Bárbara y Mateo seguían en el hospital esperando a que Karen terminara la visita a su amiga para poder entrar a ver a Micaela.
El teléfono móvil de Bárbara sonó, ella miró la pantalla y se encontró con que la pantalla se iluminaba con el nombre de Daiana. Ella resopló y cortó la llamada. Luego de un par de segundos el móvil volvió a sonar y ella lo volvió a cortar. Pero Daiana no se daba por vencida y al final de media hora, en la pantalla del móvil se mostraban veinte llamadas perdidas.
Bárbara no quería apagar el teléfono, era su número de contacto para cualquier urgencia que sucediera en la naviera, pero viendo la insistencia de la mujer se decidió y lo apagó.
Karen salía de ver a su amiga y apenas Mateo la vio, comenzó a bombardearla con preguntas sobre Micaela. Ella le respondió cada una de las interrogantes hasta que el niño se quedó tranquilo.
Después de un rato, Karen se despidió de madre e hijo para volver a su casa. Al día siguiente volvería a buscar a su amiga.
Una vez solos, Mateo y Bárbara se dirigieron hasta la habitación donde estaba Micaela. El pequeño fue el primero en entrar seguido por su madre, que se mantenía a cierta distancia, no quería interrumpir el momento entre los amigos.
—¡Mica! —dijo el pequeño y corrió hasta la camilla donde se encontraba su amiga.
—Hola Mateo.
—¿Estás bien? Mi mamá dice que tienes varicela.
—Sí cielo, estoy muy bien. Solo con un poco de picazón por las ronchas, pero ya se me pasa.
—Es mi culpa que te hayas enfermado. Lo siento Micaela, no quería contagiarte.
—No Mateo, tú no tienes la culpa. Son cosas que pasan.
Bárbara observaba toda la escena, no quería hablar, no quería romper el momento. Micaela de pronto la miró y sintió que se sonrojaba. Bárbara la miraba y ella se moría de vergüenza, ya que su cara se estaba llenando de ronchas y no era la mejor visión para mostrar a la mujer que le gustaba.
—Señora Martínez—dijo Micaela volviéndose a sonrojar—, le agradezco que me haya traído hasta aquí. Muchas gracias, no debió molestarse.
—No ha sido ninguna molestia Micaela. Cuando te encontré estabas delirando por la fiebre y eso es peligroso.
A ella le recorrió un escalofrío. Ella la había encontrado delirando, solo rogaba no haber dicho nada que la avergonzara, sobre todo no haberle dicho nada de sus sentimientos.
Luego de que Mateo y Micaela conversaran animadamente, y que Bárbara solo fuera una mero espectadora, los Martínez decidieron marcharse, no sin antes escuchar las suplicas de Mateo para quedarse con su amiga. Pero ya era la hora de almuerzo y Bárbara debía volver al trabajo para organizar sus días. Ahora tendría que ocuparse ella de todo ya que su secretaria estaría con permiso médico por lo menos diez días.
Micaela se quedó sola pensando en su jefa, notaba que ella estaba incómoda con algo, pero no podía hablar con ella delante de Mateo. Ahora estaría unos días sin verla y tal vez, con ese tiempo, pondría aclarar sus sentimientos.
Era tarde cuando Bárbara llegó a su casa, y como cada día, se refugió en su biblioteca para comenzar a pensar en Micaela. Estaba desesperada, no sabía cómo llegar a ella. Había escuchado la declaración de ella. Micaela la quería y ella se recriminaba por haber sido una gran imbécil al decirle que, la noche en el hotel del casino, había sido un error. Se lamentaba por no haber mantenido su gran bocota cerrada. Pero ya no podía echar el tiempo atrás, debía buscar una forma para que Micaela la perdonara y darse una oportunidad con ella.
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-La Ogro-(Barbica G!p)-
FanfictionLos ogros al igual que las cebollas tienen muchas capas y que se necesita de alguien que, con paciencia las vaya sacando una a una.