Capítulo 8

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Aquella noche, mientras cenaban, Tasia no había podido despegar los ojos de su copa de vino. Era extraordinario como unas simples uvas lograban convertirse en algo tan diferente. Vito se extrañó al verla tan concentrada en su copa.

-Debes concentrarte más para lograr moverla...- ella se sobresaltó.

-Cómo?

-Dicen que es difícil, pero que con mucha concentración, tal vez logres mover la copa... no es eso lo que intentas? pareces en la luna...

-Sólo pensaba...

-En qué?

-El vino... nunca podré mirar una copa de vino con los mismos ojos ahora que conozco el procedimiento. Lleva tanto trabajo.. tanta dedicación y tiempo...

-Si, y pensar que en menos de una hora terminamos de beberlo.

-Si, uno no se da cuenta de esas pequeñas cosas a menudo.

-Es cierto. Y hay cosas pequeñas que uno deja pasar por idiota.

-Y a qué viene eso?

-A nada... sólo decía.- Tas lo miró extrañada. No entendía a que se refería.

-Quieres ver una película esta noche?

-No puedo. Debo trabajar.

-Claro... Si quieres yo me encargo de Matteo.

-Claro, gracias.- cuando terminaron de cenar, Vito se fue directamente a su despacho, mientras que Tas subió a cambiar y darle el biberón al pequeño.

Vito no tenía nada de trabajo esa noche, había dejado todo listo la noche anterior para poder ir con Tas a recorrer el viñedo. Sin embargo, la necesidad de sentirla cerca se incrementaba, y él tenía que evitarla a toda costa. Por esa razón estaba en ese momento en su despacho con una botella de Wiskey en la mano, sentado frente al fuego de la chimenea. Se maldecía una y otra vez por no haberla llamado. Su pecho dolía y no había podido evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas. La amaba tanto. Quería que el día de la boda llegara y así sacar a la tentación de su casa. No sabía cuánto tiempo más lograría resistirse a tocarla, besarla, abrazarla. Su cordura estaba definitivamente en juego.

Tas daba vueltas y vueltas en su cama, se le hacía imposible dormir, estaba demasiado concentrada en los sonidos del pasillo. Que eran nulos. Estaba segura de que Vito aún no había subido a acostarse. Miró el reloj en su mesa de luz, eran las 2:47 de la mañana. Tenía la necesidad de ver que él se encontrara bien, tal vez se había quedado dormido en el despacho, y si así fuera, se despertaría con un terrible dolor de espalda en la mañana. Se levantó de la cama y se puso el deshabillé a juego con el picardías que usaba para dormir, lo despertaría y lo mandaría a dormir a la cama, luego ella haría lo mismo. Descalza bajó las escaleras, con cuidado, dado la poca luz que había. Llamó a la puerta del despacho con suavidad.

-Chi!?- exclamó Vito al otro lado, su voz sonaba pesada, parecía que arrastraba las palabras. Tas había aprendido algo de italiano en la adolescencia, así que podía entender algunas palabras.

-Soy yo, Vito.- abrió despacio la puerta y asomó la cabeza. Lo encontró con una botella en la mano y otra vacía a un costado del sillón que se encontraba frente a la chimenea. La luz del fuego era la única que iluminaba, aunque tenuemente, la estancia. No sabía que era lo que podía llegar a afligir tanto a Vito como para quedarse bebiendo hasta tan tarde. Se acercó despacio y se arrodilló a su lado.

Vito levantó la cabeza y ella pudo ver el rastro de sus lágrimas. Su corazón se rompió al verlo tan afligido.

-Qué sucede?- puso una mano sobre la del italiano, que cerró los ojos con fuerza al sentir su contacto.

-Qué haces aquí?

-Pensé que te habías quedado dormido, venía a despertar y llevarte a la cama.

-Tú me quieres llevar a la cama?- preguntó arrastrando las palabras, ella se sonrojó.

-Necesitas descansar.

-NO! No es eso lo que necesito!-su ojos volvieron a humedecerse y Tas se movió, quedando frente a él y tomó su cara entre sus manos, con sus pulgares le limpió las lágrimas que se habían escapado.

-Qué es lo que necesitas? Dímelo, Vito! Haré lo que sea que te haga sentir mejor!

-Lo que sea...?- ella no era consciente de estar entregándole el cielo en las manos.

-Lo que sea, Vito.

-Esto es lo que necesito...- llevó sus manos a la parte trasera de su cabeza y la atrajo hacia él. La besó con rudeza, tomando todo lo que necesitaba, saciándose de ella, acariciaba su espalda, y la atraía más cerca de su cuerpo. Ella le rodeó el cuello con los brazos, dándole total libertad de hacer lo que quisiera. Él aprovechó eso y acarició todo su cuerpo, su espalda, sus pechos, su abdomen, sus glúteos. Separó sus labios pero dejó sus frentes unidas, ambos respiraban agitados. De repente, Vito se levantó, dejándola a ella con una sensación de vacío, sentada en la alfombra frente al fuego, se giró para mirarla y se quedó sin aliento. La danza de las llamas la iluminaban de una manera mágica. Se preguntó cómo se vería su cuerpo desnudo iluminado por el fuego. Se odió por ese pensamiento. Y por el beso que le había dado, aunque no se arrepentía, si se odiaba.

-Lo siento.

-Por qué lo sientes? Por qué me alejas, Vito?!

-Esto no puede ser...

-Por qué no?

-No puedo meterme en medio de mi hermano y alguien tan importante para él. Tu eres importante para él.- no quería decir que su hermano la amaba, si lo decía terminaría por colapsar.

-Deja de pensar en tu hermano por una maldita vez, Vito!

-No puedo!

-Si puedes!- Vito había vuelto a sentarse en el sillón, Tas estaba arrodillada frente a él, tomando su cabeza en sus manos, juntó sus frentes y cerró los ojos.-Puedes olvidarte de tu hermano, al menos por un tiempo?

Di que no. Di que no. Di que no.

-Si- suspiró.

Listo. Acabo de ganarme un lugar en el infierno.

-Gracias- sonrió ella.- Hagamos un trato. Está prohibido hablar de Luca, de acuerdo?- Vito solo asintió. Ella volvió a besarlo despacio, la intensidad de su beso subió a medida que sus ropas abandonaban sus cuerpos. Vito la recostó en la alfombra una vez que la tuvo desnuda. Se quedó admirando su belleza una vez que su deseo de verla frente al fuego se cumplió.

-Eres Hermosa, cara.

-Tu hablas demasiado...- Vito se unió a ella desnudo, la abrazó y la besó. Besó todo su cuerpo, prestándole mayor atención a su pechos, que acarició con suavidad deleitándose al ver como sus pezones respondían a su tacto. Finalmente entrelazó sus dedos encima de su cabeza y cuando por fin iba a rodearse de su cálida humedad, recordó que algo faltaba, y se tensó sobre el cuerpo desnudo de Tasia.

-Maledizione!

-Qué sucede, Vito? por qué te detienes?

-No tengo...

-Yo me cuido.

No lo dudó, se enterró en ella hasta el fondo y movió sus caderas de una manera que a ella la llevó hasta el cielo. Luego de una larga danza erótica en la que sus bocas y su cuerpos no se separaron en ningún momento, cayeron exhaustos. Sus respiraciones estaban agitadas. Vito salió de encima de su cuerpo, se acostó a su lado y la arrastró con él. Anastasia tenía las manos una encima de la otra, apoyada en su pecho, y sobre estas, el mentón. Sonreía con felicidad. Vito la miraba embelesado, los colores anaranjados del fuego dibujaban su rostro de una manera... no encontraba palabra para describirlo. Nunca en su vida había visto una mujer tan hermosa. Acarició su cabello y le sonrió.

-Eres realmente hermosa.- ella ocultó su cara en su pecho sonrojada.- No te ocultes de mi, cara.

-Tengo sueño- dijo bostezando.

-Duerme un rato, bella.

No fue consciente del tiempo que estuvo abrazándola, viéndola dormir, y sólo cuando estuvo totalmente seguro de que ella no lo oía, lo dijo.

-Ti amo.

Catando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora