Capítulo 22

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Estábamos en el auto, otras insoportables horas de viaje nos esperaban, la rivera era un lago secreto en medio de un bosque que quedaba justo a unas 6 horas en horas en auto, en alguna reserva natural.

-Repíteme ¿Qué condenado demonio es la rivera?- pregunta Ian.

-¿Haz escuchado de Gwendaly?- estire mis piernas, Gwendaly era la cuidad de las hadas, situada en París, solo se podía llegar a través de un portal oculto en un árbol al norte de Filipinas, solo las hadas tienen acceso ahí por su limitado tamaño.

-Si ¿Eso que tiene que ver?- sus manos estaban apretando demasiado el volante, al punto de deformarlo.

-Es algo parecido, hay muchos lugares ocultos para proteger a los seres sobrenaturales, mejor dicho a los animales.

-¿Animales?- su ceño se frunce pero libera su agarre en el volante.

-Si, ya sabes- me mira confundido por un momento-Hay unicornios, esfinges, pegazos, ranas mágicas, conejos sabedores, perros habladores, alces de la vida...blah,blah,blah...

-¿Enserio?- su mirada incrédula estaba en el camino- Nunca pensé que eso fuese posible.

-Dudas del poder de mi madre o del mío, Ian- más que una pregunta lo afirme y de cierta manera me irritaba que el dudará de nuestra capacidad.

-No...quiero decir...osea...

-Callate, ya entendí- me encogí de hombros y cruce de brazos.

-Alena- el muy imbécil estaba sonriendo- yo no dudo de ustedes- me miró- admiró su capacidad, son maravillosas.

-Ya nos acercamos al peaje- le dije evadiendo su comentario.

-Alena...- su sonrisa de imbécil arrogante estaba puesta y yo seguía irritada.

-¿Qué?

-Me encantas- dijo mirándome de reojo-, toda tu me encanta.

¿Quién demonios comenta algo así en una mini discusión?

-Gracias- aún irritada pero no lo suficiente, le respondí pero su sonrisa se hizo más grande, el me miro de soslayo y aparco el auto.

-¿Qué demo...?- me interrumpió, cuando se colocó prácticamente encima mío, acorralando me entre el asiento y la puerta, no se en que condenado momento se soltó el cinturón, se acercó aún más y previendo cualquier movimiento aseguro la puerta del auto, afirmó su brazo en la puerta y tuvo el descaro de sonreírme.

-¿Estas molesta Alena?- dijo como si hablara con un estúpido niño caprichoso ¡Incluso hizo un puchero!

-Apartate imbécil- puse mis manos en su pecho y con fuerza lo aleje, claro que yo no esperaba que con su super velocidad me volviera a acorralar con la diferencia de que esta vez sostenía mis  manos.

-Nunca quise dudar de ti, hielito- nuestras respiraciones se mezclaban, mi corazón latia con demasiada fuerza ¿Acaso el no sabía que esto era peligroso?

-Lo que dijiste, lo dijiste- intente que mi tono sonará irritado y fallé en grande.

-Perdóname ¿Si?- se acercó más a mi cuello.

-No

-¿No?

-No

-¿Segura?

-¿Eres tan idiota que no entiendes un no?- él empezó a dejar besos en mi cuello.

Esto es jugar sucio.

-Ian...no juegues a esto- susurré en su oído, el gruño en respuesta.

-Ahora eres tú quien duda de mi- respondió contra mi cuello.

Mystical FreezeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora