mutuamente a los ojos.

—Es que debo serlo. Mis padres... —Fue callado por el otro.

—Sí, entiendo. Pero no significa que tengas que tolerar a las personas que te hacen daño, tal cual esos estúpidos se aprovechan de tú bondad y te dañan por el simple hecho de tener otro ideal diferente al de ellos.

—Se... se eso pero... —saladas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, siendo limpiadas cariñosamente por el griego— Es que no puedo ir contra ellos, odio la violencia no... No puedo actuar de la misma manera que ellos lo hacen conmigo.

—Cam, date cuenta que ellos solo se aprovechan de ti, ponles un alto ¿Qué acaso no te lástima la manera en que te tratan?, ¿No te duelen sus golpizas?, ¿No te hieren sus insultos y humillaciones?

—Por supuesto que sí.

—Entonces, ¿Qué esperas para ponerles un alto?, ¿Acaso quieres que un día te terminen matando de tantos golpes? —alzó un poco la voz, llamando la atención de algunas personas.

Camus se encoge en su lugar, apenado por ello, al poco tiempo éstas retoman con lo que hacían.

—Saga, yo lo sé, pero simplemente no puedo enfrentar a... —calló, negándose a pronunciar su nombre.

—¿A quién eh? Es ese idiota sin cerebro del cual estás enamorado ¡¡Contesta Camus!! —gritó, parándose de la mesa y llamando la atención de todos.

Camus le mira temeroso.

—Sabes que lo amo —murmuró por lo bajo, temiendo ser escuchado.

—Eres un idiota Camus ¿¡Cómo puedes amarlo!? ¡¡Es simplemente un estúpido homofóbico que jamás, escúchame ¡¡jamás!! te amará a ti, un chico humilde y de buen corazón que muere y sufre por él!!

—¡¡No me importa!! Lo amaré en silencio —gritó.

—Solo te hará daño ¡¡Olvídate de él!! Maldita sea —susurró lo último. Camus se levantó, le miró de reojo y salió corriendo de ahí, importándole muy poco los gritos del mayor.

—Cami.