Como ya era natural, Jimin estaba en la cama de Suga hyung, abrazado a un peluche casi de su tamaño, que usaba una camisa blanca que alguna vez perteneció al dueño del cuarto. Jimin había iniciado la lista que Namjoon le había pedido hacer con sus sentimientos, y, como era de esperar, estaba ido en un mar de sensaciones encontradas cuando inició la búsqueda de sus emociones. Estaba paradójicamente sensible y trastocado por las ambiguas sensaciones que lo embargaban y atosigaban en un remolino subconsciente.
-¿Jiminie? ¿Estás despierto?
Jimin se dio la vuelta para encarar a la persona en la puerta.
-¿Suga hyung?
-Sí, Jimin-ah.
Suga estaba en la puerta, recostado contra el marco de esta, mirando el pequeño bultito que era Jimin entre las sábanas blancas y la piel felpuda de su peluche. Suga le había buscado desde ya hacía horas atrás y, como su sentido común estaba apagado, no se le pasó el hecho de que su dongsaeng podía simplemente estar tomando una siesta en su cuarto, como solía hacerlo en esas horas.
-¿Está todo bien?
Jimin se sentó con torpeza en la cama y miró con sus ojos brillantes a su hyung.
-¿Puede venir aquí, hyung?
Suga dudó por unos segundos, pero caminó hasta quedar frente a su dongsaeng, mirándole con atención.
-Yo sé... Sé que a usted no le gusta consolar a gente, hyung, pero... Pero yo necesito... como ¿Apoyo?
Jimin no le miraba, jugaba, en cambio, con la sábana que antes lo cubría y balanceaba sus pies en acto nervioso. Suga se sentó a su lado y observó la puerta abierta, no sabiendo qué hacer.
-¿Tienes sentimientos malos?
-No, hyung. Sólo es... Sólo ha salido todo, y de golpe. Ni siquiera sé qué siento ahora.
Jimin no lo diría, pero sintió una calidez cosquillear en sus entrañas cuando Suga hyung puso su mano sobre la suya. Suga no lo diría, pero la paz lo embargó cuando tocó la piel de su dongsaeng y se sintió capaz de transmitírsela con un apretón sólo por el amor que le tenía a su menor.
-Hagamos esto mejor.
-¿Hyung?
-Destruyamos esto y, sobre las ruinas, construyámonos mejor.
No se miraron. Jimin no dijo una palabra y simplemente salió del lugar tras apretar la mano de su hyung. Suga no dijo nada cuando le vio salir. En cambio, caminó hacia el buró, donde visualizaba una silueta carmín. Tomó sus lentes con agilidad y tomó la suave rosa entre sus dedos. Suga sabía qué significaba. Sabía que aquella rosa representaba el fin de la batalla, la firma de la paz, la bandera de redención que Jimin ondeaba para él. Esa rosa era el final del dolor y sufrimiento y el inicio de una nueva historia, que sería escrita para bien.
Días más tarde, Jimin le había entregado a Namjoon hyung su lista de sentimientos y éste había logrado hacer un avance significativo en las canciones para entregar, gracias a una serie de estrofas y pequeñas melodías que Hobi hyung y Suga hyung habían estado haciendo por aparte. Ahora, se encontraba en el estudio de grabación de Suga hyung, sentado en el suelo, junto a Taehyung, ayudando a limpiar los cajones del mayor.
Jimin no quería admitirlo, pero tenía un pequeño malestar desde que Suga hyung saludó a Tae primero que a él y que creció al verlos hablar cálidamente, mientras él sólo los oía y hacía su trabajo con cuidado. Suga hyung solía hablar con esos ánimos con él y sonreía de esa forma para él, pero no podía ser tan malo, su hyung estaba feliz y eso era importante.