8: La fuerza de su desahogo. 🚔

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Kirishima sonrió, qué irritante, ¿cómo entró? Sutilmente escondo ciertas pilas de libros que traje de aquella convención repleta de ñoños con una sabana roja

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Kirishima sonrió, qué irritante, ¿cómo entró? Sutilmente escondo ciertas pilas de libros que traje de aquella convención repleta de ñoños con una sabana roja. Observo un momento el reloj de la sala de estar; cuatro y veinticinco de la tarde. Un poco más y debía ir con el inútil de Aizawa. No tendré tiempo suficiente para leer todos los libros de Midoriya. Sólo uno más, sólo quiero leer un libro más y haré lo que sea.

—Desaste de esa espantosa sonrisa, he dicho que te largues, ya he tenido suficiente de ti por un día —le digo, dispuesto a retirarme.

—No, acabo de llegar, ¿qué hacías...? —Kirishima observa en donde minutos atrás me yacía sentado, parece inspeccionarlo —. ¿Interrumpía algo?

—¿Y a ti qué mierda te importa?

—¡Uh no! Si te lo digo no terminaría nunca —sonrió.

—Déjate de estupideces, ¿qué podría estar haciendo? —llego a un metro de distancia de él.

Él muestra una sonrisa amplia, pero sus ojos desenváinan desconcierto y dudas, además; sus latidos resuenan más estrepitosamente ante mis tímpanos.

—Nada, bueno, puede que estés haciendo algo de hombre, ¡ya sabes! —golpeó un poco mi hombro. La tensión se disipó con rapidez.

—Marrano. No soy tú, gracias a Dios. Ahora no tengo el tiempo para continuar con cada blasfemia que sale por tu asquerosa boca. Me debo ir.

—¡Ah es cierto! Vas con tu loquero.

Tomé una chaqueta del sillón, negué con la cabeza, años atrás también creía eso, que un psicológico era una especie de loquero que trata a otros loqueros. Toda mi pasada ignorancia me avergüenza, ¡tanta estupidez en mí! Pero Aizawa fue el único que realmente se esforzó por intentar hacerme razonar. Quien realmente quería ayudarme. La misma estación obligó a que tomara las sesiones, en su momento lo odié, he hice que cada psicológico abandonara la misión a culpa del desorden mental con los que los recibía. Puede que sea un pendejo en varios sentidos, mas en lo que yo veo no lo es.

—Vete de mi casa, Eijirou, voy a cerrar.

—¡Vamos! No te esponjes, ya perdón, ¿te llevo?

—Ni siquiera tienes auto.

—¡Por eso! Yo conduzco tu auto.

—Estás bien retrasado si crees que te daré mis... —fui interrumpido.

—¿Llaves? —Kirishima alzó su mano, en ella mi llavero.

—¿Cuándo mierda las...?

—¡Ah eso no importa! Sube al coche.

Cansado y sin ganas de nada; obedezco. Pienso en el cómic que leí: "Par de ineptos", donde en un mundo; los sujetos tiene una esencia animal, conviven en una utopía por prevalecer la humanidad que los componen. Los protagonistas, un muchacho rebelde de un instituto con la esencia de un perro, conoce a su maestro de literatura, ambos intentan salvar el taller de arte dramático. En el intento se enamoran. Las negativas dispersas por el joven estudiante son ligeramente abstraídas por profesor. El maestro crea una adaptación de Caperuza Roja. Una historia algo sencilla y apasionado para cualquier persona. Sin embargo, para mí, aquellos diálogos, los vestidores, la demostración de sus sentimientos de los personajes, fueron un pasaje a mi remoto pasado. La interpretación de lo no borroso, en lo que me concierne, puede que, fuera un golpe a la ineptitud en un entonces.

El sabor de la piel | Boku no hero academiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora