14: Un precioso tal vez. 🕑

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Aureliano no sólo podía entonces entender, sino que podía vivir como cosa propia las experiencias de su hermano, porque en una ocasión en que éste explicaba con muchos pormenores el mecanismo del amor, lo interrumpió para preguntarle: «¿Qué se siente?» José Arcadio le dio una respuesta inmediata: —Es como un temblor de tierra.

•Cien años de soledad.

—Gabriel García Márquez

***

Hoy peleé a golpes con un alfa en un restaurante. Miraba a Izuku con deseo y lujuria, yo lo sé. Su asquerosa personalidad carismática era algo reconocido en la pretensión. Dio surgimiento a una discusión con Deku. La peor discusión de mi vida, las frases se volvían gritos y exigencias. La garganta ardía sin rendirse. Harto, colorado por mis infaustas, tomé de las muñecas a Izuku, zarandeando su cuerpo. Una aglomeración de intolerancia me invadió, no quería ceder a la derrota. Mis manos hormiguean, presionando mucho más las muñecas de Midoriya. Azoté su cuerpo en la pared de los baños que hizo nacer un quejido de dolor ahogado de Izuku.

Y no escuchaba nada mas que a mí mismo. Todo se multiplicaba a mil, la ira en una bomba. «¡¡¡Bakugou!!!» exclamó con fervor Izuku. Solté sus muñecas, se volvieron en un morado nocturno con las marcas de mis uñas en su piel. Él estaba asustado, yo también. El desorden emocional del cual contengo comenzó a ser un problema.

En blanco por mis acciones, me fui a casa, huyendo de él. No sabía lo que ocurriría después.

El señor Hisashi Midoriya ha fallecido, murió en su trabajo mientras intentaba bajar en un edificio en llamas; era bombero. Lo prudente en hacer era mantenerme alejado de Izuku por entonces. Error. Tres días después del entierro llegó llorando a mi casa, mi madre se había dispuesto a ir a comprar, por lo tanto sólo me yacía yo. Gimoteando sin cesar entró a la casa sin permiso. Éste tipo de situaciones me paralizan.

Izuku Midoriya golpeaba débilmente mi pecho, preguntando por qué no estaba a su lado ahora que el sufrimiento lo consumía sin descanso. ¿Por qué me alejé sin aviso de su lado? «Culpa», contesté. Fuese como fuese, aquellos acontecimientos nos unieron un poco más. Hasta que me enteré que Deku se mudaría muy lejos ya que su madre no soportaba el delirio y dolor de la muerte de su esposo. Aún no había fecha exacta, sin embargo, sentía que pronto los días que me quedaban con él se consumirían totalmente.

Y los problemas también.

***

La junta inició con el jefe de la comisaría dando tareas para el resto del día. Observo el reloj de la pared blanca del cuarto: siete y trece minutos. Faltaban ocho horas con treinta y siete minutos para ir con Izuku. Apretaba desesperado la pelota de hule en un intento de que ella absorbiera mis inseguridades. Nadie sabía del por qué estaba en otro mundo cada vez que intentaban hablarme. Se planteaba la idea en mi cabeza cómo sería la tarde. No tendría mucho que decir, creo que será aburrido contar la historia académica la cual cursé, o narrar las misiones y escalones que tuve que pasar para llegar hasta hoy.

O las salidas fallidas con mujeres, de las que no me gustaría ni haber vivido. Besé muchas bocas a lo largo de mi vida, pero ninguna me satisfacía.

Sencillamente... No eran, él. Me centré el las faenas de policía y de detestar a Shouto Todoroki. Sí, ojalá se caiga en mierda. «Es algo biológico, señor Bakugou, y poco conocido por la poca probabilidad de que ocurra en esta vida vanguardista», la voz del médico resonaba en mi cabeza. «No es que esté enfermo... Esto ya tiene tiempo, sólo que ahora se remarca más a causa de las actividades... ¿Tiene idea de quién es la persona a la cual debe acatar?»

¡Maldito, es un maldito! Sin pensarlo, la pelota que tenía la empecé apretujar con más auge.

El día se pasó lentísimo, patrullando en avenidas sin fin, deteniendo pequeños vándalos de la calle. Los insufribles peleaban, sabiendo que perderían. ¿Por qué hay tanta bajeza en éste mundo? Un hombre de mediana edad quería asaltar una tienda. Abruptamente llegó a mi memoria cuando arresté al padre de Kirishima. Nunca creí que un hombre como lo es Kirishima Eijiro tendría un padre tan deprimente y desahuciado. Y que él mismo se conllevaría al suicidio. Muchas cosas ocurrieron con los años. El hombre que quería asaltar la tienda fue detenido. Volví a la estación concluyendo mi jornada, ansiando cambiarme, sólo dos horas más.

—Bakugou, Tsuragamae te quiere en su despacho —Avisó Toga.

—¿Y ahora qué quiere el desgraciado? —levantó los hombros en forma de no saber.

Con reproches llegué. Saludó como lo haría solamente él. Dijo que tenía una tarea para mí, me entregó unos papeles donde debía llevar a archivar. Exasperado comencé alegar, ¡ése lugar para solo atender duraba siglos! Perdiendo la disputa, me encaminé hacia el área de archivos. Antes de mí se hallaban veinte personas más. Maldije a Tsuragamae, iba a ser su culpa si no llegaba a tiempo a la cafetería. 

    De no ser por mis ansias hubiese tenido tiempo suficiente para dormir ahí parado. Finalmente me atendieron y pude irme. Cuatro y cuarenta de la tarde. Mi corazón bombardeó con fuerza, esperando que Izuku continuase en aquel lugar. Al no tener tiempo de cambiarme, dispuse de una patrulla y encendí las sirenas. ¡Era una emergencia! Necesitaba llegar, añoraba verlo. ¡Por favor Dios, dame tiempo! Que él esté ahí, joder...

Al llegar a la cafetería, bajé aturdido, con la respiración agitada a culpa de la incertidumbre. No estaba en ningún lado.

Decepcionado, subí con desdén al asiento del copiloto. Manejando con los ánimos por los suelos. En un alto, divisé la revoltosa cabellera oscura y zapatos rojos de él. Me emocioné. Grité su nombre hasta que por fin me oyó. Está sorprendido, bajé de la patrulla.

—Katsuki... ¿Qué estás...

—¡Cállate!, ¿por qué estás aquí? —pregunté, aunque ya tenía la respuesta. Era claro que se retiraba, creyendo que lo dejé plantado.

—Eh... Yo creí... Que, tú...

—¿Enserio creiste que no vendría? —lo tomé de los hombros —¿has olvidado que tengo trabajo?

Dio una mirada al auto y luego me miró, bajó su visión apenado, pero, en sus ojos se vio un destello precioso.

—Iremos a tomar un helado, ¿entendiste?

Asintió. La tensión desapareció, él eligió un helado de fresa, yo ni siquiera sabía de cuál comía. Contaba de un señor llamado Toshinori, quien le dio la oportunidad de dibujar en una editora con nombre americano. Lo describía como un héroe, e inconsciente el nombre "All Might" llegó a mi memoria. Confesó que se basó en él para crear aquel personaje con sombras espesas. Di algunos comentarios sobre la historia que hicieron enrojecer sus mejillas. También dio algunas anécdotas de su vida escolar, como si no quisiese profundizar esa época de su vida.

Intercambiamos correos y números. Sonreí al saber que lo volvería a ver. Hubo un instante en el que deseé besarlo, su aliento podía aspirarlo. Me sobrepuse ofreciéndome en llevarlo a casa. La noche estaba acompañada por las estrellas. Él asintió avergonzado. Cuando llegamos nos despedimos con un casto abrazo. «Te llamaré» dijo.

Regresé a casa feliz, con un calor tibio en el pecho. Al doblar la esquina para llegar a los departamentos, humo y llamaradas nacían del edificio.

—¡Necesito un veintidós* y un veintitrés¹ de inmediato! —exigí por la radio, detrás del auto, venían dos patrullas más.

Mi casa se está incendiando...

Fin del capítulo 14.

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22*: Bomberos

23¹: Grua

El sabor de la piel | Boku no hero academiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora