—¡Lily, ocurrió una catástrofe! —lloré al teléfono.
—¡Oh , no! ¿Qué? ¿Estás bien? ¡Por supuesto que no estás bien, que pregunta más estúpida! ¿Estás herida? ¿Qué pasó? ¡Habla, criatura! —escupió, sin detenerse a respirar.
—¡Me enamoré de mi marido! —gemí.
—Oh, eso... —exclamó ella, un poco sorprendida—. ¿Dónde estás?
—En casa. Creo que Justin salió a correr. Todavía no lo he visto hoy.
—Voy para ahí. —Ella colgó.
Mientras no llegaba, me preparé un poco de queso frío —no podía soportar más queso caliente, la única comida que era capaz de prepararme— y un capuchino de esos de bolsita, con sabor a calcetín sucio.
Repasé en la cabeza lo sucedido la noche anterior, desde el momento en que me fui a la cama después de que Justin y yo brindáramos por su “no” promoción hasta el momento en que soñé con mi abuelo. Justin aceptó muy bien todo, lo que me hizo pensar que tal vez reaccionaría de la misma manera cuando supiera la verdadera razón de que Jefferson se quedara con el puesto vacante en el Comex. Pero entonces, una voz irritante gritó en mi cabeza: ¡Oh, sí! ¡Seguro que sí! Así que decidí dejarlo todo como estaba. Lily apareció con bolsas llenas de chocolate, helado y una revista de moda todavía en el plástico.
—Lo sé, un montón de calorías. Pero pensé que era una emergencia —explicó, dejándolo todo sobre la pequeña mesa de centro de la sala, y abrazándome con ternura.
—Y es una emergencia —murmuré en su hombro—. ¿Cómo permití que esto sucediese, Lily? ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Enamorarme de Justin? Esto es ridículo.
Más que ridículo. Tendrán que inventar una nueva palabra para definir a alguien tan estúpido como yo. Ella se apartó un poco, pero mantuvo los dedos firmemente plantados en mi hombro.
—¿Amas a Justin, o simplemente crees que lo amas? —me preguntó.
—¡Lily !
—Lo digo en serio, Kim. Mucha gente piensa que ama a alguien pero realmente no lo hace. Es sólo afecto o a veces incluso, sólo atracción. Dime lo que sientes por él. Esta vez de verdad —dijo arqueando un poco una ceja.
Suspiré, tirándome en el sofá. Ella se sentó a mi lado y me dio una barra de chocolate.
—No sé lo que siento. Es como si sintiese todo al mismo tiempo. —Abrí el paquete y le di un mordisquito—. Quiero tocar a Justin, quiero que él me toque, me encanta escuchar lo que tiene que decir, me encanta cuando su boca se transforma en una sonrisa tímida. Adoro escucharle hablar, todo serio, pero con un deje de burla. Él es muy amable y cortés, y me defiende cuando cree que lo necesito...
—Pensé que detestabas que te protegieran. —Ella tomó un pedazo de chocolate y lo masticó.
—¡Y lo odio! Pero con él es diferente. Yo me siento... indefensa cerca de él, y adoro eso. Él acaba con todas las barreras que construyo.
—Hmm... Deja que te pregunte algo. —Ella se lamió los dedos sucios de chocolate—. ¿Qué es lo que más te molesta de Justin?
Suspiré.
—Casi todo.
—Pero acabas de decir que adoras un montón de cosas de él.
Hundí la cabeza en el respaldo del sofá.
—¡Lo sé! Odio muchas cosas en Justin, pero incluso esas las amo. ¡Esto es ridículo!
—¡Guau! —Ella sonrió ampliamente con un brillo extasiado en sus ojos almendrados—. Esto es más serio de lo que pensaba. ¿Qué vas a hacer ahora?
—¿Cómo que qué voy a hacer? —Levanté la cabeza.
—¿Se lo dirás?
—¿Estás loca? ¡De ninguna manera! Encontraré la manera de desenamorarme. Por supuesto que sí. No puedo amar a mi marido. Además de ser ridículo, complicará todo cuando nuestro acuerdo termine y él se vaya de mi vida.
—Él puede enamorarse de ti —canturreó.
—No, Lily. No puede. A Justin le gusto, pero como amiga. Lo conozco bien ahora. Nunca amaría a una mujer que no admirase. Y estoy segura de que él no me admira lo suficiente como para querer relacionarse conmigo de esa manera. Sobre todo después de la noche pasada. Cuando sepa que no fue promovido debido a una interferencia mía, aunque sea indirectamente, va a odiarme. Sé que lo hará. —Le hice un breve resumen de la cena de la noche anterior—. ¿Entiendes ahora? Justin nunca me perdonará o estará interesado en mí.
—Ah, Kim. No hables así, como si no tuvieras nada que pudiera atraer a Justin. Yo lo noté. Ese día, en la pista de baile, vi lo atormentado que se quedó después de bailar con él. Tú también debiste haberlo notado. Usa eso a tu favor.
Me quedé boquiabierta.
—¿Estás sugiriendo que yo...?
—Exactamente. —Sonrió maliciosamente—. Vives con él, no es difícil crear el ambiente adecuado y encontrar el momento perfecto, la lencería perfecta...
Inmediatamente, imágenes de Justin y yo riendo cómplices en la cama inundaron mi cabeza. Pero no podía dejarme llevar por la imaginación. No esta vez.
—No. ¡No! ¡Ni pensarlo! No voy a caer tan bajo. ¡De ninguna manera! No quiero a Justin sólo una noche, Lily. Porque para él, sería sólo una noche. Quiero que me ame... —Entonces, me lo pensé mejor—. ¡No! ¡Quiero dejar de amar a Justin!
—¿Y por qué no tratas de hacer que te ame? Tal vez podrías sondear el terreno, ver si él te corresponde de alguna manera o...
La puerta se abrió. Justin apareció en toda su majestuosidad, con su glorioso cuerpo mojado por el sudor, el pelo húmedo y su camiseta blanca con grandes manchas de humedad deliciosamente situadas sobre los músculos rígidos de su pecho, empapando el ambiente de testosterona.
—¡Liliana! ¿Cómo estás? —Saludó con una sonrisa, quitándose del oído los auriculares de su MP3.
—Bien Justin, Kim me llamó, espero que no te moleste.
—Por supuesto que no. Estate tranquila. Voy a ducharme y a ponerme un poco más presentable. —Le sonrió. De camino al baño, despeinó ligeramente mi pelo—. Buenos días, Kimberly.
—Buenos días —murmuré con la cara roja.
Lily esperó a que la puerta del baño se cerrase para saltar en el sofá.
—¡Jugueteó con tu pelo!
—Él haría lo mismo con un chihuahua. Tenías razón. Cometí un gran error al poner el anuncio. Fue una tremenda burrada.
Ella meditó sobre el asunto y de repente su humor cambió.
—¿Sabes qué? Estás sometida a mucha presión —habló—. Salgamos un poco. ¿Qué tal si nos pasamos por el anticuario?
—Pensé que no querías saber nada más de Breno —respondí con sorpresa.
—No quiero. —Luego sonrió avergonzada—. Quiero decir, no mucho.
Sonreí.
—Voy por mi bolso. —Llamé a la puerta del baño—. Justin, voy a salir.
—Que se diviertan —gritó él sobre el ruido del agua cayendo.
Fuimos en el auto de Lily. Odiaba estar sin coche, y a juzgar por mi salario, todavía pasaría mucho tiempo antes de siquiera pensar en comprar uno. Tal vez debería echar un vistazo a los precios de las motos. No una Ducati, por supuesto, pero cualquier cosa que me librase del transporte público serviría. La galería Renoir estaba abierta, pero, como de costumbre, vacía. Breno me recibió con un abrazo torpe.
—¿Sólo porque te casaste, te olvidaste de un amigo?
—En realidad, es el trabajo que me está matando, Breno —me quejé—. ¡Mira mis dedos!
Examinó las uñas dañadas por la copiadora y sonrió.
—Aquí está la prueba del delito. Kimberly está finalmente trabajando —se burló y se volvió para enfrentarse a mi amiga con el rostro aprensivo—. Hola, Liliana. ¿Todo bien?
—Hola. —Ella sonrió tímidamente—. No me volviste a llamar.
—Tú me pediste que no te llamara —respondió, confundido.
—Lo sé, pero... no sé... —Miró hacia otro lado, jugando con el volante de la blusa—. Podrías haber intentado hacerme cambiar de opinión. Sobre muchas cosas.
Los ojos de Breno se agrandaron.
—¿Podría? —preguntó sorprendido, con una voz ligeramente estrangulada.
—Podrías. —Ella se encogió de hombros y sonrió tímidamente.
Puse los ojos en blanco y me alejé para darles más espacio. Lily era genial para dar consejos sobre la vida amorosa de otros. Una lástima que, cuando se trataba de la suya, ella no sabía qué hacer. Pasé los dedos por la superficie de una mesa de estilo Luis XV, mientras me dirigía a la sección de platería. Me detuve cerca de la puerta, examinando el original candelabro de plata francés del Renacimiento, la pieza más bonita de la tienda, cuando vi el cartel pegado en el escaparate.
—Breno, ¿estás contratando?
—Sólo para el fin de semana. Voy a tener que cerrar la tienda si no encuentro a alguien. Tengo que terminar mi curso de buceo —me explicó.
—¿Cuál es el horario?
—Sábado en horario comercial y domingo hasta el mediodía.
—¿ Salario? —Quise saber.
—Cómo es equivalente a las horas extraordinarias, termina siendo razonable.
Eso sería perfecto. Dinero extra y menos tiempo con Justin. ¡Todo lo que necesitaba!
—Perfecto, acepto. —Le sonreí.
Breno parecía confundido.
—Yo quiero el trabajo —le expliqué.
—¿Tú... quieres? —Lily me examinó cuidadosamente.
—Un poco más de dinero sería muy útil, Lily. Tal vez pueda ahorrar un poco para comprar una pequeña moto, y además estaría fuera todo el fin de semana. Evitaría cierto problema. —Y arqueé las cejas sugestivamente.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho. Su rostro era una máscara de desaprobación.
—No me creo que vayas a huir. ¡Tú no eres de esas!
—No voy a huir. Sólo voy a resolver esta confusión. Y me gusta estar aquí. Me gustan los chiflados que a veces aparecen por aquí.
—¡Hey! —se quejó Breno.
—Eh, Breno, ¿qué pasa? A veces aquí sólo te vuelves loco, admítelo —bromeé.
—Escucha, Kimberly —comenzó con cautela—. Me gustaría darte el trabajo, pero necesito a alguien… responsable, que abra el anticuario o que no se duerma en los sillones que están en venta.
—He cambiado. —El hizo una mueca. Me apresuré a persuadirlo—. ¡En serio! No voy a dormir en los sillones ni voy a llegar tarde. Prometo darte lo mejor de mí. Ya conozco la tienda, sé cómo funciona todo. No necesitas perder el tiempo en explicarme nada.
—Dale una oportunidad, Breno —le pidió Mari con voz melosa—. Tú mismo admitiste que vendías más cuando Lili estaba aquí.
—Porque ella inventaba historias salvajes y engañaba a los clientes —le indicó.
—¿Pero no es eso lo que espera un empleador? ¿Que el empleado dé lo mejor de sí mismo y conquiste a los clientes? —cuestionó.
—Bueno... Sí, pero...
—¿Por qué no haces la prueba? —sugirió Lily. Dejemos a Kim aquí durante un rato y veamos cómo se defiende. Podríamos tomar un café allí en la esquina y mientras tanto...
—¡Muy bien! —él la interrumpió apresuradamente y la arrastró con la mano. Ella se dio la vuelta con el pulgar levantado y le guiñó un ojo antes de pasar por la puerta.
—¡Gracias! —siseé.
Ni un solo cliente entró en el anticuario, como de costumbre. Las horas pasaron y nada sucedió. Empecé a sentirme aburrida. Me senté en el sofá y cogí una revista vieja. De repente, el aburrimiento amenazaba con vencerme. Dejé caer la revista y repasé mentalmente cada escena, cada conversación con Justin, desde que nos conocimos, intentando entender en qué punto de esta historia yo había empezado a amarlo.
—No le contaste nada —dijo el Abuelo Steeven, apareciendo de la nada, haciéndome saltar del sofá en el que acababa de sentarme. Casi dejo caer el jarrón de cristal que había en la mesa auxiliar.
—¡Caramba! —grité, poniendo la mano sobre mi corazón, que persistía en querer salir por la boca—. ¡Me has dado un susto de muerte! ¿No podrías hacer ruido, o algo así antes de aparecer de la nada?
Él sonrió.
—Lo siento. Me acordaré la próxima vez. —Pero se volvió a poner serio cuando dijo—: No le has dicho nada a Justin.
Me di la vuelta, fingiendo apreciar el jarrón de cristal.
—Oh, yo... Uh... No he tenido oportunidad todavía...
—No mientas, Kimberly —suspiró.
Gemí suavemente, girando y bajando la mirada a mis pies.
—No lo conté porque no quería... que Justin me odiase.
El silencio absoluto me hizo levantar la cabeza para asegurarme de que el abuelo Steven no se había ido. Sus ojos me examinaron cuidadosamente.
—Siéntate, querida —me pidió, sentándose en el borde del sofá donde estaba dos minutos antes—. Te conozco mejor que nadie. Sé cuándo mientes. ¿Qué está pasando?
—Yo... Me cae bien, abuelo. No quiero que Justin me odie. Y él me odiará si sabe que Clovis eligió a Jefferson sólo para obtener venganza. Perdió la promoción que tanto esperaba porque trató de protegerme de la tiranía de Clovis. No estoy mintiendo. En serio.
—Justin nunca te odiaría —dijo con una voz más alegre
—Tú no sabes cómo quería él esta promoción. —O tal vez si lo sabía. Estaba muerto, podría tener acceso a dicha información—. Hasta se casó conmigo para aumentar las posibilidades de su promoción. ¡Y mira que me detestaba! Por mi culpa no tiene la oportunidad que se merecía. Clovis lo estropeó todo.
—Cariño, sé que decir la verdad puede ser difícil, pero es necesario si realmente esperas crear lazos más profundos con tu marido. Tal vez se enoje, o tal vez no. Pero tiene derecho a saber la verdad. Y no darle la oportunidad de conocer la verdad... Eso realmente, hará que se enoje. Piensa en ello, Kimberly. Los dos tienen un largo camino por delante. De ti depende el desarrollo de las cosas.
—Abuelo, el problema es que... Bueno... Digamos que yo... sin querer... medio que... eh...
—Sí, lo sé. Amas a Justin —dijo simplemente.
Asentí, con el rostro en llamas. Sucedía siempre que el abuelo trataba de arrancarme algo sobre los asuntos del corazón. Hasta yo tenía algunos límites.
—Sé que lo amas. Probablemente lo sabía incluso antes de que tú te dieras cuenta.
Estoy muy feliz con ello. No podrías haber elegido a un hombre más digno que Justin.
—Pero ese es el problema. Justin nunca me verá como una posible... novia. Tenemos un acuerdo y él va a hacer exactamente lo que acordamos. —Nada de intimidades.
—¿Y tú no lo admiras por eso? —Sus gruesas cejas se arquearon.
—Bueno, sería más fácil si fuese más maleable. Así que voy a quitarme de la cabeza a Justin. Tengo que hacerlo. Él nunca me va a ver cómo me gustaría.
El Abuelo Steeven asintió y sonrió.
—No es necesario tener los ojos abiertos para ver el sol, ni tampoco es preciso tener unos oídos agudos para oír el trueno. Para salir victoriosa, tienes que ver lo invisible.
—¿Qué?
—Sun Tzu —sonrió.
Suspiré, sonriendo un poco.
—Te extraño mucho, abuelo.
—Lo sé. Lo veo. —Puso su mano sobre la mía. Yo no sentía el calor de sus manos, siempre tan suaves.
Sólo sentía un ligero adormecimiento en la parte posterior de las manos, donde le tocaba. Era bueno.
—Sé que te sientes sola, pero te juro que no lo estás. Tienes amigos que te aman de verdad. Y yo estoy aquí. Nunca estarás sola.
—¡Kimberly! —gritó alguien.
Negué con la cabeza, parpadeando. Me encontré con Breno mirándome muy enojado. Lily estaba un poco más atrás, mordiéndose el labio inferior. Mi abuelo no estaba en ninguna parte.
—No voy a dormir en la tienda, ¿no es así? —le acusó.
—¡Breno! —Salté del sofá—. ¿Me dormí? ¡Oh, mierda! No sé lo que pasó. Te juro que estaba despierta. —¡Yo estaba despierta! Estaba segura de ello—. Incluso apareció mi abuelo—. Eh... yo... yo dormí mal esta noche —añadí toda cortada— y creo que... lo siento. No se repetirá. En serio. Voy a traer el café para mantenerme despierta. ¡Una cafetera muy grande!
Lily vino en mi ayuda.
—Breno, Kim está pasando por muchos problemas. La pobre no ha dormido bien.
Ella está tratando de adaptarse a su nueva vida, pero es difícil. Trata de ponerte en su lugar. Tenerlo todo y de repente no tener nada. Tener extraños viviendo en su casa, metiéndose en su vida. Depender del cariño de sus amigos. —Sus ojos se volvieron muy grandes, expresivos y brillantes—. ¿Has pensado en perder todo lo que amas, Breno? ¿Has pensado lo solo que te sentirías? ¿No te gustaría que te extendiese la mano un amigo en un momento como ese?
Él la miró fijamente, y quedó claro que las palabras de mi amiga lo afectaron. Por un segundo, llegué a pensar que se iba a poner a llorar. ¡Lily era muy persuasiva!
—¿Puedo quedarme con el trabajo? —pregunté con ansiedad.
—Está bien —suspiró, sacudiendo la cabeza—. El trabajo es tuyo. Empiezas el próximo sábado. Pero te juro que si te equivocas de nuevo, te despido al momento —dijo, tratando de usar su tono más amenazador y sin tener éxito—. No hagas que me arrepienta.
—Lo prometo. —Le di un abrazo. Él me lo devolvió torpemente.
—¿Tienes algunas flores naturales aquí? —preguntó Lily, sorbiendo por la nariz, y mirando a su alrededor.
—No que yo sepa —Breno respondió y me miró fijamente—. ¿Tenemos?
Negué con la cabeza. Pero Lily tenía razón. Había algo dulce en el medio del aire. El mismo olor que impregnaban mis sueños de la noche anterior. Lo que me hizo pensar en la conversación que había tenido con mi abuelo hace un momento. No importaba que fuera un sueño, una ilusión, ese sería exactamente el tipo de consejo que mi abuelo me haría.
—Qué extraño. —Ella se encogió de hombros—. Creo que fue sólo una impresión.
—Entonces, ¿cómo fue el café? —pregunté—. ¿Se arreglaron?
Breno se sonrojó.
—Sólo conversamos, Kimberly —murmuró a la defensiva.
—Ah, Breno —dijo Lily con una sonrisa—. Kim es mi mejor amiga. No tienes la menor oportunidad, no podrás ocultarle nada. —Y se volvió hacia mí—. En realidad, fue genial Hablamos mucho y no estaba funcionando. Y, cuando pensé que todo iba a quedar como estaba, que él no iba a ceder, Breno me besó, y fue uno de esos besos que...
—Oh, Mira, esto es muy vergonzoso —la interrumpió él, completamente abrumado—. ¿No puedes contárselo cuando esté lejos? ¿Muy, muy lejos?
Lily se echó a reír.
—De acuerdo. Puedo esperar un poco más —advirtió, seductora—. Siempre que me des un buen motivo para ello.
Entendiendo la señal, le dije:
—Bueno, ya me voy. Tengo que ir al supermercado. Te espero fuera, Lily. Adiós Breno. Y gracias de nuevo.
Pero él ya se había olvidado de mí, y no podía dejar de mirar a Lily. Me reí y me fui a esperar en la acera. No pude resistirme a espiarlos a través de la gran vidriera. Ellos estaban abrazados, los brazos de Lily estaban alrededor del cuello de él, y las manos de Breno en la cintura de ella, con las frentes pegadas. Él le estaba diciendo algo, o tal vez cantando, ya que ellos estaban medio bailando, medio girando en el lugar.
Ella sonreía con los ojos cerrados.
Yo también sonreí, desviando la mirada.
Algunos minutos más tarde ella estaba a mi lado, con el rostro brillante, y una sonrisa indescriptiblemente feliz.
La miré fijamente, sonriendo socarronamente.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Lleno de manías, metódico, inmaduro de veinticinco años. Hmm... —dije, mientras caminábamos hacia el auto—. Creo que he oído eso en alguna parte...
—Lo sé. Pero, ¿qué? —Ella se encogió de hombros—. Creo que sentía la falta de todo eso. Él... Él me hace sudar frío, Kim... En el buen sentido.
Puse mi brazo alrededor de sus hombros.
—Quieres decir que no soy la única tonta que se enamoró aquí, ¿verdad?
—No sé si yo diría que es amor... —La miré mal—. ¡Está bien! No eres la única.
Pero, ¿qué vas a hacer en el supermercado?
—Necesito comprar vino. No tengo dinero para comprar vino en una buena bodega. Supongo que podré encontrar alguna cosa buena en el supermercado, ¿no es así?
—Quise saber mientras entrábamos en el auto.Vota y comenta ⭐
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Se Busca Marido (Jb)
Fanfiction•Una Muerte •Una Herencia •Una Búsqueda •Una Traición ¿Como Terminara esta historia ? _________________________________________ Créditos para la portada: @ohmymaddox muchas gracias !! Mis otras novelas: ■ Se Busca Marido (J.B)TERMINADA ■Matrimonio...