XXV

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Ser despertado en medio de la noche no era algo que James Madison apreciara, y el pequeño hombre no se olvidó de demostrarlo en su expresión.

-Thomas.-Madison habló con ese tono tan calmado que le ponía los pelos de punta al mayor.-Venís a mi casa. A la tres y media de la madrugada. En pleno invierno, a despertarme...¿Por un bálsamo de labios?

Thomas sonrió tímidamente y se removió en su silla.  Ambos hombres se encontraban en el comedor de James.-Es que tengo los labios resecos.

El menor rodó los ojos y se puso de pie. Luego, salió del comedor, volviéndo un rato después con un tarrito del tamaño de la mitad de la palma de su mano y un espejo.

Depositó ambos objetos frente al más alto. Madison tenía puesto su pijama, y Thomas sintió la culpa de haberlo despertado crecer dentro de él.

-Acá está el bálsamo. Tengo bastante, así que podés quedártelo. Con este frío viene muy bien, ya que previene y cura los labios resecos, yo lo uso bastante y…¿Se puede saber por qué, de la nada, a las tres de la madrugada, te preocupás por tus labios resecos?

Thomas simplemente volvió a sonreír tímidamente, se encogió de hombros, y abrió el tarrito para observar su contenido. Una crema con un delicioso olor a hierbas lo esperaba dentro. Tomó un poco de la crema con su dedo índice, y comenzó a pasarlos por sus secos y resquebrajados labios.

Por supuesto que había una razón para sus ganas de bálsamo labial. Pero estaba seguro de que si las dijiera, James lo retaría, lo miraría mal o lo compararía con una adolescente.

Madison señaló sus propios labios.-Hacé esto.-Hizo una movimiento con sus labios, como frotándolos entre sí, pero más lentamente.-Así distribuís el bálsamo por toda la superficie.

Thomas imitó su acción.

El menor suspiró.-Esto, de alguna manera, tiene que ver con Alexander, ¿No?

Jefferson soltó una risita nerviosa, sus mejillas colorándose.-En tu mente, todo lo que hago tiene que ver con Alexander, ¿no?

-Entonces explicame por qué querés ese bálsamo labial.

-…Bueno, sí tiene que ver con Alexander.

James rodó los ojos.-Por supuesto que sí. Contame, ¿que hizo ahora para que te intereses por tus labios? ¿Por qué te estás sonrojándo ahora?

Thomas sonrió ámpliamente.-Me dijo que le gustan mis labios. ¡Jemmy, me dijo que le gustan mis labios!

Contrastando con la alegría y emoción en el rostro de su amigo, James frunció el ceño.

-¿Enserio te dijo eso?

-¡Sí! Me dijo que no le importaría besarme, y que le gustan mis labios. James, ¿pensás que le gusto?

El menor frunció aún más el ceño, mirando a Thomas como si intentara adivinar lo que pensaba.

-No, no creo. ¿Por qué te interesa tanto eso?

El mayor no respondió, pues se quedó pensando en las palabras de Madison. Su amigo siempre fue una persona muy honesta, por lo que si le decía que no creía que a Hamilton le gustara, probablemente era así.

Eso era un problema. Jefferson apenas sabía lo que Hamilton pensaba de él. ¿Habrá cambiado la opinión del menor sobre el mayor en todo ese tiempo, así cómo las del mayor habían cambiado sobre él?

¿Siquiera Jefferson le caía bien a Alexander?

-Estás enamorado de él.-Dijo, con rostro inexpresivo, Madison, como si así estuviera sentenciándolo a muerte.

Dependencia ||  Jamilton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora