Alexander se encontraba pensando.
El alcohol siempre es bueno para pensar.
Sentado en el fondo del bar, algo que no haría. Alexander se suele sentar en el centro de la sala, pero esta vez se sentó en el fondo.
Con un vaso de whisky en la mano, el cuál se encontraba moviendo cómo lo hacen los filósofos con las copas de vino, y la mirada perdida en ningún punto en específico.
El alcohol es bueno para pensar.
Hamilton no es un gran fan de este. Haber visto a su querido padre tantas veces en el estado deplorable en que te deja el alcohol una vez que este tomó control sobre vos fue suficiente incentivo para que le desagradara la bebida.
Lo consumía, sí. Pero a pequeños tragos y con cuidado de que este no le afectara
Por lo que, entre cada traguito, Alexander se tomaba su tiempo para pensar.
Le costaba entender el cariño hacia dicha bebida que compartían todos sus amigos. Washington tenía que insistirle para que bebiera otra copa más, Mulligan llegó al punto de ofrecerle prendas de ropa gratis por cada de copa de más que bebía, una vez Morris intentó hacerlo beber por la fuerza, lo que casi terminó en un Alexander Hamilton muerto. Incluso Thomas Jefferson, a quién no consideraba un amigo pero sí uno de sus mejores rivales políticos, tenía ese raro cariño por el alcohol. Varias veces lo había visto llegar con botellas de carísimos vinos, ofreciéndoles copas a todo el mundo. Copas que Hamilton rechazaba, en parte por su enemistad con el alcohol y también por la alta probabilidad de que su copa se encuentre envenenada.
A pesar de no comprender ese gusto por el alcohol que toda esa gente tenía en común, Alexander intentó comprenderlos. Después de reflexionar un poco, decidió que probablemente se deba a las diferentes realidades que vivieron. Mientras Hamilton debía fingir tener otra edad para poder trabajar casi cómo un esclavo por unas cuántas monedas, a la mayoría de ellos se les sirvió todo en bandejas de plata. Mientras Alexander consideraba un lujo comer comida caliente y en buen estado, eso era el pan de todos los días para ellos. Por supuesto que su paladar era mucho más delicado, y que desde muy jóvenes estuvieron expuestos al buen alcohol.
Otra razón factible podría ser la diferencia de edad. Hamilton nunca se había puesto a pensar en eso, pues no lo consideraba importante o relevante. Pero ahora que lo pensaba, Washington tranquilamente podría ser su padre. Con Mulligan casi habían dos décadas de diferencia. Incluso con Jefferson, a quién de forma burlezca llamaba "viejo", se llevaba poco más de una década, algo en lo que no había pensado antes. El caribeño pensó que probablemente llegaron a una edad en la cuál comenzaron a apreciar cosas ridículas y simples cómo el alcohol.
Hamilton decidió que no quiere llegar a esa edad.
Tomó otro pequeño traguito de su bebida. Sintió la bebida calentarlo por dentro, y extrañó el calor del caribe. Nueva York es muy fría para él, y aunque eso no cambie su amor por la ciudad, a veces simplemente desea estar al sol y sentir cómo este calienta su piel.
Hamilton quiere sentir calor.
Y probablemente esa sea la razón por la que está en un bar sodomita.
Pocos saben sobre él, pero es el mejor lugar donde ir si sos hombres y te gustaría tener sexo con un hombre. Y Alexander Hamilton conocía ese lugar de memoria.
Sin embargo, cuándo busca sexo suele sentarse en medio de la sala. Y ahora está en el fondo, a pesar de que hay lugar en el medio.
Pero, si Alexander no hubiera querido sexo, no hubiera ido al bar...
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Dependencia || Jamilton.
FanfictionLo último que Thomas Jefferson se habría esperado era desarollar otro tipo de sentimientos por su rival. Lo último que Alexander Hamilton se habría esperado era que aquel evento ocurriera.