Capítulo 6

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El día siguiente fue una bendición para Micaela. Su jefa no apareció en todo el día por la oficina, solo la llamó un par de veces, para verificar alguna información, siempre tan mal educada como siempre. El día pasó volando, luego de terminar los informes del día y dejar su escritorio ordenado Micaela se marchó a su casa feliz, su segundo día había sido espectacular.  

Era miércoles y Micaela esperaba en el vestíbulo del primer piso el ascensor que la llevaría hasta su lugar de trabajo en el piso diez. La puerta del ascensor se abrió y Micaela dio un paso para ingresar, pero titubeó antes de decidirse a ingresar. Dentro del aparato había un niño de unos siete años que viajaba solo.  

Ella lo miró y sonrió, el niño le devolvió la sonrisa. Ella sintió curiosidad por este pequeño que viajaba solo y le preguntó:

—¿No eres muy joven para trabajar aquí?— dijo ella con una gran sonrisa. 

—No, yo no trabajo aquí, vine con mi mamá. 

—¿Y dónde está tu madre? 

—Se quedó en el estacionamiento,en el subterráneo. Yo ya soy grande y puedo subir solo hasta el piso diez. 

Micaela abrió los ojos en signo de sorpresa ¿Piso diez? ¿El pequeño había dicho piso diez?  

—¿Cómo te llamas?— preguntó ella, ya adivinando la respuesta. 

—Mateo, Marteo Martínez. Mi mamá es Bárbara Martínez, ella trabaja en el piso diez. 

—Sí, lo sé. Yo soy Micaela su secretaria. 

—¿Trabajas con mi mamá? Genial, llegaremos juntos hasta el piso diez. 

Micaela sonreía con lo que el niño le decía. Era tan parecido a la madre. Cabello oscuro y ojos marrones, pero eran distintos a la vez, el chico era amistoso y simpático, aún no se contagiaba con la amargura de su madre.  

Llegaron al piso diez, entraron juntos en el vestíbulo de la oficina. Micaela llegó a su escritorio, prendió su computador y comenzó su día laboral. Se sentó en su silla mientras conversaba animadamente con el pequeño Mateo. Hablaron de video juegos, ya que los dos eran fanáticos de ellos, de fútbol y dibujos animados. Ella sonreía con cada ocurrencia del niño. De pronto él la miró con cara de pregunta: 

—Tus ojos son muy bonitos.¿Qué es eso que haces con tu cara?— le dijo él de golpe, muy intrigado.

—Gracias.¿Qué cosa?— dijo ella tocándose la cara, tal vez tuviera algo pegado y no se había dado cuenta. 

—Eso que haces cuando sonríes. Sonríe y te diré dónde. 

Ella sonrió y el niño acercó sus pequeños dedos y los posó sobre los hoyuelos, que se le formaban a Micaela cuando sonreía. Ella rió con más ganas. 

—Ah, estos son hoyuelos, nací con eso, es como nacer con un lunar. 

—Hacen que te veas más linda — dijo él todo coqueto y continuó con sus manos en la cara de ella.

Bárbara aparecía por el vestíbulo y paró en seco su andar al ver la imagen que se mostraba ante sus ojos. 

Su hijo y su secretaria sonriéndose mutuamente, el niño tocando su cara y ella tomando las dos manos del niño. Algo se estremeció en su interior, algo que hace tiempo no sentía, un pinchazo en su corazón. Sacudió su cabeza y se encaminó hasta su oficina, no sin antes soltar su malhumor a Micaela.  

—Mateo, deja de molestar a la señorita Suarez. No quiero que tenga excusas para no hacer su trabajo. 

—Buenos días señora Martínez — dijo ella levantándose de su silla. 

-La Ogro-(Barbica G!p)-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora