XXVI

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Abrió la quinta y útima puerta, llegándo justo a tiempo para ver cómo Burr apretaba aún más su agarre en el cuello de su Alexander.

Un jadéo de sorpresa salió de la boca del intruso. Ambos soldados tení­an su mirada atónita sobre él.

Tanto Alexander como Burr se encontraban semidesnudos, teniéndo de ropa únicamente su ropa interior. Alexander se encontraba acostado boca arriba en el suelo, a unos pocos pasos de Thomas, con Burr sentado en su abdómen. Habí­an dos velas encendidas a medio consumir a los lados de los hombres, y Thomas vió cera derretida en el pecho del caribeño, el cuál subí­a y bajaba rápidamente.

La mirada de Jefferson se fijó en las manos de Burr, haciéndo un fuerte agarre en el delicado cuello de Alexander.

-¡¿T-Thomas?!

El mayor corrió su mirada hacia el rostro de Alexander. Observó con horror cómo tenía los ojos hinchados, las mejillas mojadas, y lágrimas escapándose de sus ojos.

Fue esa misma mirada la que hizo reaccionar al sureño, el cuál avanzó rápidamente hacia Hamilton.

Sorpresivamente, Burr se bajó de encima de Alexander cuándo vió al mayor acercarse, simplemente dirigiéndole una mala mirada al virginiano.

-Jefferson, no podés simplemente entrar en--

-Alexander.-Susurró Thomas, agachándose junto a él.

Los ojos del menor se encontraban fijos en el mayor.-T-Thomas, ¿q-qué estás--?

-Shh, tranquilo, todo estará bien. Estás a salvo ahora.

Intentó evitar mirar las marcas rojas, producto de un fuerte agarre, rodeándo el cuello del menor, mientras acariciaba la mejilla de Alexander, intentando calmarlo.

Cuidadosamente, lo tomó en brazos.

-Thomas, no--

La voz del caribeño sonaba rasposa.

-¡Jefferson! ¿Qué se supone que estás haciendo? ¡No podés entrar en mi casa así­ como así, e interrumpir nuestro--!

-Burr.-Lo interrumpió Thomas, parándose frente a él, cargándo cuidadosamente al menor, mirándo al otro Demócrata-Republicano seriamente.-No lo voy a volver a repetir. No te acerques a Alexander. Alejate de él.

-¡Jefferson!

-Última advertencia.-El mayor le dirigió una última mala mirada antes de salir con el caribeño en brazos.

Bajó rápidamente las escaleras, y sentó a Alexander en la mesa del comedor.

-Thomas, estás--

-Shh, tranquilo, ya estás a salvo.-El virginiano trazó la mejilla del caribeño con su mano de manera cariñosa, limpiándo sus lágrimas.

Se sacó el abrigo, quedándo en camisa y chaleco, y se lo colocó a Alexander. Le quedaba bastante grande, pero la idea era mantenerlo caliente durante el frí­o camino hacia su casa. Le puso la capucha, cubriéndo su cabeza, y de esta manera también protegiéndo la identidad del menor. Estaba seguro que lo último que el menor quería es que alguien lo viera en un estado tan vulnerable.

Volvió a tomar en brazos, rodeándo el cuerpo del menor de manera protectora, y salió a paso rápido de la casa.

El frío se sintió aún más terrible, ya que el mayor se había sacado el abrigo para dárselo al menor. Sintió sus extremidades, así como su mandí­bula, comenzar a temblar, cada uno de sus vellos erizarse, y la piel de gallina por todo su cuerpo. El frío era seco, duro, atróz.

Dependencia ||  Jamilton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora