VII

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Thomas Jefferson se despertó con un sonido raro.

Lo primero que sintió fue un cuerpo, al cuál estaba rodeando con sus brazos.

Soprendentemente para el sureño, aquel cuerpo pertenecía a Alexander Hamilton.

Mientras recordaba lo que pasó en la noche, sonrió y lo atrajo más a su cuerpo.

Al no recibir ningún tipo de respuesta del parte del menor, el mayor cayó en que estaba dormido.

Suavemente, depositó un beso en su hombro desnudo y apartó unos mechones de pelo de su rostro, con intención de verlo dormir.

Pero otra vez oyó un ruido raro, pero familiar.

Un gruñido.

Seguido de un ladrido.

-...¿Qué?

Thomas estaba confundido, y siguió así hasta que un perro saltó sobre Alexander.

Este, cómo consecuencia de un peso nuevo sobre él, abrió los ojos con un sobresalto.

-¡¿Qué--?!-Pero un gruñido de parte del perro lo interrumpió.

El perro le estaba gruñiendo a Jefferson.

-Hamilton...

-Oh, buenos días, Peggy.-Alexander le sonrió al animal sobre él, dándole unas cuantas caricias.

Este no dejaba de mirar al sureño.

-Ah, Peggy. Él es el idiota de Thomas Jefferson, trabaja conmigo.

Thomas no tuvo tiempo en fijarse en lo adorable que es el caribeño hablándole al perro, ya que estaba más concentrado en que "Peggy" estaba a punto de atacarlo.

Alexander volvió a sonreír.-Ataca.

Antes de que el mayor pudiera reaccionar, el perro había saltado encima suyo.

-¡Ah, pará!-Gritó, y juró escuchar al menor reír.

-Detente, Peggy.-Habló justo antes de que el perro pudiera morderlo. Esta se bajó de encima del Secretario de Estado, pero se mantuvo encima de la cama, y mantuvo su mirada sobre el moreno.

-Ella es Peggy.-La presentó Hamilton, sentándose.-Deberías estar agradecido, podría haberte matado si no la hubiese parado.

-¡Vos le dijiste que atacara!

El menor se encogió de hombros.-Fue gracioso.

-Claro que no.

-Amargado.-Alexander rodó los ojos y se dispuso a levantarse.

Thomas enredó sus piernas en él, manteniéndolo en su lugar.

-Quedate un rato más.

-Jefferson, hoy es un día laboral.

-¿Y?-El sureño miró al reloj en la habitación.-Mirá la hora, es muy temprano todavía. Quedate un rato más.

-Me tengo que preparar. Bañarme, peinarme, vestirme...

-¿Y?-Volvió a decir el virginiano.-Todavía hay tiempo.

Alexander abrió mucho los ojos, mirándolo cómo si no pudiera entenderlo.-¿Tenés idea de cuánto tiempo lleva preparar mi pelo?

Ahora es Thomas quien lo mira de esa manera. Busca algo en sus ojos que le indique que el menor este bromeando.

-Humm...¿No?

-Mínimo, una hora.

Hamilton está hablando en serio.

El secretario de estado rueda los ojos y atrae más a Alexander a la cama.

Dependencia ||  Jamilton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora