Capítulo 3

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Vito tenía contratada gente que se ocupara de la limpieza de la casa, pero no le gustaba que le cocinen, era un excelente cocinero, así que era él quien se encargaba de esa tarea, y esa noche no había sido diferente. Tasia intentaba moverse con soltura a pesar de que los nervios la estaban carcomiendo por dentro. Ayudó al italiano a poner la mesa y se ubico a un lado de Vito, que estaba en la punta de la gran mesa, frente a ella estaba ubicada la sillita del pequeño Matteo, que golpeaba la mesita exigiendo comida. Finalmente el cocinero llegó a la mesa con una fuente con pastas en una mano y un platito con papilla y verduras en la otra.

-Yo sirvo, tú dale de comer. Parece que sabe que su tío cocina de maravilla!- dijo sonriendo ante la desesperación del niño porque le den una cucharada de comida.

-Gracias. La mayoría de las veces no me deja probar bocado.- cargó la cuchara con comida antes de acercarla a la boca del niño, que la recibió gustoso y la saboreó. De repente, Vito se levantó de la mesa y volvió a la cocina. Regresó un minuto después con una botella de Chianti, un excelente vino para acompañar las pastas con salsa de tomate que había preparado. La destapó con destreza y la dejó tomar aire mientras le daba otra cucharada a Matteo. Tasia aprovechó para probar la comida, y se quedó maravillada con el sabor.

-Mmmm... esto está delicioso, Vito! Afortunada la mujer que te tenga como esposo!- cuando terminó de decirlo se sonrojó.

-No hay buena pasta sin buen vino.- dijo él sirviendo su copa.

Vito había prometido a Anastasia enseñarle a catar vinos aquella noche que habían salido a cenar, pero luego de que él tuviera que irse con su hermana, ella quiso sorprenderlo, así que hizo un curso corto con los conceptos básicos de sommelier. Lo triste fue que él nunca regresó, y ni siquiera la llamó.

Ella siguió los pasos que había aprendido en el curso. La fase visual, prestando mayor atención al color rubí y a su apariencia limpia y clara, la fase olfativa, donde pudo sentir el aroma a flores y frutos rojos, y la fase gustativa, captando un sabor intenso por los taninos de la uva y notas afrutadas donde se identificaban cerezas, moras y ciruelas. Finalmente bajó la copa y le sonrió. Pudo ver en su mirada un brillo que no supo identificar, hasta que se dió cuenta de que todo aquello lo había dicho en voz alta, y se sonrojó.

-Aprendiste a catar vinos?- dijo en un susurro.

-Quería darte una sorpresa cuando volvieras.- contestó ella de la misma manera.

-Pero no volví...

-No.- sonrió con tristeza

-Y tampoco me esperaste...- Tasia iba a preguntar a qué se refería con aquello, pero Matteo empezó a gritar estirando los brazos hacia ella.

-Qué te falta, pequeño?- Vito cargo la cuchara con comida y la acercó, pero el pequeño giró la cabeza en signo de rechazo y siguió gritando hacia Tasia.

-No le falta nada. Sólo es capricho.

-Quieres que yo te dé de comer?- el niño gritó en respuesta.

-No tienes que hacerlo, come tranquila, yo me encargo de él.

-Vito, la comida está realmente deliciosa, pero Matteo tiene que comer, y a mí no me cuesta nada darle. - ella se levantó con su plato en la mano y dió la vuelta a la mesa para ubicarse al lado de la sillita del bebé, y así poder alimentarlo.

-Quería que disfrutes la comida que preparé para tí.-dijo medio triste.

-La hiciste para mí?

-Para darte la bienvenida.- algo se calentó en el interior de su pecho.

-Gracias, Vito. Eres el primer hombre que cocina para mí exclusivamente. Nadie lo había hecho antes...

Catando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora