Memorias de Min Yoongi

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Min Yoongi no podía respirar correctamente.

El baño se le hacía muy pequeño. Sentía que ni siquiera cabía en su propio cuerpo mientras sentía que se ahogaba sin hacerlo realmente. Estaba temblando de pies a cabeza, con la cabeza apegada a los azulejos de aquel cuarto y la garganta apretujada, como si intentaran ahorcarlo, todo por retener el dolor que lo recorría con fuerza.

"¿Eres de esos que se la mete a otros? ¿A caso yo no te eduqué bien? ¿Qué va a decir tu padre cuando se entere? ¿Es que ves la vergüenza que nos harás pasar? Primero con tu fantasía de ser rapero y... ¡Ahora esto!"

Cada palabra se clavaba en su piel. Sentía que cada uno de los alaridos de su madre se había calado en su alma y no iba a salir. Temblaba como una hoja de papel mientras intentaba, inútilmente, encender un cigarrillo, intentando mantener su mente preocupada fuera de aquellas filosas palabras que le dirigían una y otra vez su mente, su corazón y la voz de su madre en su memoria.

Contó con lentitud, intentando concentrarse en alinear la llama con el pequeño pitillo. 1, 2, 3, ubícalo... vas tan bien...ya casi lo logras... Tu padre tuvo razón cada vez que me dijo que ibas a ser una deshonra para la familia. Mierda, no. No, por favor, no.

Yoongi estampó, con un golpe fuerte, que retumbó contra las vacías paredes, el encendedor, provocando que la pasta se reventara en trozos y el poco combustible que quedaba en el gastado encendedor se derramara por la pared.

Ellos tenían razón. Su madre tenía razón al decir que había deshonrado su familia, que se había vuelto una vergüenza para todos, que era un maldito marica, que era un cobarde y no supo hacer las cosas como eran y a tiempo, él lo sabía. Yoongi lo tenía presente cada vez que su corazón latía fuertemente al ver a Jimin sonreírle ampliamente, sus mejillas rebosando hasta sus ojos. Él mantenía eso en mente cada vez que la mano cálida de Jimin lo tocaba y su piel se erizaba gustosa e, incluso, deseaba buscar su calor. Yoongi sabía que era una deshonra para su familia, sus amigos y su país cada vez que sus labios picaban por robarle el aliento a su dongsaeng en un puro beso cuando él puchereaba y le rogaba con la mirada por un momento más entre sus brazos.

Pero él no podía evitar que su estómago se sintiera cosquilleante de anticipación por verlo, que sus manos le rogaran por tenerlo un poco más, que su corazón palpitara en un ritmo sólo para él, que sus labios tiraran hacia arriba y le obligaran a sonreír con toda la anchura que su boca conociera cuando lo veía a su alrededor, que su cuerpo se sintiera cálido cuando lo veía reír y adorar el canto y el baile, que añorara la llegada de las noches donde se escabullían un par de horas para mirar el cielo, que repasara cada una de sus conversaciones, cada uno de sus saludos, cada uno de sus toques, que memorizara su cuerpo y lo recreara cuando cerraba los ojos para dormir.

Es que ¿cómo iba a evitar sentir todo eso, cuando Park Jimin era simplemente arte y poesía?

Él representaba todo lo que Min Yoongi anhelaba. Era tan dulce, tan servicial, dócil, adorable, trabajador, fuerte, inteligente, amable, respetuoso... Era tanto, era tanto para él. Park Jimin tenía la luz de una estrella en colisión en su sonrisa, la luminosidad de la aurora de polo norte, la dulzura de las cerezas que crecían alrededor del río Han, era paciente y resiliente, simplemente alegre, con esa mirada enamorada de la vida. Esa cabellera suave a su tacto, que le permitía esconder sus largos dedos entre las hebras y que las yemas le cosquillearan de cuán terso era su tacto. Park Jimin se sentía como una pieza de puzle que faltaba en su vida, era la llave para entrar a su hogar.

Lloró.

Lloró cuanto sus pulmones le permitieron. Lloró y se maldijo una y otra vez. Se gritó a sí mismo lo asqueroso que era, lo aberrantes que eran sus gustos, la vergüenza que debía sentir por amar a un hombre. Se repitió una y otra vez que no merecía vivir para ser un error, se dijo cuánto se odiaba, lo débil que era por seguir estos pasos, se insultó a sí mismo, usó la palabra más cruel que su corazón pudo soportar, mientras golpeaba todo a su alrededor, sin importar si la sangre se esparcía desde sus nudillos, si se había cortado accidentalmente al golpear el espejo, si no podía caminar bien por el dolor al darle una patada a la puerta del baño, haciéndola añicos. No importaba, de verdad que no lo hacía. El dolor que sentía en el corazón era mucho más fuerte que lo que su cuerpo estaba sufriendo en ese instante, y él sólo quería olvidarse por un segundo de él.

Marica.

Desviado.

Maricón.

No más. Por favor, no más.

Min Yoongi se tomaba la cabeza y sollozaba en estruendosos alaridos, rogaba por un cese al fuego, rogaba porque esa conversación dejara de repetirse una y otra vez en su cabeza. Ya no quería más.

"Min Yoongi ¿A caso te gusta la puta de Park Jimin?" Le dijo su madre en un tono cauteloso, realmente tintado de asco, apretando los dientes y Yoongi podía apostar que tiritó al decir el nombre de su dongsaeng. Él había dicho que no. Su madre le gritó que no mintiera, lloró contra el teléfono y le pidió que jamás en su vida volviera a casa, que no le contara a nadie y, que, si lo hacía, no dijera que ellos eran sus padres, que era suficientemente vergonzoso saberlo.

Yoongi asintió, luego le dijo que sí. Su madre colgó entre sollozos. Yoongi no pudo reaccionar totalmente. Sólo pudo temblar. Sólo pudo intentar refugiarse en lo que conocía. Y, cuando se dio cuenta que no iba a funcionar, sólo le quedó llorar.

Ni siquiera pudo parar cuando unos brazos lo rodearon. No pudo parar aún con las caricias de su hyung en su cabello. No pudo parar ni con los brazos de Jeon Jungkook aferrándose a su cuerpo fuertemente, rogándole por la calma, tarareando para él, prometiendo que todo estaría bien. En casi una semana, sólo pudo dormir cuando Jimin lo sostuvo en brazos y le dijo al oído que estaba bien, que él estaba a su lado, que iba a cuidar de él. Sin embargo, ahí, entre los brazos del menor, él mismo se reprochaba lo que hacía. Era sucio disfrutar de aquellos brazos que lo acorralaban suavemente, era una deshonra amar cada beso que sus labios ofrecían en su piel, estaba pecando contra todo lo que su madre le enseñó cuando ronroneaba de gusto al sentir aquellos pequeños dedos peinar su cabello o acariciar su pecho.

Su madre le dijo "¿Entonces qué? ¿Debo decirles a todos que mi hijo es gay? ¿Que le gusta que le den por el culo como... como un asqueroso perro? ¿Qué van a decir de nosotros? ¿Qué van a pensar de mí? ¿Crees que seguirán queriendo a tu hermana? ¡¿Has pensado, acaso, que estás destruyendo todo en esta familia porque tú estás malditamente confundido por un marica que se cree mujer?! ¡Min Yoongi, reacciona!".

Pero, entonces, en esos mismos brazos que lo hacían pensar como sucio, con esos besos que le revolvían el estómago al recordar las palabras de su madre, con esa misma mirada luminosa que asustaba su corazón de sentir, con esa misma aura reluciente y colorida que le hacía rogar al cielo por no sucumbir en la tentación, con esa dulzura, con esa paciencia que esperó por él y lo mantuvo firme mientras lo veía sonreír de nuevo, con esa resiliencia con la que le sonreía ampliamente y le prometía que las cosas iban a mejorar, que las cosas pueden ser mejor si él se permite ver lo bueno, con esa alegría con la que le contaba historias tontas de su vida, con esa docilidad con la que esperaba por oír de su boca una frase distinta a "soy una deshonra", sin obligarlo a nada y con esa calma con la que lo acariciaba y le decía que estaba bien, que no había nada que temer, sintió que, tal vez, y sólo tal vez, amar a Park Jimin no era tan malo como su corazón y su madre le dictaban.









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Les traigo un capítulo que, cronológicamente, equivale a la época donde Yoongi descubrió que Jimin le gustaba. Espero que les guste y que les haya encantado la portada nueva tanto como a mí. Créditos a vherrani10mention a user


Kisses, Anchor'n Rope.


Relatos de una Musa Perdida♤Yoonmin♤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora