◇Capitulo: 7◇

243 10 0
                                    

Una hora y veinte minutos de retraso fueron bastante para dejar a Joyce
furiosa, y, en un acto de extrema benevolencia, optó por exiliarme en los confines de la sala más temida en los nueve pisos del edificio de la J&J Cosméticos. La única sin ventanas ni aire acondicionado: la sala trece, en el sexto piso. Donde estaba la copiadora. Fue difícil concentrarme en lo que hacía. La resaca no había mejorado por lo tanto me mantuve alejada del restaurante incapaz de soportar mirar algo comestible, pero bebí mucha agua. Saqué copias suficientes como para formar la guía telefónica de China y terminé tarde. Una costra marrón se había formado en mi codo. Dolía un poco cuando doblaba el brazo, cosa que necesité hacer repetidas veces, ya que la máquina se atascaba cada diez minutos.
—Listo, Joyce. Todo está aquí —extendí a ella las cuatro mil quinientas páginas.
—¿Sin tu trasero esta vez? —preguntó desconfiada.
—Puedes confiar.
Ella no pareció convencida pero lo dejó pasar.
—Puedes bajar hasta RRHH para coger tu cheque de pago y no te retrases mañana. Tienes más cosas para copiar, entonces, si no quieres pasar una tarde más encerrada en esa…
—Está bien. No llegaré tarde.
Más que feliz por saber que tendría dinero para pagar un taxi en caso de que Lily estuviera aún en la clínica y no pudiera pasar por mí, bajé para RRHH, lleno de empleados retirando sus nóminas. Esperé pacientemente en la fila.
—Hola —llamó una voz profunda bien cerca de mi oreja. Un
estremecimiento me recorrió el cuerpo. Me giré y di de frente con un sonriente Justin—. ¿Animada con tu primer cheque de pago?
—¡Mucho! Y tú no tienes más esa cara de quien se está muriendo.
—No lo estoy… creo. ¿Cómo está tu brazo? —preguntó solícito.
—Está bien, gracias por preguntar. Te regresaré el pañuelo después de
mandarlo a lavar.
—No te preocupes. Escucha, estuve pensando si tú no...
—Kimberly Jones  —llamó la secretaria bajita de nariz achatada.
—Soy yo —le dije a Justin y me dirigí hasta el mostrador para retirar mi
sobre.
Sonreí para la mujer, sintiéndome victoriosa. Era mi primer pago. Pago de verdad, ya que el anticuario no era bien un trabajo. Trabajé mucho en esta empresa.
Merecía cada centavo.
Di solo dos pasos antes de abrir el sobre y ver un papel extraño lleno de números y letras. Miré el papel, pensando que podría significar.
Desistí de intentar adivinar y regresé al mostrador.
—Ahh… Disculpa pero… ¿qué es esto? —Coloqué el papel en la cara de la
secretaria.
—Es tu salario —dijo lentamente, como si fuera una débil mental. Miró a la fila y llamó—: Justin Bieber.
—¿Dónde? —pregunté, examinando mi cheque de pago una vez más.
—Justo allí —respondió, señalando los números al pie de la página.
—¿Esto no es mi número de registro en la empresa o algo así?
—No. Ese es tu salario.
—Debe ser un error —solo podía ser un error. ¡Tenía que ser!
—Déjame ver —ella tomó el papel, lo analizó durante medio segundo y
después me lo devolvió—. Está correcto. Es el valor que las asistentes reciben por el servicio. Normalmente no tiene tantos descuentos por retrasos, pero el valor integral es el mismo.
—¡Pero esto es una miseria! ¿Cómo esperas que sobreviva con esto? Gasté el doble de esto la noche pasada.
—Nadie lo duda. —Justin comentó a mi lado—. Por la foto en el periódico, te divertiste mucho.
—Cierra la boca Justin —dije sin pensar.
Él sonrió irónico y cruzó los brazos sobre su pecho.
—No es tan poco —argumentó.
—¿No lo es? —Acerqué los números a su cara—. ¿Cómo viviré con esta
propina? No pago ni los gastos de mi auto.
—Deshazte de él. —Se encogió de hombros, pero frunció el ceño cuando analizó mi clase social.
—¿Cómo? —pregunté indignada—. ¿Deshacerme de mi cupé, roja y
potente? ¡Nunca! ¡De ninguna manera! Hoy cogí un autobús, ¿sabes lo que es eso Justin? ¿Tienes idea de cuantos empujones llevé y de cómo estaba oliendo mal cuando bajé, porque un gracioso que aparentemente no se baña hace una semana aprovechó la ocasión para toquetearme? ¡Aquello es el infierno!
Él no pareció asustarse con mi ira. En realidad, parecía divertirse.
—La mayor parte de la población no tiene problemas en usar el transporte público —señaló.
—¡La mayor parte de la población no tiene una cupé como la mía!
Él se rio.
En eso tienes razón.
Cerré los ojos y presioné las sienes con los puños. Me volví para la secretaria de RRHH.
—Necesito más dinero —pedí—. ¿Dónde está la Plumero?
—¿Quién? —preguntó confundida.
—Kimberly debe estar refiriéndose a Janine, Marcia. —Justin intervino,
luchando para no reír y fallando vergonzosamente.
—Ah. Janine está en un congreso. Reestructuración de RRHH. —Marcia le dijo a él.
—Necesito más dinero —repetí.
—Lo siento mucho —pero ella no parecía sentir nada—. Intenta no llegar tarde y no tendrás tantos descuentos.
Miré la hoja de pago, había muchos descuentos, uno de ellos enorme.
—¿Por qué este descuento es tan grande?
—Es el INSS, seguro social —ella explicó un tanto impaciente.
—Yo no necesito seguro social —le pasé el papel—. Puedes devolverme mi dinero.
Justin suspiró a mi lado.
—Kimberly, no es opcional —él comenzó—. Eres una empleada registrada. La empresa tiene el deber de pagar tus derechos. Es para tu futuro.
—No tengo tiempo de pensar en el futuro. Quiero mi dinero ahora —
retruqué.
—Para de comportarte como una niña caprichosa —dijo él sin rodeos.
—¡Para de meterte en mi vida! —Me enderecé sacando pecho.
—¿Por qué no llamas al Dr. Clóvis? —Marcia sugirió obviamente queriendo que yo desaparezca de allí y terminar con el tumulto—. Él puede explicarte mejor.
—Seguro que haré eso. ¡Y el INSS me devolverá todo mi dinero mañana!
¡Ni un día más! —Y pasando el bolso sobre mi hombro, dejé la sala con la dignidad que me quedaba.
Llamé a Clóvis aun en el ascensor. Repetí las mismas frases indignadas,
resaltando el robo del INSS, pero él apenas suspiró, nada conmovido. En verdad, parecía bastante irritado, pero indignada como estaba, no le presté atención. Él dijo que aquella era la remuneración que mi abuelo había estipulado y que no podía
hacer nada al respecto. Yo estaba segura que él podía hacer algo. Solo que no quería, lo que me dejó aún más enojada.
Lily me encontró despotricando en la calle. Le conté lo que acababa de
suceder y, para mi total consternación, ella lanzó una risa estrepitosa.
—Solo tú puedes ir contra una ley laboral.
—No es justa Lily —crucé los brazos—. El dinero es mío. Trabajé. Pasé
mis días enterrada en esa empresa. ¡El gobierno no hizo nada!
—La mayoría de las personas respeta mucho el INSS y sus beneficios, Kim.
El gobierno hará su parte en su debido tiempo —ella frunció la frente y agregó—: O por lo menos debería.
—Tengo que hacer alguna cosa. Tengo que solucionar esto. No puedo
continuar así, viviendo en la miseria. Necesito ropa más formal, necesito pagar el estacionamiento donde dejé el Porsche y colocar combustible en ese tanque infinito, ¿y sabes cuánto dinero tengo? ¡Esta miseria, pero solo mañana porque el dinero
todavía no compensó! —le mostré mi cheque de pago.
Su ceño se frunció.
—La cosa está fea por tu lado, amiga. Puedo prestarte hasta…
—¡No! Tomar dinero prestado es lo mismo que admitir que soy la chica
inmadura que mi abuelo dijo que era en aquel maldito testamento. Tengo que arreglármelas sola, Lily. Soy adulta, inteligente y responsable. Necesito encontrar una solución. Lo ideal sería anular ese maldito testamento, solo que no sé cómo.
No sin denigrar la imagen de mi abuelo. ¡No puedo ni siquiera pagar un abogado para que me ayude a encontrar la salida, caramba!
—¿Por qué no publicas tu auto? Vale una fortuna —ella sugirió.
—¡Tú también! No voy a publicar y ni… —fue entonces que supe lo que
debía hacer. En aquel instante, supe como saldría de esa pesadilla—. ¡Eso es! Liliana Smith, eres un genio. Detente en el primer puesto que encuentres.
Necesito un periódico.
—¡Pero acabas de decir que no venderás tu auto! —Ella señaló, sin entender todavía el plan genial que se formaba en mi mente.
—No venderé mi auto —sonreí—. Alquilaré un marido.

Se Busca Marido (Jb)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora