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Te encontré, de nuevo. 

 No necesité llamarte otra vez, porque tú estabas aquí. 

Y sostuve tu mano, una vez más. 

Era fría. Muy fría. 

Tus dedos se cruzaron con los míos, bailando suavemente entre brillos lejanos. 

Tú brillas. Tu cuerpo entero se ilumina. 

Te veo cubierto de verde, al igual que tus ojos. 

Todo es verde. No recuerdo ya nada más. 

De pronto, se oscurece el cielo. 

Sólo decido perderme en la luz de tus ojos. 

Esos malditos ojos verdes. 

Y la sangre comienza a brotar, sin piedad. 

Es un río de sangre. 

Te observo, y tú me miras. 

¿Es angustia en tu cara?

No puedo hablar. 

Intento decirte que estoy bien, pero... no, no lo estoy. 

Es rojo y quema. 

La sangre en mi cuello quema, sin piedad. 

No hay piedad ni lágrimas. 

No me duele, créelo, no duele. 

Siento un impulso, abro los labios un poco. 

Lo intento. 

"Phantom". 

Un susurro. Todo se esfuma.

.

—¡Sam, cielo!

Casper observó a Sam, tendida en la cama y con una expresión dolorosa en el rostro. Estaba sudando frío y no dejaba de temblar, manteniendo los ojos cerrados con el ceño completamente comprimido. Casper no podía evitarlo, sentir lástima por su novia. Él sabía que ella era fuerte, pero un pasado muy oscuro la atormentaba. Quizá debió aceptar cuando Sam le propuso regresar.

Vaya idiota.

Mientras cambiaba la franela húmeda de su frente, pensó que nunca podría ser capaz de protegerla, aunque se esforzara, aunque ofreciera su vida a cambio. Casper se sentía tan impotente.

—Estoy aquí, linda. No me iré.

Entonces ella abrió un poco los ojos. Extendió con cuidado los párpados, sin borrar la sensación de náuseas de la cara. ¡Claro que le duele! Mantenerse viva le pesaba y le dolía. Casper lo sabía, porque la cicatriz en el cuello le recordaba todas esas noches que Sam había sufrido a causa de las pesadillas.

Y Sam se quejaba un poco, como si la cabeza le zumbara lo mismo que un infierno.

—¡Sam! —la tomó de la mano con absoluta rapidez—. No te esfuerces, cielo. Mantente recostada.

Casper estaba preocupado, se le oía en la voz.

Sam apenas y podía sostener la mano de Casper, con un ligero temblor. Tragó saliva para aclararse la garganta y luego lo miró. Casper se dejó envolver por esa mirada lavanda que tanto le gustaba, y se quedó en silencio, aguardando a que ella dijera cualquier cosa que le indicara que estaba bien.

—Casper...

Dentro de sí, se encontró aliviado de que ella lo reconociese.

—Casper —repitió, con más entonación e ignorando su patética condición—. ¿Qué ocurrió? Casper, ¿en dónde estamos?

—Nada, nada, cielo. Uhm —suspiró—. Creo que sufriste un desmayo cuando veníamos aún sobre la carreta, después de que la llanta terminara explotando —rio, acercándole un vaso con agua. Ella lo aceptó y bebió como si hubiese pasado mil siglos en el desierto—. En vista de que no reaccionabas a todos mis gritos e impulsos desesperados por despertarte, terminé conduciendo como un chiflado por toda la carretera...

—Casper, eso fue peligroso e idiota. 

—Sí, tienes razón. Pude haberte matado. 

Sam negó con la cabeza, moviendo su larga cabellera. 

—Eres bastante idiota —afirmó para luego sonreír como pocas veces. Casper levantó los hombros, despreocupado—. No lo vuelvas a hacer, ¿sí? —él asintió—. ¿Qué hiciste después de conducir como un maniático que huye de la policía?

Casper esbozó una mueca divertida frente al comentario sarcástico. Su novia volvía a ser ella misma, irónica como siempre, sin rastros de dolor. 

—Uhm. Creí que sería buena idea aprovecharme de tu situación física —la observó con seriedad, aferrándose a la mano de Sam—. Te traje a un hotel, cariño. Si no era ahora, nunca lo sería.

Sam comprendió a la perfección sus palabras. Sus mejillas se tiñeron un poco, pero reconoció la broma enseguida, así que no pudo contener la risa y estalló en una carcajada. Casper también la acompañó, riendo los dos. 

—¿Tan mal estaba?

—Malísima, uhm.

Casper besó el interior de la palma de su mano.

—Ahora quiero escuchar la verdad, chico degenerado.

El aludido chasqueó la lengua.

—En cuanto entramos a Amity Park, estacioné la camioneta en cualquier lugar y salí contigo en brazos, pidiendo ayuda —se cubrió la mejilla con la mano de Sam—. ¿Por qué lo hice? Ahora que lo vuelvo a pensar, fue muy vergonzoso, uhm.

—¿En serio? —abrió un poco los ojos.

—Sí. Uhm. Algunos chicos me miraron no muy agradablemente. Supongo que imaginaron que era un tipo exagerado o un...

—¿Demente?

—Sí —frunció las cejas castañas—. Y como no conozco la ciudad, regresé a la camioneta y conduje por unos minutos más. Hasta que encontré este hotel. Te traje aquí porque en tu estado fue la idea más cuerda y genial que se me ocurrió.

—Casper —revolvió los cabellos marrones de su cabeza—. Buen chico.

—Ahora que sé que estás bien, ya puedo estar tranquilo —se dejó caer en el piso—. ¡Qué historia! Uhm. Ya tengo algo que contar a mis nietos, aparte de la fabulosa anécdota de cómo ordeñar una vaca.

Sam volvió a sonreír. Casper provenía de una familia que había dedicado la mayor parte de su vida al rancho. Lejos de lo que alguien pudiera creer, Ghost City era una ciudad rural y pequeña llena de campos ganaderos y agrícolas.

—Cielo —la llamó de nuevo y ella salió rápidamente de su ensimismamiento—. ¿Por qué no me comentaste que aquí existe una escuela que lleva mi nombre?

—¿Eh? —se sorprendió un poco. Y el recuerdo le llegó como un rayo—. ¿Casper High?

—Sí. Es curioso que tenga mi nombre, uhm. ¡Creí que era el único en el mundo!

—Tal parece que tu nombre es más común de lo que imaginas —sonrió—. Allí fue donde cursé la secundaria, junto con Danny.

Abrió mucho los ojos, completamente asombrada por sus propias palabras. ¿Acaso había dicho Danny? La boca se le secó.

Casper también enmudeció, contemplándola atónito. Bajó la cabeza un momento, buscando lo que diría a continuación, pero nada bueno le vino a la mente.

—Empecemos buscando a Danny, Sam.

ACÉFALO |Danny Phantom|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora