I

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-¿¡Me estás cargando!? ¿¡Un cobarde poseedor de esclavos me quiere hablar de guerra y libertad!? -Alexander le dedicó a su rival una mirada llena de desdén. -No me hagas reír.

- ¡Esa gente está muriendo, Hamilton! ¡Tu sabes muy bien lo que es morir de hambre, ¿No?! -Contraatacó Thomas.

Golpe bajo.

El menor, con el rostro rojo de ira, de acercó con largas y rápidas zancadas al sureño, con los puños tan apretados que sus nudillos se encontraban blancos.

- Te voy a matar, hijo de puta .-Murmuró en Español.

Aunque Jefferson no entiende el español, pudo deducir fácilmente que el tesorero no estaba precisamente confesándole su amor.

-Wow wow wow, alto ahí. -George se metió entre ambos secretarios, deteniendo el golpe de Alexander. -Se acaban de desviar el problema actual. Deben calmarse, esto es un debate, no la guerra.

Ni Alexander ni Thomas se movieron, los dos mirándose con odio.

Washington suspiró.- Salgan. Deben relajarse, calmarse. Y nada de matarse entre ustedes.

-Pero señor presidente...

-No, Alexander. Es una órden de tu comandante.

El inmigrante suspiró sonoramente. Algún día iba a matar a ese desgraciado.

Ambos rivales salieron de la sala, bajo la atenta mirada de todos.

Una vez sólo, el sureño no pudo hacer más que sentirse muy incómodo.

La culpa comenzó a crecer en su interior. Sabe sobre el pasado de Alexander, y sabe lo dificil que debe ser para él cargar con eso.

Admite que lo que dijo no hizo más que hacerlo caer bajo. Simplemente fue algo impulsivo, fruto de la ira que sentía.

-Hum, Hamilton...-Lo llamó.

El menor ni siquiera lo miró.-No me hables.

-Hamilton.-Lo volvió a llamar, ahora con un tono más duro.

-No.-Volvió a hablar, caminando más rápido hacia su oficina.

Sin darse cuenta, prácticamente el mayor se encontraba persiguiendo al menor por los pasillos.

-¡Alexander Hamilton!

Jefferson alcanzó al menor, estampándolo contra la pared, sosteniédolo por sus muñecas.

-¿¡Que mierda querés!?

-Tranquilo, sólo quiero hablar...

Hamilton alzó una ceja.-Esto no se ve cómo una charla, al menos para mí.

El mayor rodó los ojos.- Escucha, Hamilton. No quise decir lo que ya sabes que dije. Es que me sacas tanto de mis casillas que termino diciendo cosas que no quiero decir. Eh...Lo siento.

El inmigrante se quedó callado por un momento. Sin duda, la disculpa del sureño lo tomó por sorpresa.

Thomas lo observó detenidamente.

Observó cómo su expreción delataba que estaba analizando las palabras del mayor. Eso es algo de Hamilton que le gusta a Jefferson.

Analiza todo, y nunca se queda con lo primero que ve. No por algo es tan bueno descifrando los planes de los demás.

Thomas ve un gran potencial en Alexander. Obviamente, un potencial mal utilizado. Pero el hombre siempre se encuentra admirando al norteño en cada ocación.

Dependencia ||  Jamilton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora