◇Capitulo: 30◇

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Justin me llevó a un bar súper agradable. Había poca gente comenzando la noche del viernes, lo que me gustó mucho. El ambiente era acogedor, con mesas de madera y bancos tapizados. Había una infinidad de plantas en la decoración, y la suave luz y la música ambiente dejaban todo con un aire más íntimo. Justin pidió cerveza y una porción de polenta frita. Adoré. La comida de bar siempre me volvió loca. Cerca de una hora después, ya había una pila de discos de cartón en nuestra mesa. Justin se volvía muy hablador cuando bebía.
—¿Dónde aprendiste aquella maniobra? Vanessa pareció sentir mucho dolor —comentó con calma.
—Cuando se viaja sola y sin destino, es importante saber una o dos cositas, en caso que aparezca algún gracioso.
Él sonrió.
—Conociste muchos lugares, imagino.
—Muchos. Me sentía libre de esa forma, como si nada me atrapara, pero era solo… una manera de colocarme a prueba. Una especie de desafío, creo. Echaba tanto de menos y siempre terminaba regresando a casa después de dos meses.
—¿Echabas de menos a tu abuelo o tenías a alguien esperándote? —él no me miraba, pero sentí el interés real en su tono de voz.
—De mi abuelo, por supuesto. Nadie nunca me esperó. Nunca quise estar en algún lugar por alguien que no sea mi abuelo Steeven —hasta ahora.
—¿Cómo es eso? ¿Ser libre? —bebió un trago de su bebida.
—Es… como si no existiera cuerpo, solo alma. Permanecer en un lugar durante un tiempo, después continuar sin echar raíces… —entonces me di cuenta que eso no era libertad. Era falta de algo. Algo que buscaba y no había encontrado en ningún lugar del planeta. Algo precioso que encontraba en Justin, cada vez que él me sonreía.
—Parece bueno —él sonrió.
—La verdad, no. Perdí un tiempo precioso que podría haber pasado al lado de mi abuelo Steeven.
Sentí una onda de calor pasar sobre mí cuando él tocó mi mano y la apretó suavemente.
—¿Aún lo extrañas mucho, no?
Asentí.
—Era todo lo que yo tenía. Toda mi familia. Claro que un poco de dinero sería bueno, no voy a mentir, no me ha gustado mucho esa condición de… privaciones. Pero es de él que siento falta realmente. Es él a quien quiero de vuelta.
Él me miró fijamente, los ojos calientes y suaves.
—Creo que tú todavía no has aceptado la muerte de tu abuelo. Parece que aun esperas por él —comentó.
Justin no podía haber acertado más. Esperaba la próxima visita en mis sueños como una niña espera la llegada de Santa Claus.
—Tienes razón. Lo espero. Siempre lo esperaré. No sé bien como vivir sin él.
—Pero tendrás que aprender —comentó, con los ojos en los míos—. Uno de estos días.
No respondí, desvié la mirada y jugué, con la mano libre, con el disco de cartón.
—Y yo quería que supieras que, cuando eso suceda, estaré aquí —continuó—. No necesitas sentirte sola, si no quieres. ¿Entiendes lo que quiero decir, Kimberly?
Lo miré, a la miel  brillantes que casi me cagaban.
—Creo que sí —murmuré.
—¿Entiendes realmente? —Justin insistió, con tanta intensidad que quedé tonta.
—Ah… Creía que sí, pero ahora estoy en duda.
Él puso ambas manos en mi barbilla, como hizo esa tarde en la oficina, pero allí no había nadie para interrumpirnos. Inclinó levemente la cabeza y se acercó lentamente. Sus labios rozaron mi mejilla, después se deslizaron por mi cuello, haciéndome estremecer, hasta alcanzar mi oreja. Yo jadeaba demasiado fuerte, todas las células de mi cuerpo vibraban, los escalofríos eran incesantes. Quería tanto que me besara…
—Hice una promesa el día que nos casamos, Kimberly —él pasó las manos por mi clavícula. Eran tan grandes, me sentía tan pequeña y protegida por ellas—. Una promesa que no puedo romper, incluso queriéndolo hacer desesperadamente.
Giré el rostro levemente, hasta que mi nariz encontró la punta de la suya.
Nuestras miradas se encontraron, y había tanto calor en sus ojos que sentí como si estuviera derritiéndome.
—Bésame, Justin —susurré.
—Kimberly… —él gimió y entonces me besó.
En la boca.
Con lengua.
En cuanto sus labios finalmente me tocaron, agresivos y suaves, una explosión de colores, luces y calor me inundó. Sentí como si realmente flotara, y la única cosa que me mantenía al suelo eran sus brazos a mi alrededor. No estaba esperando aquel tipo de beso. No que fuera a reclamarle, lejos de eso, estaba extasiada con la manera posesiva y urgente como exploraba mi boca, los dedos enroscándose salvajemente en mis cabellos, como si tuviera miedo de que fuera a huir. ¿Cómo podría?
Tuve mis sospechas confirmadas; los labios de Justin eran realmente suaves, mucho más de lo que recordaba, sin embargo eran voraces, hacían preguntas, exigían respuestas, me presentaban una miríada de nuevas sensaciones. Era como si estuviera siendo tocada por un hombre por primera vez. Era tierno y al mismo tiempo feroz, y no quería que se detuviera. Sus dedos me acariciaban suavemente, y su lengua ágil, suave, húmeda, me llevaba al borde de un precipicio, y la caída parecía ser tan placentera como asustadora. Y todo lo que yo quería en aquel momento era bucear en lo desconocido.
—Señores —llamó alguien. El mesero—. Este tipo de comportamiento no es el adecuado.
Justin me soltó pronto, muy pronto y se separó de mis manos.
—Disculpe —dijo él, mientras mi cabeza todavía giraba—. No se volverá a repetir.
El hombre bajito nos observó por un momento, pareciendo no creer que yo compartiera la promesa de buen comportamiento, con toda razón, no la compartía realmente, por eso me lanzó una mirada de advertencia antes de alejarse.
—Yo no debería haber hecho eso —Justin murmuró, pasando su mano por los claros cabellos.
—Debías —objeté, aun sin aliento—.Debías, sí.
—No, Kimberly. No debía. No puedo aprovecharme de ti de esa manera. Tú estás frágil y yo… —él sacudió la cabeza atormentado—. Perdona. Eres hermosa y actué sin pensar.
—Adoré verte actuando sin pensar. Deberías hacer eso más seguido.
Pero él no pareció escucharme.
—Tenemos un acuerdo que excluye cualquier tipo de contacto físico. Tú nunca quisiste eso. ¡Soy un cretino!
—Creo que no has entendido, Justin. Todo cambió…
—Nada cambió —me interrumpió—. Creo que es mejor irnos a casa. Parece que beber a tu lado no es una buena idea —llamó al mesero y pidió la cuenta.
Ah, no se iba a escapar tan fácil…
—Justin, creo que no entendiste lo que yo siento.
Cerró los ojos y suspiró, acabado. Cuando los abrió, estaban afligidos.
—Vamos a fingir que esto nunca sucedió, ¿está bien? —pero él no me miraba a los ojos. ¡Estaba huyendo! ¡Oh, Dios!—. Debería haberme controlado.
Estás tan frágil, tantas cosas sucediéndote, viniendo de todos lados… ¡Es imperdonable! Aprovecharme de ti. Me dejé llevar por el momento. No va a volver a suceder.
—¡Pero a mí me gustó! Y quiero que tú te aprovech…
—Por favor, Kimberly —suplicó, perturbado—. No vuelvas las cosas más difíciles. Ya es bastante difícil controlarme sin ti incentivándome. Vamos a dejar las cosas como están.
Lo miré sorprendida. No porque se rehusaba a besarme otra vez, bueno, por eso también, sino porque quería besarme y creía que no debía. ¡Él sentía algo por mí! Algo que intentaba controlar. Algo que lo hacía tocarme de aquella manera, sostener mi mano y besarme de esa forma escandalosamente caliente y urgente, y después evitar mirarme.
Era algo que yo quería conocer más a fondo. Algo que, quien sabe, quizás necesitara de un pequeño empujón para salir. Y estaba más que dispuesta a empujar.

Se Busca Marido (Jb)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora