Estábamos en el auto, otras insoportables horas de viaje nos esperaban, la rivera era un lago secreto en medio de un bosque que quedaba justo a unas 6 horas en horas en auto, en alguna reserva natural.
-Repíteme ¿Qué condenado demonio es la rivera?- pregunta Ian.
-¿Haz escuchado de Gwendaly?- estire mis piernas, Gwendaly era la cuidad de las hadas, situada en París, solo se podía llegar a través de un portal oculto en un árbol al norte de Filipinas, solo las hadas tienen acceso ahí por su limitado tamaño.
-Si ¿Eso que tiene que ver?- sus manos estaban apretando demasiado el volante, al punto de deformarlo.
-Es algo parecido, hay muchos lugares ocultos para proteger a los seres sobrenaturales, mejor dicho a los animales.
-¿Animales?- su ceño se frunce pero libera su agarre en el volante.
-Si, ya sabes- me mira confundido por un momento-Hay unicornios, esfinges, pegazos, ranas mágicas, conejos sabedores, perros habladores, alces de la vida...blah,blah,blah...
-¿Enserio?- su mirada incrédula estaba en el camino- Nunca pensé que eso fuese posible.
-Dudas del poder de mi madre o del mío, Ian- más que una pregunta lo afirme y de cierta manera me irritaba que el dudará de nuestra capacidad.
-No...quiero decir...osea...
-Callate, ya entendí- me encogí de hombros y cruce de brazos.
-Alena- el muy imbécil estaba sonriendo- yo no dudo de ustedes- me miró- admiró su capacidad, son maravillosas.
-Ya nos acercamos al peaje- le dije evadiendo su comentario.
-Alena...- su sonrisa de imbécil arrogante estaba puesta y yo seguía irritada.
-¿Qué?
-Me encantas- dijo mirándome de reojo-, toda tu me encanta.
¿Quién demonios comenta algo así en una mini discusión?
-Gracias- aún irritada pero no lo suficiente, le respondí pero su sonrisa se hizo más grande, el me miro de soslayo y aparco el auto.
-¿Qué demo...?- me interrumpió, cuando se colocó prácticamente encima mío, acorralando me entre el asiento y la puerta, no se en que condenado momento se soltó el cinturón, se acercó aún más y previendo cualquier movimiento aseguro la puerta del auto, afirmó su brazo en la puerta y tuvo el descaro de sonreírme.
-¿Estas molesta Alena?- dijo como si hablara con un estúpido niño caprichoso ¡Incluso hizo un puchero!
-Apartate imbécil- puse mis manos en su pecho y con fuerza lo aleje, claro que yo no esperaba que con su super velocidad me volviera a acorralar con la diferencia de que esta vez sostenía mis manos.
-Nunca quise dudar de ti, hielito- nuestras respiraciones se mezclaban, mi corazón latia con demasiada fuerza ¿Acaso el no sabía que esto era peligroso?
-Lo que dijiste, lo dijiste- intente que mi tono sonará irritado y fallé en grande.
-Perdóname ¿Si?- se acercó más a mi cuello.
-No
-¿No?
-No
-¿Segura?
-¿Eres tan idiota que no entiendes un no?- él empezó a dejar besos en mi cuello.
Esto es jugar sucio.
-Ian...no juegues a esto- susurré en su oído, el gruño en respuesta.
-Ahora eres tú quien duda de mi- respondió contra mi cuello.
ESTÁS LEYENDO
Mystical Freeze
FantasyAlena nació condenada a no sentir ningún sentimiento que hiciera su vida feliz, como amor o alegría. Su corazón nació congelado y no se puede descongelar ya que de ser así moriría a causa de su sangre maldita... pero, debido a un error catastrófico...