Prefacio.

11.9K 1.1K 130
                                    

Notas de autor: Ninguna imagen y/o fanart que se encuentra en este fanfic es de mi autoría. Cada una de ellas fue encontrada al azar. Desconozco a los autores correspondientes. Si llegase a conocerlo, por favor enviar un mensaje y de inmediato serán revocadas dichas imágenes.

Este fanfic fue hecho con fines de entretenimiento, mi objetivo no es crear polémica ni conseguir dinero. Por favor, no relacionen esta historia de ficción con la realidad, todo es fantasía, no pretendo fomentar las violaciones a derechos humanos que aquí se presentan o la corrupción a la moral.

Nuevamente, gracias por leer.

_______________

—Katsuki Bakugou —, nunca he tenido suerte en esto de controlar mis emociones—. ¿No lo entiendes? No puedes golpearlo.

—¡Fue su culpa! —recuerdo haber dicho eso cuando tenía cinco años, era una ira infantil y estúpida que hizo negar mi propio ser. Los indicios de mi negación, que terminó por romperse a culpa de alguien de quien me enteraría en un futuro. 

—K-Kacchan... —la voz aguda de Izuku en aquel entonces me irritaba, fue incluso antes de saber nuestras clasificaciones.

Aquel día me enteré por qué detestaba tanto a Izuku Midoriya, y también me enteré de que no era odio.

—Tengo aquí sus documentos que la enfermería ha expedido, como estuvieron en una riña no pudimos entregárselos a ustedes y que llegasen a las manos de sus padres —está impregnado en mi mente la forma tan molesta y particular en la que me miró el subdirector del preescolar.

—¡Sé que soy un alfa!, no hace falta que me lo digan —, lo soberbio aún no se me quita...

Un "yo también" había salido de los dulces labios de Midoriya después de mi argumento incoherente.

—Tienes razón Bakugou, pero... —Los orbes de Deku, por qué para mi era Deku: un niño bueno para nada, se agrandaron un poco más, presencié aquel verde intenso que tanto me idiotizaba desde entonces —¿No te parece un poco cruel golpear a un omega?

Él no lloró, sin embargo, aún con la mente de un infante, sabía lo mal como lo poco moral de golpear a un omega, que era prácticamente como golpear a una mujer beta. Como golpear a un inocente, a alguien quién no merecía ser golpeado.

—Izuku Midoriya, usted es un omega, Katsuki Bakugou, usted es un alfa, creo que le debe una disculpa, joven Kacchan... Serás un niño, pero debes asumir tu responsabilidad.

Fue la primera vez que detesté ser un alfa, ¿por qué debía pedirle disculpas a Deku? Sencillamente no quería hacerlo.

Mi orgullo me impedía realizar tal acción a un bueno para nada, demasiada soberbia para un niño de seis años.

Di un escándalo si mal no recuerdo, yo seguí denigrando a Midoriya en un extraño intento de ocultar mis verdaderas intenciones, y tal vez con ello; calmar mis instintos.

Pero en tercer año de secundaria, cuando tuve los quince años de edad, un olor embriagante parecía llamarme, gritándome con dolor y angustia. Crucé media escuela en busca del discordante aullar.

—K-Kacchan... —Tal fue mi sorpresa el haberme encontrado a Deku abrazándose a si mismo en un rincón del salón de química que caí ante el suelo, no por horror, todo lo contrario, las mejillas de Izuku estaban en un intenso color escarlata haciendo que la garganta se me secara, temblaba demasiado haciéndolo ver sumamente hermoso y desprotegido, incitando mi bestia interior a tocarlo.

Midoriya me estaba llamando con su olor. Yo quería, anhelaba tocar.

"Los alfas le es imposible resistirse al aroma de celo de algún omega", leí eso una vez en un libro de biología. Con temor de mis pasos inertes y acciones vírgenes, lo arrinconé. No entendía lo que me ocurría en ese entonces, lo detestaba. Únicamente sé que el aroma de Midoriya era excitante, me gritaba a estar a su lado.

—¡Ah! K-Kacchan... Por favor... N-no... Bakugou...—nunca había creído lo sabroso que podía saber la piel de Deku. Lo precioso que podía oírse su voz, y lo sublime que salía mi nombre en sus labios.

No era yo...

Era mi estúpido instinto alfa.

—Perdóname Midoriya... —dije más tarde, algunos mañanas después, aquel susurro declaraba una despedida, en sus ojos llorosos, con los labios entreabiertos y rostro confundido de alguna manera; él también se despedía.

Había huido cual cobarde.

Han pasado diez años desde aquel acontecimiento y no lo he vuelto a ver. También esa fue la primera y la última vez que pude oler el aroma de un omega, a comparación de mis colegas que pueden disgustar el aroma de miles de omegas que pasan por sus ojos.

Tampoco podía excitarme con la presencia de uno, ni me descontrolaba ante el celo de otro. Me era algo benefactor en mi trabajo. Me habían dicho que no era normal, y por insistencias fui al médico.

El doctor me había dicho que ya no era un alfa, que era algo conocido como: Delta.

Fin del prefacio.

_____

¡Gracias por leer! 👋💞🇲🇽

Obra sin editar.

El sabor de la piel | Boku no hero academiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora