Mantra

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Volver a Moscú era algo extraño para él, había pasado toda su infancia en aquel lugar y estar de regreso le refrescaba muchos recuerdos maravillosos junto con su abuelo

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Volver a Moscú era algo extraño para él, había pasado toda su infancia en aquel lugar y estar de regreso le refrescaba muchos recuerdos maravillosos junto con su abuelo. Recordaba el día en que patinó por primera vez, las veces que calló al piso y sus rodillas se llenaron de moretes, todas las lágrimas derramadas y el sudor derramado en su frente había valido la pena, al menos, hasta el año pasado.

Cualquier persona que escuchara su cabeza lo tacharía de inhumado, pero en el fondo, eran sentimientos verdaderos; por culpa de Nadia jamás volvería a patinar. Había avanzado demasiado rápido en su corta edad, a veces se sorprendía de que, con dieciséis años, fuera más importante saber si la cantidad de pañales que tenía era suficiente y no si su banda favorita venía a algún recital. Qué si la pequeña ropa era abrigadora para el invierno, y no si en la consola nueva se podría jugar Legend of Zelda. Que si Nadia no iba a pasar hambre con una familia tan pequeña y pobre y no si podía salir de fiesta con sus amigos.

Y aunque lo miraran con malos ojos, debía admitir que todo eso le dolía a montones. Siempre terminaba inspirando demasiado aire cuando aquellos pensamientos aparecía en su cabeza, a veces, podía entender al cerdo y sentir en carne propia la ansiedad de lo que se avecinaba en el futuro. Amaba con toda su alma a Nadezhda, pero decir que el embarazo era una de las mejores épocas de la vida de un Omega era una falacia horrorosa.

Pero no todo era malo, muchas cosas si habían cambiado para mejor, un ejemplo era su madre. Aunque la relación que ambos tenían no era la mas armoniosa, al menos se notaba comprometida en estar ahí a su lado, para apoyarlo en un momento tan importante como lo era la maternidad. Víctor y Yuuri se habían vuelto más unidos no solo con él, sino entre ellos mismos, quizás fuera por su nena, pero podía ver como los ojos de Víctor brillaban con emoción cuando hablaban de ella, lejos, era uno de los que más esperaba la llegada del nuevo integrante de la familia. Mila iba todas las semanas a su casa para saludarlo y preguntar como iban las cosas, como tenía una situación económica más elevada, siempre llegaba con las manos llenas de regalos, chocolates caros y prendas llenas de estilo para Nadezhda y para él.

Y pues, Otabek... el seguía siendo el tonto de siempre, pero estaba ahí para escucharlo, aunque de su boca salieran solo groserías y maldiciones, el kazajo estaba escuchando atento y dándole apoyo moral a todo esto. Aunque no estuviera saltando en dos pies de emoción, podía ver en su excesiva preocupación que también estaba ansioso con la idea de ser padre. Y aunque las cosas habían salido muy mal para los dos en un comienzo, podía decir fuerte y claro que ya había perdonado todos los errores del pasado. No se lo diría aun, talvez su fuente de determinación era su perdón, hasta entonces, Otabek tenía que nadar un poco más contra la corriente y no dejar que el rio se lo llevara.

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36 contigo, 36 sin ti. [Otayuri] ~Omegaverse~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora