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Gran parte de la ciudad estaba desierta, podía ver casas destruidas casi por completo, fuego crecer desde el suelo y consumirlo todo. El paisaje era tan desolador y deprimente, incluso para ella. En verdad, un ambiente aterrador.

Una fuerte brisa la cobijó, haciéndola temblar.

El sonido de la tierra resquebrajarse bajo sus pies la puso en alerta, como si existiera alguien más detrás de ella, siguiéndola, dispuesto a atacarla en cualquier momento. Podía sentir una penetrante mirada todo el tiempo, pero allí no había nadie.

Continuó caminando sin rumbo, realmente no sabía hacia dónde se dirigía o hacia dónde tenía que hacerlo.

Finalmente lo observó a lo lejos y aumentó la velocidad de sus pasos, hasta que él no pudo ocultar la sorpresa en sus ojos, mirándola con afán de reproche.

—¿Sam? ¿Qué haces aquí? —frunció el ceño, bajando la guardia inmediatamente—. Creí que habías prometido quedarte a salvo lejos, junto con todos los demás.

—Lo siento. Crucé los dedos durante mi promesa —encogió los hombros—. No necesito que me protejas, necesito estar a tu lado y luchar contigo. Recuerda que tus batallas también son las mías.

El chico pareció no estar de acuerdo, pero no tuvo más remedio que aceptar, seguramente porque conocía lo muy testaruda que era. Luego, se elevó unos centímetros sobre el suelo, Sam lo contempló ensimismada, admirando cada fibra infinita de su ser.

—De acuerdo, pero no dejaré que intervengas más de lo necesario.

—No deberías preocuparte tanto por mí —se cruzó de brazos bajo el pecho, y el chico le clavó los ojos, sonriendo—. Tengo el Termo Fenton.

Lo mostró y el chico carcajeó suavemente. Sus piernas se trasformaron en una especie de cola transparente que casi era imperceptible.

—Los destruiremos molécula por molécula.

Dijeron al unísono, intercambiando miradas. Sam se perdió en la profundo de sus ojos esmeralda y en el brillo que éstos adquirían, mientras que le tendía una mano.

Ese chico era especial, no solamente por su traje majestuoso, ni por su cabello blanco tan perfectamente alborotado, sino porque causaba en ella demasiados sentimientos juntos. La excitación de la batalla y la emoción de estar con él era sólo una pequeña parte de todo lo demás.

Estiró la mano a lo alto. Sin embargo, la figura del chico desapareció abruptamente y todo se volvió oscuro en menos de un segundo.

Su cuerpo se paralizó y el miedo se apoderó de ella.

—¡Danny!

Gritó.

Dentro de su demencia pudo darse cuenta de algo... ¡Danny!

Volvió a gritar sin éxito y continuó haciéndolo hasta quedarse sin voz. ¡Era él! ¡Da...!

Su último suspiro murió sin siquiera ser pronunciado. De pronto, una sensación de calor se acumuló en el fondo de su garganta, que fue suplantado por ardor y fuego quemando en su cuello. Todo lo demás fue dolor, en su extensión más cruda y cruel.

—¡Sam!

La voz del chico se convirtió en un susurro muy distante hasta casi desaparecer.

—¡SAM!

—¡SAM!

Abrió los ojos con violencia, dándole la cabeza miles de vueltas. Se topó de frente con el techo blanco y carcomido de la habitación, no tardó en darse cuenta que se encontraba en uno de los cuartos de la casa Fenton. Sintió un bloque de hierro oprimir su cabeza, y el ligero ardor en la cicatriz en su cuello le daba comezón, provocando que se rascara con fuerza desmedida.

ACÉFALO |Danny Phantom|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora