XXXI

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No fue hasta que Thomas llegó a su casa, cerrándo la puerta detrás suyo, que dejó salir un respiro que no sabía que había estado conteniéndo.

Cerró los ojos y se dejó caer en el sillón, Dick se encontraba en su cabeza haciéndo quién sabe qué con sus rulos. Thomas no le prestó atención, pues su mente se encontraba concentrada en otra cosa.

Mejor dicho, persona.

Lo sabe, sabe todo, fue lo primero que se le cruzó por la cabeza cuando el menor mencionó a "Jaqueline".

Lo sabe, lo sabe, y está furioso.

Un millón de escenas se habían reproducido por su mente mientras ambos hombres compartían una larga mirada.

-Jaqueline...Un nombre muy diferente al mío. ¿Creíste que justamente por eso no iba a darme cuenta de que soy yo? No soy estúpido, Jefferson.

-No, Alexander, no es lo que--

-Oh, claro que lo es.-Los ojos del menor no habrían dejado los del mayor, pero su mirada lo aterrorizaba. Lo perforaba, lo mataba.-Te enamoraste de mí, y usas ese nombre, "Jaqueline", para poder hablar de mí. Pero no soy estúpido, yo me doy cuenta de todo.

Thomas habría tragado saliva, bajándo la mirada.-Puedo explicarlo...

-¿Explicar qué? ¿Cómo te enamoraste de mí como un estúpido? ¿Cómo estás usándo el nombre "Jaqueline" para referirte a mí y poder hablar de tus asquerosas fantasías conmigo?-Alexander le habría dedicado una horrible sonrisa llena de odio y malicia, y Thomas aún así la habría encontrado hermosa. El menor habría levantado la pierna y apoyado su pie con fuerza en el asiento del mayor, justo entre sus piernas a muy pocos centímetros de su entrepierna, arrancándole un gritito por el susto.-Nunca me enamoraría de vos. Pobre cosita fea.

Thomas dejó salir un suspiro tembloroso, agradecido de las cosas no hayan tomado ese rumbo.

Alexander realmente creyó que "Jaqueline" era otra persona. No hizo ninguna escena de celos, ni mostró ninguna emoción relacionada al enojo.

Peor aún, le deseó suerte con "Jaqueline".

El sureño entendía que el menor no tenía por qué reaccionar mal ante eso. Thomas muy bien sabía que Alexander no sentía nada por él, por lo que no había ninguna razón para que se enojara ante la supuesta existencia de Jaqueline. No eran pareja, y nunca lo serían.

Aún así, Thomas sentía que había cierto grado de intimidad entre ellos. No solo tenían sexo, pero también compartían besos, tenían aquellas raras pero cada vez mas comúnes charlas amistosas. Thomas había cuidado de Alexander mientras este estaba enfermo, y Alexander había consolado al mayor en varias ocaciones cuando el miedo y la tristeza lo habían cegado de la realidad.

El otro día, el caribeño había hecho una terrorífica pregunta.

"¿Qué somos?"

Eso significaba que también era conciente de la profundidad que su relación había alcanzado. Que sabía que habían dejado de ser "enemigos" o "rivales con sexo ocacional" hacía mucho tiempo.

Y Thomas se había muerto de ganas de contarle sobre sus sentimientos, en ese mismo momento, y decirle que quería ser mucho más que "amigos". Que quería amor, que quería ser su pareja, en el sentido romántico.

Sin embargo, el miedo y su adoración por los bonitos momentos con Alexander lo habían frenado.  Sabía que, en el momento en el que esas palabras hubieran sido escuchadas por el menor, sus momentos con él se habrían terminado. Lo dejaría. Él mismo se lo había dicho.

Dependencia ||  Jamilton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora