Suga había estado realmente decidido por ir en busca de Jimin, y se pasó las 3 horas de viaje creando escenarios de lo que pasaría, que oscilaban entre abrazarlo contra sí y pedirle que no le hiciera esto de nuevo, y golpearlo hasta la inconsciencia por hacerle sentir tanto dolor y pánico esos días. Sin embargo, cuando estuvo plantado frente a la puerta de la casa Park, no esperaba que su reacción fuera titubear durante unos segundos con el dedo frente al timbre y que, cuando la mamá de Jimin abriese la puerta, se sonrojaría y se congelaría, sin poder decir una sola palabra. Tampoco esperaba que la madre de Jimin fuese tan habladora como su hijo, porque era demasiado elocuente y no dejaba que Suga procesara en su totalidad las palabras de su mayor.
-Iré por Jimin. Un segundo.
No fue un segundo. Se demoró casi 30 minutos para salir con el chico, a quien arrastraba de su pie derecho, mientras éste hacía fuerza para retenerse en su lugar y gimoteaba, sin querer ir. Es que Jimin estaba aterrado. Toda la noche estuvo paranoico, a la espera de la aparición de Suga en su pórtico, de que le diera un golpe y le gritara por haber desaparecido, que lo moliera a puñetazos mientras le pedía que dejara de ser cotilla o, peor aún, volver a ver la mirada perdida y rencorosa que observó semanas atrás, cuando había destruido una de las tantas capas de su mayor. Por eso, que su mamá apareciese, diciendo que aquel simpático chico con el cabello colorido estaba esperándolo en el salón, hacía sido mucho peor que cualquier golpe que le hubieran dado en su vida- había recibido suficientes para saber diferenciarlos- porque, en ese caso, no sabía la razón por la que se le oprimió el corazón de repente, las manos se le pusieron sudorosas, sus mejillas tomaron color y su respiración se aceleró de repente, como si le faltara el aire. Esas eran las "mariposas" que la gente aclamaba para explicar los nervios, pero él lo relacionaba con una conocida sensación que tuvo cuando estaba a segundos de ser golpeado por proteger a su madre.
-Jimin, levántate del suelo.
No era por nada, pero a Jimin le movilizó el tono demandante que usaba Suga, porque se veía realmente intimidante y Jimin, para variar, se había vuelto dócil a sus pedidos. Se levantó, rojo de pura vergüenza, y no se atrevió a mirar a los ojos a su hyung, porque no tenía idea de qué iba a encontrar, porque no sabía qué debía decir.
-Llévame a tomar algo. Necesitamos hablar.
Entre la lista de valores a alabar de Suga, no estaba ni la discreción ni la sutileza, aquel chico tenía que ser directo para todo y no podía intentar que sonase un poco mejor, todo en su voz sonada como un pecado capital que no tenía perdón de nadie. Prefirió seguir sus órdenes, a la espera de que sus reclamos no fueran fuertes, fueran leves y no le hicieran sentir mayor culpa. Supuso que conseguiría que Suga no estuviera tan enojado, y, con suerte, no le daría ningún golpe y sólo tendría que soportar los gritos de su mayor. Podía soportar eso, seguro que sí, porque se lo merecía y había dado todos los motivos para que, como mínimo, le dieran un golpe por ser un idiota y no pensar más allá de sus sentimientos, de haberse dejado hundir y no notar que todos se hundían a su lado, Jimin había tenido tiempo suficiente para verlo y darse cuenta de que necesitaba arreglar todo de una vez.
Suga se dejó guiar por Jimin, que estaba totalmente ido en sus pensamientos. Suga tampoco estaba totalmente atento, intentaba idear una manera de abordar a Jimin y no espantarlo en el proceso. Tenía la mente en blanco y no sabía qué debía decirle a Jimin y se sintió desfallecer cuando Jimin le abrió la puerta de una bonita dulcería llena de fotografías de gatitos. ¿A qué clase de lugares iba su dongsaeng? Se sentaron en una mesa que estaba al fondo del lugar, donde el aire acondicionado daba perfectamente y no tenían que sufrir del caluroso clima costero de Busan, lo que no haría enojar mucho a Suga.
-Jimin, me diste el peor susto del mundo. Maldita sea, iba a quedarme calvo por el estrés. No hagas esto jamás ¿Entiendes? Jamás, ni en mil años. Si hubieras hablado, te hubiera traído yo mismo en, no sé, no se me ocurre nada, pero jamás vuelvas a irte así.
Suga usaba un tono contundente y sin preocupación, pero tomaba a Jimin de la camisa como si la vida se le consumiera en las manos y le miraba con ojos suplicantes, con un indescriptible ápice de ruego y miedo, conjunto con la ira y la frustración. Jimin supo que Suga había intentado mantener lejos cualquier ataque de ira, lo que le hizo sentir orgulloso de su hyung, las cosas estaban yendo a mejor con esto.
-Lo siento mucho, hyung. Lo siento tanto. Dios, hyung, yo estaba tan perdido y necesitaba salir de ahí. No pensé...
-Exacto, no pensaste. Ahora, la próxima vez que sientas esto, dime las cosas. Jamás me hagas pasar por esto en tu mísera vida, o voy a encargarme de igualar mi dolor mental a uno físico en ti.
Jimin sonrió. No sonrió por sus amenazas, sino por la ternura que le produjo la preocupación de su hyung. Si bien no era nuevo verlo preocupado, jamás había llegado a viajar por él. Así que estaba sintiendo su cuerpo relajarse por la tensión que acumuló y una sensación cálida, como si su cuerpo supiera que estaba en su hogar, le atacó desde la punta de los pies hasta sus mejillas sonrosadas.
-Prometo llamarte cuando piense desaparecer, hyung.
-Bien. Dicho eso, no pienso compartirte más tiempo. Volverás conmigo a Seúl.
-Hyung, pero...
-Nada. Mañana nos vamos, saludamos a mamá en Daegu y vamos a casa.
Jimin se lo pensó por unos segundos. Estaba pasando tan buen tiempo en Busan y se estaba sintiendo tan bien ¿sería igual en Seoul? ¿Podría estar tan en calma como lo estaba allí? ¿Soportaría la presión de nuevo? ¿Colapsaría una vez más estando allí? ¿Tendría problemas nuevamente con su hyung? ¿Podría reparar la rota relación que tenía con su hyung y, tal vez, darle fin al desasosiego y la incertidumbre que sentían todos sus amigos?
-Bien. Sí, bien. Mañana podemos salir temprano. Podríamos ir a algún lugar lindo en Daegu y luego continuar a Seúl.
Así lo hicieron. Partieron en el primer tren hacia Daegu y viajaron en autobús hasta el centro de la ciudad, donde desayunaron y luego caminaron hasta la casa del mayor. Como era día de semana, su mamá y su hermano estaban en casa junto a su padre, ya que la semana era menos ajetreada en el restaurante y podían permitirse abrir más tarde. Jimin estuvo con la familia de Suga hasta casi mediodía, cuando su hyung lo arrastró fuera de casa para visitar algunos parques y museos que Jimin debía visitar.
-Es un pecado venir aquí y no visitar estos lugares.
Eso le había dicho Suga mientras lo arrastraba hacia el Museo Nacional de Cultura, obligándolo a olvidarse de la bonita vista de los jardines exteriores del lugar. La tarde fue realmente buena y, por primera vez en casi 2 meses, vio a su hyung sonreír con entusiasmo y en su corazón creció una suave esperanza de que las cosas mejorarían con un poco de empeño. Porque lo harían ¿No?