XXII

3.3K 204 1.1K
                                    

Ver a Alexander Hamilton con una herida mortal de bala fue algo que heló la sangre de Jefferson.

Este yacía en sus brazos, moribundo. Su ropa oscura se encontraba manchada de sangre, salía mucha, mucha sangre. Sus manos se encontraban haciendo presión sobre su herida, aunque dicha presión disminuía conforme su vida era drenada de su cuerpo.

Sus ojos de veían cansados, exhaustos. Su cabello se veía gris, y su expresión era tan triste, pero extrañamente pacífica.

Mientras tanto, Thomas estaba en pánico. Sus ojos lloraban, las lágrimas cayendo sobre la pálida piel del caribeño, y todo su cuerpo temblaba mientras veía a su rival morir en sus brazos.

-Thomas...-La voz de Alexander era débil y rasposa, la usual chispa que esta contenía se había apagado.

-Alexander. Alexander, ¿quién te hizo esto?

El menor cerró los ojos y sonrió débilemente.-A veces las personas no se pueden poner de acuerdo...Y a veces esos desacuerdos escalan a cosas horribles.

Un duelo, Alexander había estado en un duelo.

-¿Con quién?-Preguntó Thomas, apretándo la mandíbula.

-Aaron Burr.

Thomas sintió su sangre hervir.

-Ese maldito...Sólo esperá a que le ponga las manos encima, va a--

-No, está bien. Realmente. Perdono a Burr.

El sureño miró al caribeño, perplejo, intentando comprenderlo.

-¿Cómo podés perdonarlo? Mirá lo que te hizo, Alexander, ese maldito no merece tu perdón...

-Burr tenía miedo, estaba aterrorizado. Lo ví en sus ojos. Él no quería matarme, pero el miedo tomó control de su cuerpo. Lo perdono, y no le tengo ningún tipo de rencor. Por favor, no le hagas nada.

Thomas soltó un sollozo al escuchar la voz de Hamilton volverse cada vez más baja.

-Sos una muy buena persona.-Lloró. -No merecés nada de lo que te pasó...

-No soy una buena persona, Thomas.-Alexander tenía una débil pero pacífica sonrisa en su rostro.-Soy un humano. Hice cosas horribles en mi vida, pero soy un humano al final de todo.

-¡N-No hables de tu vida como si ya hubiera pasado! ¡Sos muy jóven todavía, aún te quedan muchas cosas por vivir, no te vas a m-morir!

-Por favor, no arruines tanto este país con tus ideales utópicos...

-Alexander Hamilton, no te vas a morir. Vas a vivir, te lo ordeno. Vas a vivir y vas a criticar mis ideales utópicos todo lo que quieras.

El caribeño cada vez parpadeaba más lento, y con más esfuerzo.

-Es curioso cómo la única muerte que no nos cuesta aceptar en la nuestra.

Los sollozos comenzaron a salir, cada vez más fuerte, de la garganta del mayor.

Quería que el menor acepte y entienda que no iba a morir, que Thomas no lo dejaría. Pero la herida se veía muy fea, y había demasiada sangre y muy poca esperanza.

Alexander veía, lleno de paz y tristeza, cómo el sureño lloraba y lloraba.

-Thomas...-Murmuró, alzando una mano ensangrentada y ahuecando su mejilla, limpiando sus lágrimas, aunque dejando en su lugar pequeñas manchitas rojas.-Me duele...

Dependencia ||  Jamilton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora