Serenar su mente nunca ha sido una acción sencilla, su temperamento conllevó a separarlo de la persona que más amaba, perder ante un alfa disminuyó su clasificación. Ahora su resguardo es ser el mejor policía de Hosu, y en sus acciones volverá a ver...
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Mientras más me hundía en la búsqueda de la verdad, más parecía que no podía alcanzarla. Hasta el día de hoy, ningún criminal de los que he atrapado ha salido de la cárcel. Descarto las pandillas y borrachos que están en la calle, que han salido bajo multa o fianza. Estoy harto, cansado mentalmente. Todas mis esperanzas que pudiese tener con Izuku Midoriya se fueron al caño. Su vida es mi prioridad como ciudadano.
Es temprano, el sol no se digna a salir, le atiborra un montón de nubes grises opaco a pesar de que el clima de ayer fue agradable, lo más probable es que lloviese. Hay un bullicio en todo el lugar, ¿por qué? ¿Por qué en una casa donde no hay niños, hay más ruido de lo que la Bruja y yo podríamos provocar? Respuesta sencilla; gracias a las estúpidas órdenes de Tsugaramae. Kirishima está en la casa, informando lo sucedido de una tierna, sutil y no tan desastrosa forma que intentaron matarme a mis padres. También que, a partir de ahora, él vendrá a recogerme y dejarme todos los días a casa, llueve o relampagueé.
—¿Sabías que existen los pañuelos, Kirishima? —dije a Eijirou, quien tenía un bigote de leche en la parte posterior de los labios y algunos granos de cereal en su cara. Mitsuki tomó la pésima decisión de invitarlo a desayunar antes de que partiésemos a la comisaría, Kirishima había llegado tan temprano alcanzando plato para comer.
La desgracia de esto, es que él comía a mi lado, y cada vez que su cuchara hambrienta se alzaba a su boca, migas y saliva de su alimento caía en mi plato, arrebatándome las ganas de siquiera probar gota de agua. Es un marrano en todos los sentidos.
—¿Qué clase de indirecta me estás tratando de decir? —preguntó inocente.
—Que eres un puerco.
—Ese no es el lenguaje que yo te enseñé, Katsuki —vocalizó mamá, perdiendo la paciencia.
—Disculpa, lo intentaré de nuevo; Kirishima, eres un puto puerco —corregí. A consecuencia, un zape lleno de poder se dio en mi nuca, gemí de dolor. De verdad; ¿por qué no tengo un TCE*? Con las manos pesadas que tiene podría ser boxeador.
—¡Maldición! ¿Qué? Si eso fue lo que me enseñaste, vieja Bruja.
—Síguele Katsuki, síguele y ya verás.
Después de un par de carcajadas que Eijirou le arrebató a mi madre, disponemos a marcharnos, Mitsuki le susurra a Kirishima Cuídalo, con la idea de que no me he dado cuenta, íbamos a llegar muy temprano.
—¡Ah, me siento como un niño bueno! Que va a llegar a tiempo a la escuela —comentó.
—No seas idiota, no iremos al departamento, primero iremos a una cafetería.
—¿¡Eh?! Why? ¡No me digas que aún tienes hambre!
—¡Pero claro que sí bastardo! No comí nada por tu culpa.
—Bien, bien, bien, vayamos a comer.
—¡Comeré yo! —Exclamé al subirme al auto del asiento copiloto. Temía a que fuese a llover, por lo que tomé una densa chamarra que me llegaba hasta el cuello, el frío era evidente, el viento adormecía mis falanges distales. Kirishima se colocó el gorro de su sudadera azul.