◇Capítulo: 40◇

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Maratón: 1/6

Para mi frustración, y aparentemente para la de Justin, nuestra salida a hurtadillas naufragó. Hector estaba en el escenario con su discurso, y cuando me vio atravesando el salón, me señaló, diciendo por el micrófono quién era yo. Un foco casi me cegó. Justin se puso tenso a mi lado. No teníamos otra alternativa más que regresar a nuestra mesa y sonreír.
Él entrelazó sus dedos con los míos y tuve que contorsionarme para aplaudir a Hector cuando terminó el discurso, lleno de divertidas historias compartidas por el abuelo y él.
Cogí mi vaso de vino y tomé un sorbo, y entonces me di cuenta de que Justin estaba viendo nuestras manos unid
—¿Qué pasa? —pregunté.
Levantó los ojos y me miró durante un tiempo interminable. Brillaban tanto que era difícil desligarme del caleidoscopio que las luces provocaban en su iris.
—Me preguntaba si esto era real. —Y presionó levemente sus dedos enredados en los míos.
—Espero que lo sea —murmuré.
Varias emociones cruzaron su rostro, una explosión intensa de colores y sentimientos. Me estudió durante mucho tiempo antes de inclinarse y tocarme ligeramente la nariz con sus labios. Una corriente eléctrica atravesó mi cuerpo. Era como si el resto del mundo se hubiese convertido en tan solo luces, colores y sonidos distantes. Sólo veía a Justin, sentía a Justin, lo deseaba.
—¿A dónde vas? —pregunté cuando se levantaba.
—Vuelvo en tres minutos. —Sonrió, pero parecía que había ansiedad en sus ojos.
Esperé, observando el salón, los rostros conocidos, la orquesta maravillosamente instalada en un lateral de la sala imponente. El abuelo se reiría si estuviera allí. Y tuve que admitir que mi abuelo sabía de esas cosas. Mi acercamiento con Justin se produjo porque seguí su consejo. ¡El abuelo Narciso era fantástico!
Una mano cálida y suave tocó mi hombro.
—¡Estás de vuelta! —exclamé extasiada cuando vi a Justin. Él sonrió, sorprendido.
—¿Adónde iría? ¿Escapando como siempre?
—No lo sé —dije encogiéndome de hombros—. Sólo pensé... no importa.
—¿Bailas conmigo? —me preguntó, estirando su mano para que yo la cogiese.
Inmediatamente acepté, y él me llevó a la gran pista de baile.
—Pensaba que obligarte a bailar sería exigirte demasiado —comenté, recordando su rostro aterrorizado en la discoteca cuando traté de sacarlo a bailar.
—Depende en gran medida del tipo de baile. —Estrechó mi cintura, acercándome más a él.
Pocas parejas arriesgaban en la pista, pero no me importó. No tenía ni idea de que música estaba sonando. El corazón me latía tan fuerte y mis pensamientos estaban tan agitados que podría estar bailando Funk y no lo notaría, continuaría balanceándome suavemente en los brazos de Justin. Me sostenía con una delicadeza determinada, con una de sus manos firmes en mi cintura, y con la otra acariciando mi mano sobre su pecho, su rostro rozaba el mío, deslizando la nariz en mi mejilla, inhalando el aroma de mí pelo. Su brazo apretó mi cuerpo y tuve que concentrarme para mantenerme en pie. Nuestros ojos se encontraron, y, una extraña comprensión y al mismo tiempo muy real y natural ocurrió en ese instante. No dijo nada, pero ambos sabíamos que era hora de irse.
Volvimos a la mesa sólo para recoger mi bolso. Nos despedimos de algunos conocidos y dejamos el gran salón para entrar en la lujosa recepción que conducía al exterior. En ningún momento Justin soltó mi mano ni miró hacia otro lado. Sin embargo, en lugar de seguir adelante, me guió hacia el mostrador de recepción.
—Pero... —intenté preguntar, pero callé cuando la recepcionista le dio a Justin una gran tarjeta y sonrió con complicidad. La llave de una habitación.
—¿Quieres subir? —me preguntó. Había muchas emociones en mi cara, la más obvia de ellas era la incertidumbre.
“¿Quieres subir?” Dos palabras. Sólo dos palabras hicieron que mi mundo colapsara. Empecé a sudar. Estaba completamente segura de lo que quería, tanto que me dolía físicamente, pero no podía evitar estar nerviosa.
—Sí. —Tragué saliva.
Él asintió con ojos ardientes.
Entramos en el ascensor cogidos de la mano. Instantáneamente me sentí tímida, como si fuera la primera vez que me iba a la cama con un hombre. Justin también parecía nervioso, lo cual no ayudaba mucho. Gracias al ascensorista, que decidió iniciar una conversación sobre el buen tiempo de la noche, el temible silencio se disipó. Cuando bajamos en el piso correcto, Justin buscó el número de la habitación, aparentando impaciencia.
—Quédate aquí. —Me pidió cuando encontró la habitación en el largo pasillo alfombrado.
Obedecí mientras él introducía la tarjeta en la cerradura y abrió la puerta.
Con los ojos fijos en los míos, se acercó, puso un brazo alrededor de mis rodillas, el otro por la cintura y me levantó con facilidad. Llevándome con aplomo, Justin entró en la habitación, cerró la puerta con una patada, lo cual me pareció muy excitante, siguió adelante hacia la antesala iluminada sólo por unos apliques. Di un grito ahogado cuando vi la habitación, y en especial la cama gigante y la colcha inmaculadamente blanca adornada con pétalos de rosa carmesí. Una cubetera de hielo albergaba una botella de champán. Había frutas a su alrededor. Velas encendidas, sobre diversas superficies daban a la habitación un ambiente de intimidad y romanticismo.
—¡Woaw!
—Sé que no es exactamente lo que habías imaginado para tu noche de bodas, especialmente teniendo en cuenta el retraso...
Negué.
—¡Es incluso mejor! —exclamé—. ¿Cómo... cómo... cuándo...?
—Tengo mis contactos —dijo y me llevó suavemente en la cama.
Con elegancia, Justin tomó la botella de champán y la abrió, sirvió dos copas y me dio una. Había enormes ramos de rosas rojas en las mesitas de noche. Di un grito ahogado cuando se sentó a mi lado y la cama cedió un poco bajo su peso. Mis manos sudaban, y yo me estremecía con cada respiración suya. Era ridículo estar tan nerviosa, después de todo, traté de llegar a este momento. Tomé mi bebida de un trago.
—¿Asustada? —me preguntó Justin
—Eh... un poco —le confesé.
—¿Por qué no estás segura de lo que quieres? —Su frente se arrugó.
—En realidad, estoy esperando a que salgas corriendo en cualquier momento.
—No voy a irme a ninguna parte. No esta vez —susurró con solemnidad.
—¡Qué demonios! Así que esto es un sueño, ¿verdad? Nada de esto está sucediendo realmente. Voy a quedarme aquí, sin aliento, excitada y sola, ¿no?
Tomó mi vaso vacío y lo colocó en el suelo alfombrado. Con sus ojos cristalinos capturando los míos, Justin acarició mi rostro. Su mano se deslizó por mi cuello, mi brazo, llegando a mi mano sudorosa. Él la llevó a los labios antes de posarla sobre su pecho, sobre su corazón.
—¿Puedes sentir esto? —Y presionó todavía más mi mano sobre su corazón.
Los golpes eran fuertes, rápidos, casi furiosos.
—Lo siento.
—¿Y esto? —Llevó mi mano de nuevo a sus labios, y esta vez le dio un beso persistente a mi palma.
Asentí, estremeciéndome.
Todavía me miraba con tal intensidad que podría haber jurado que el calor que salpicaba mi piel venía de él. Justin murmuró:
—También tengo dificultades para creerlo, a pesar de que todo parezca real para mí. —Y se inclinó para besarme—. Pero, si tú también piensas que es real, entonces o realmente está sucediendo o estamos compartiendo el mismo sueño.
Mi corazón retumbaba en su pecho mientras sus brazos me sujetaron con urgencia. Enrosqué los dedos en su pelo, pegándome todavía más a él. Entonces el beso se tornó más suave, más lento y comedido. Poco a poco, Justin me puso sobre la cama, deslizando su mano por el costado de mi cuerpo para llegar a mi muslo, sin prisas.
—¿Crees que es real, Kimberly, o estamos soñando? —preguntó con voz gutural.
—No lo sé. No me importa —murmuré sin aliento mientras él delineaba mi cintura con dedos febriles.
—¿Todavía tienes miedo? —Sus labios acariciaron mi cuello, haciéndome temblar.
—No.
Él levantó la cabeza, me miró a los ojos durante un momento y sonrió. Una sonrisa tan plena, tan completa, que parecía venir de su alma. Justin siguió acariciándome, besándome lentamente, y entendí lo que pretendía. Estaba saboreando cada toque, cada caricia, prolongando el placer con cada gesto. Yo tampoco tenía prisa, quería disfrutarlo, acariciarlo, amarlo lenta y profundamente.
Me deshice de su chaqueta y desabroché uno a uno los botones de la camisa, hasta que sentí con las yemas de los dedos su piel lisa, caliente, y suave. El corazón le latía con fuerza bajo mi palma. Con exagerada lentitud, deslicé la camisa por sus brazos fuertes y atléticos, hasta que conseguí tirarla por la habitación en alguna parte de aquel lugar mágico.
Justin deslizó sus labios por mi cuello, por mi brazo, hasta que encontró la cremallera en el lateral de mi vestido, abriéndola con extremo cuidado. Pasó los dedos hasta alcanzar el dobladillo del vestido en mi muslo, lo levantó, lo pasó por mi cabeza, y luego, admiró mi cuerpo. Sus grandes manos suaves en mi piel y sus ojos oscurecidos con el deseo, me hicieron suspirar. Llegaba a ser cruel la manera en que parecía que me reverenciaba. Cuando me besó, su piel febril tocó la mía, haciéndome gemir ante el placer de tenerlo allí, apretándome contra el colchón. Él exploró cada centímetro de mi cuerpo con las puntas de los dedos antes de deslizar con delicadeza por el mismo camino que los pétalos de rosa de seda esparcidos sobre la mesa. Pronto sus labios rehicieron el trayecto, parando en mi vientre.
Suavemente, Justin me viró y continuó explorando, alternando dedos, labios, pétalos, y dientes, haciendo que me retorciese de placer.
Oí reír suavemente a Justin mientras sus dedos se enroscaban en los laterales de mis bragas, pero al parecer Mickey Mouse no lo desanimó. Trazó una línea de besos desde mi nuca hasta las rodillas, retiró los zapatos con delicadeza y me giró, hechizándome con sus ojos como si pudiéramos llegar a ser uno solo. Me arrodillé en la cama y alcancé su estrecha cintura, abriendo su cinturón y ayudándole a deshacerse del resto de sus ropas. Todo lo que pude pensar mientras que la tela caía, mostrando su cuerpo perfecto, fue que el David de Miguel Ángel, intentaría cubrir su desnudez mediocre en comparación con la de Justin. Era hermoso, fuerte, viril. ¡Maximus!
Él también me estudiaba con ojos voraces, recorriendo mis curvas, saboreándome a distancia.
—Tan hermosa... —susurró, haciendo que me acostase de nuevo.
Sus manos se volvieron más firmes, imprudentes, ansiosas. Tan ansiosas como yo, por lo que me conmovió. Justin se demoró en mis curvas como conociéndome, descubriéndome.
Moviéndose rápidamente, se colocó sobre mí y acabé gimiendo al sentir ese contacto puro, crudo, con su cuerpo junto al mío. Me tocó el pelo, apartándolo hacia un lado y bajó la cabeza hasta llegar a mi oído.
—¿Está segura? —murmuró—. Si quieres, podemos parar.
Automáticamente, clavé las uñas en sus caderas para que no se alejase. Él levantó la cabeza y sonrió.
Siempre con los ojos fijos en los míos, se deslizó dentro de mí y luces de colores y calientes me golpearon, trayendo lágrimas a mis ojos. Entonces algo cambió. La delicadeza y sutileza todavía estaban presentes, pero quedaron en segundo plano. Era el deseo, felino y ardiente, lo que nos conducía ahora. Sentí la misma urgencia en Justin, con cada movimiento se adentraba más en mí, llenándome de placer, tocando mi alma.
La espera había sido larga y dolorosa, pero ¡oh, valió la pena! Nunca nadie me hizo sentir lo que yo estaba experimentando con Justin. Mientras él marcaba el ritmo, que a cada segundo se hacía más y más frenético, sus manos recorrían mi piel, sus labios me chupaban, los dientes me devoraban con una mezcla de ferocidad y delicadeza casi insoportable. Rápidamente fui azotada por la fuerza de las olas y las luces que me inundaban. Una vez, dos veces, tres veces. Me estremecí violentamente mientras estrellas doradas explotaban a mí alrededor, y su polvo mágico y brillante me envolvía. Justin explotó al mismo tiempo, con un gemido gutural.
Sin aliento, con los cuerpos perlados de sudor, lánguidos, y agotados, permanecimos inmóviles, sin decir una palabra, simplemente disfrutando de la sensación de paz. Era tan, tan bueno estar con Justin.
—Tengo que decirte que soy el fan número uno de Mickey Mouse —dijo un tiempo después, con la voz todavía entrecortada.
Me eché a reír.
—Es bueno saberlo —dije sin aliento. Era difícil respirar con todo ese peso sobre mi estómago, incluso cuando sostenía el cuerpo con sus codos—. Tengo una colección de ropa interior de Mickey.
Él sonrió ampliamente.
—Tienes que enseñármelos todos. —Entonces besó mi cuello y se movió, acostándose a mi lado, empujándome hacia su pecho. Apoyé la cabeza en la curva de su hombro, recuperando el aliento, mientras que su mano acariciaba perezosamente mi espalda.
—¿Te das cuenta de que acabamos de consumar nuestro matrimonio? —señalé feliz.
—Oh, me di cuenta. Y puedo garantizar que disfruté cada segundo —dijo divertido, pero luego suspiró pesadamente.
Levanté la cabeza.
—¿Qué?
—Nada. Sólo estoy pensando en lo que acabo de hacer. Rompí el acuerdo.
No puedo resistir esos ojos extraviados. Creo que eso es lo que más me atrae de él.
De él, no a él. Había una gran diferencia entre una cosa y otra.
—¿Te sientes atraído por mí?
—Eres hermosa, Kimberly. La mujer más hermosa que he conocido. Todavía no me puedo creer que estés aquí. —Estrechó su brazo alrededor de mí—. Estaría loco, si no estuviese caliente cuando estoy cerca de ti.
—¿Caliente? —¡Uh, eso es bueno! ¡Muy bueno!
—¡Y eso es una mierda! —dijo, cortando mis pensamientos—. Yo siempre cumplí mis promesas. Hasta esta noche. —Parecía culpable.
—¡Oh no, Justin! ¡Para de ser tan mojigato! —Ataqué sin dudarlo.
Justin se sorprendió, pero no tanto, cuando mis labios capturaron los suyos, una parte de él esperaba el ataque. No hubo resistencia, ¡ninguna! Respondió a mi beso apasionadamente. Su lengua jugaba traviesamente en mi boca, y sus dedos se clavaban en mi cintura. Pero cuando nuestra respiración volvió a ser pesada y me aferraba a su cuello tratando de acercarlo más, él me apartó suavemente.
—Kimberly, espera. Tenemos que hablar. Lo que pasó entre nosotros fue...
—No digas “un error”. Por favor, no me digas que lo que hicimos estuvo mal. No me hagas daño así.
—¡Fantástico! —Sonrió—. Pero tú dejaste claro que este tipo de intimidad estaba fuera de la cuestión.
—Eso fue antes de que todos se complicara. Estamos casados. Me costó mucho llevarte a la cama. —Traté de llegar a su cuello, pero me agarró de las muñecas y los colocó sobre su pecho desnudo. Si su intención era desanimarme, ah, él estaba muy equivocado. Sentir la firmeza de sus músculos, el calor y el sudor aún en su piel, solo hizo que quisiese explorar más ese cuerpo.
—En realidad no lo estamos, y lo sabes —señaló.
—¿Qué pasa Justin? Tienes un papel que dice que estamos casados.
Acabamos de hacer el amor... y fue extraordinario, dicho sea de paso. ¿Qué más falta para que sea un matrimonio real?
—No lo sé —él negó, atormentado.
—Entonces, ¿qué sugieres que haga? ¿Que nos divorciemos para poder acostarme contigo?
—Eso también suena mal —dijo, pero sonrió—. Y fui yo el que te llevó a la cama.
Me di por vencida con un suspiro.
—¿Y qué pasa ahora? Estamos técnicamente casados y consumamos el matrimonio. Y honestamente, no veo donde está el error. No es un crimen que un marido se acueste con su esposa. Es lo que se espera que ocurra.
Me acarició la espalda, sin darse cuenta de lo que hacía.
—Creo que tenemos que pensarlo todo. Hablar acerca de ello. —Puse los ojos en blanco.
—¿Ves? Ya somos una pareja real, si quieres discutir nuestra relación. —Se rió entre dientes.
—¿Qué sugieres que hagamos?
—Bueno... —Enredé mis dedos en su cabello, aproximándome cada vez más—. Podríamos dejarlo pasar y ver qué ocurre.
—¿Así de simple? —me preguntó burlonamente.
—Tan simple como eso. Creo que no es necesario que nos preocupemos.
Piensa en ello. Por lo que pude ver, te sientes tan atraído por mí como yo por ti.
¿Qué crees que va a pasar cuando nos crucemos en el apartamento? No sé tú, pero yo no soy la reina del autocontrol precisamente.
Sus cejas se arquearon.
—Yo era bueno en eso, antes de conocerte.
—Así que terminaremos repitiendo lo que ha pasado aquí. Muchas, muchas veces —añadí sonriendo—. Y ¿te sentirás culpable todas y cada una de esas veces?
Yo sólo veo dos salidas.
—¿Qué son? —me preguntó, sonriendo un poco.
—O te relajas y lo dejas pasar o nos divorciamos para poder estar juntos.
—Esto no tiene lógica, Kimberly. —Se rió.
—¡Exactamente! ¡Por fin entendiste! —Me incliné para darle un beso.
—Habló en serio —murmuró en mis labios.
—Yo también.
Él se apartó bruscamente.
—¿Lo harías? ¿Divorciarte y perder la oportunidad de recuperar tu herencia por estar conmigo? —Y me miró intensamente.
—Haría cualquier cosa para estar contigo —respondí con prontitud.
—Kimberly —gimió, agarrando mi pelo, girando sobre mí y besándome confuria, hasta que me dejó sin aliento—. ¡Eres imposible! ¡Maravillosamente imposible! —Y puso su frente contra la mía. Algunos mechones de su pelo sedoso acariciaron mi mejilla.
—Así que... ¿vamos a divorciarnos? —le pregunté, un poco confundida.
—Yo no quiero hacerlo. —Levantó la cabeza—. ¿Y tú?
—Por supuesto que no. Pero entonces, ¿qué hacemos?
—Hmm... —Se acomodó entre mis muslos—. Vamos a intentarlo a tu manera. Veremos qué pasa.
—Me alegra oír eso. Nada de reglas, planes o acuerdos. Sólo... dejar que suceda.
—¿Nada de planes? Hace un momento todo parecía perfecto. ¡Qué mierda!
—murmuró, fingiendo indignación.
—¿Y cuál sería tu plan? —Arqueé una ceja.
—Llevamos casados un mes y nunca salimos, tenemos unos dos años y medio de sexo atrasado. ¿Te das cuenta? Tenemos que empezar pronto si queremos recuperar el tiempo perdido... ¿Crees qué es un buen plan?
—¡No puedo imaginar uno mejor! —Me reí, amando la idea—. Creo que no hay ningún problema si seguimos este plan.
—Kimberly —dijo, mirándome fijamente—. Debo advertirte. Soy muy malo con eso de ver lo que pasa.
—Ah, pero yo soy una experta. Estarás en buenas manos. —Sonreí, deslizando los dedos por sus bíceps, que, ¡oh, Dios!, eran duros e imponentes. Pero entonces un pensamiento terrible se arremolinó en mi cabeza—. Justin, todo se estropeó porque yo no te dije algunas cosas. Así que supongo que tengo que decirte algo importante. No sé cómo vas a reaccionar. Espero que bien, pero lo que sea...                                                 Su frente se arrugó, y una mezcla de miedo y preocupación cruzó sus ojos.
Respiré profundamente.
—Yo... creo que te amo un poco —espeté, mordiéndome el labio inferior. Él suspiró, aliviado.
—Creo que eso es genial, porque yo te amo completamente —Y sonrió ampliamente. Aturdida le pregunté—: ¿Me amas? ¿Exactamente amar? ¿Del tipo Amor?
—Kimberly, ¿qué crees que acabo de decir? Las palabras son necesarias en algunas ocasiones pero no en otras. Creo que dejé claro hace poco lo mucho que Te amo. O... ¿no lo dejé claro? —Me preguntó, un poco inseguro. ¡Oh!
—Bueno... —Sonreí, desviando los ojos a su pecho musculoso y enroscando los dedos en su vello suave como la cachemira—. No estaba segura...
Acariciando mi cara con cariño y elevándola para poder mirarnos a los ojos, para que sus esmeraldas incandescentes me capturaran, me dijo:
—Te quiero. Te amo. Te amo con mi corazón, con mi cuerpo, y con mi alma. Te amaré siempre, Kimberly —murmuró y luego me besó, llevándome de nuevo a disfrutar de las estrellas y de sus polvos mágicos.

Se Busca Marido (Jb)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora