◇Capítulo: 55◇

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—Lily, creo que voy a vomitar —me quejé, sintiendo la piel húmeda de sudor.
—No, no lo harás. Todo estará bien. Respira. ¡Sólo respira! ¿Quieres un poco de chocolate para calmarte?
—No.
—Genial. Los necesito para mí.
Mi amiga y compañera inseparable de todos los tiempos se mudaba y estaba asustada. Después del susto de pensar que Lily se había lesionado seriamente esa noche en la mansión, Breno finalmente coloco la cabeza en su sitio y decidió mantener sólo el buceo como un hobby, ir a la galería y convertirse en un hombre casado. Algo que a Lily no le gustaba, la parte del hombre casado, quiero decir.
Pero el rechazo de su solicitud de matrimonio no fue total, así que cuando ella sugirió que simplemente vivieran juntos, Breno tropezó al mismo tiempo. A Bruna, su hermana, no le gustó la noticia, pero él pasaba un poco. Y aún sin formalizar la relación, Lily tenía miedo, a pesar de mentir categóricamente, alegando estar tranquila y muy segura.
Ana estaba un poco desanimada por tener que separarse de su única hija, pero un toque de felicidad se escondía en sus ojos a pesar de que ella lo trataba de ocultar. Yo pensé que tenía que ver con un instructor de gimnasio al que ella y Lily asistían y que ahora hacia horas extras en el sofá de la sala de estar.
—Conseguí un apartamento cerca de tu casa. Es lindo —dijo Lily.
—¡Esto es fantástico! —dije, apretando su cuello.
—Necesita algo de reforma. Oh, Kim —ella negó con la cabeza.
—Todo parece conspirar para que me vaya a vivir con Breno. Él está eufórico. Por no hablar de que vamos a estar a kilómetros de su hermana, esa chismosa, que es una ventajas más —ella suspiró—. Lo mejor de todo es que puedo ir caminando hasta tu casa.
—Eso sí que es ventaja. Nunca podré alejarme de ti.
—No sé por qué no dejo de comer. Debo tener algún gusano o algo. He ganado otros dos kilos esta semana. ¡Dos kilos! Tengo un rinoceronte viviendo en mi estómago.
—O puede ser miedo de empezar una nueva vida con Breno... —sugerí.
—¡No, creo! ¿Miedo de qué? ¿De las personas que se separaron en pocos meses, al igual que mi padre y mi madre? —Mordió otro bombón con impaciencia. No terminó de masticar y continuó—: ¿O que este resentido por haber renunciado a la profesión de guía bajo el agua y que empiece a odiarme? Tal vez me deje después de unos meses y decida ir a vivir a algún lugar paradisíaco, lleno de mujeres hermosas y ligeras de ropa con la piel bronceada y sin un gramo de grasa en el culo —dijo distraídamente.
—No creo que fuera posible —objeté—. Breno siempre prefiere las mujeres con curvas e inteligentes.
—Eso es lo que dice.
—¡Es lo que quiere! —corregí—. ¿No percibiste que dejo sus sueños, sin pestañear para que estén juntos? ¡Breno te quiere, joder! Acéptalo.
Ella sonrió ampliamente.
—Estoy de acuerdo... puedo aceptarlo. —Apretó mi mano, animada, luego examino mis uñas—. Se ve bien en ti. Azul es definitivamente tu color.
—¿Eso crees? —Examiné mi mano.
No quedaba tan mal.
—Decidí dejar el negro por un tiempo. Lo usé durante muchos años, ¿no? —Explique, con cierta torpeza.
Lily me abrazó cariñosamente antes de decir:
—Demasiado tiempo. Es hora de dejar que los colores vengan a tu vida.
Un golpe en la puerta siguió, y pronto la cabeza de Justin surgió entre el marco y la puerta.
—¡Justin! ¿No podías esperar abajo como te pedí? —Lily se quejó, poniéndose de pie y moviendo mi vestido con vigor.
—Lo siento, pero no puedo. Estoy lejos de ella más de lo que puedo soportar
—él sonrió, imperturbable—. Todo el mundo está esperando. ¿Lista? —me preguntó, acercándose.
—No, pero creo que tengo que hacer esto de una vez por todas.
Él extendió la mano para que la cogiera, y fue así agarrada del brazo de mi casi futuro y ex marido y mi mejor amiga en el otro lado, bajé las escaleras de la mansión para hacer frente al grupo de personas que nos esperaba.
Hector había preparado una gran fiesta con el fin de presentarme formalmente a todos los directores, accionistas, empleados y periodistas, como heredera del Conglomerado Jones.
Con un vestido de manga corta de color azul hasta la mitad del muslo y llevando unos malditos tacones altos, me sentía desnuda cuando todos los rostros se volvieron a examinarme. Me quedé helada. Juro que casi vomité cuando subí dos escaleras para el pequeño escenario en la esquina, con Justin a mi lado, y me encontré con el micrófono delante de mí. Yo no podía hacer eso.
No podía.
—Patéales el culo a esos idiotas. —Justin susurró en mi oído, antes de besar mi frente y bajarse del escenario improvisado.
Y de repente lo conseguí. Pensé en el abuelo Steeven, que había desaparecido de mis sueños, y lo mucho que lo amaba, lo mucho que quería haberme despedido de él. Tenía la oportunidad delante de mí.
Aclaré la garganta y comencé:
—Buenas noches. Soy Kimberly Jones, nieta de Steeven  Jones . Muchos de ustedes me conocen desde que tenía cinco años. Yo era esa mocosa a quien el abuelo Steeven corría, pidiéndome no tirar la tarta en la cara de nadie. No sé si todos ustedes están encontrando esta fiesta tan rara como yo. Tal vez lo estén. Una fiesta que reúne a tantas personas del Conglomerado Jones sin el abuelo Steeven es como... como perderse el cumpleaños de un niño o que el novio no se presente en la boda... —sonreí nerviosamente.
Recibí muchas sonrisas complacientes. Encontré a Lily mostrando una divertida mueca, animándome, Breno junto a ella. Hector, Suzana, Janine -Espanador, Inés con sus gafas de tortuga, hasta Joyce, aquella persona dulce, sonriendo me incentivaba. Amaya, en un rincón de la sala, levantó el pulgar y me guiñó un ojo. Paulo me miró con una expresión burlona y para mi sorpresa, los padres de Justin estaban allí, y a juzgar por la distancia entre ellos, Marcus también.
Todo esto ayudó, pero fue el dueño de un cierto par de ojos verdes, de pie junto a la puerta-ventana, con las manos en los bolsillos, vestido sólo con la chaqueta y la camisa, sin corbata, el pelo un poco despeinado, lo que me lleno de certeza. Justin me dio una pequeña sonrisa, torcida, cómplice, que me inundó con coraje y determinación. Le devolví la sonrisa.
—El abuelo adoraba las fiestas —continué mirándolo. Era más fácil pretender que sólo hablaba con él que con toda esa gente—. Decía que eran las noches más especiales del año, podía reencontrarse con viejos amigos y hacer como que tenía treinta años de nuevo. Si él estuviera aquí hoy, estaría riendo, hablando con todo el mundo, escabulléndose a fumar su cigarro escondido. “¡Yo no fumo, Kimberly!” decía con el rostro enrojecido cuando lo pillaba. Y más tarde, después de la fiesta, después de que todos los invitados se habían ido, los dos estaríamos aquí, él pediría un poco de tarta y comeríamos sentados en el suelo, y me preguntaría qué pensaba de su discurso. —Entonces vi toda la escena. Un recordatorio tan real que parecía más como una película. Me vi a mí misma en un pequeño vestido lleno de encajes y lazos, sentada en el suelo con la cara sucia por el glasé. Abuelo a mi lado, con una satisfecha sonrisa, su rostro tan sucio como el mío—. A veces me llevaba a bailar — y allí estábamos los dos, yo de pie, sintiéndome importante y muy mayor con ocho años de edad. Luego, a los quince años, desgarbada y sin coordinación, arremolinándome en los tiernos brazos de abuelo—. Y otras nos quedábamos escuchando la orquesta tocar, apoyándonos uno en el otro, exhaustos —y me vino la imagen de la última fiesta, donde el abuelo, ya sintiendo el peso de la edad, se quedó sentado en una silla, con un brazo alrededor de mis hombros, mi cabeza en su pecho, como si fuéramos a asistir a un concierto. Mi garganta se cerró con los buenos recuerdos—. Lo hemos hecho todos estos años. Digo estas cosas porque quería que todos aquí conocieran al abuelo Steeven como yo lo conocí. El hombre sencillo, decente y honorable, que nunca usó a nadie para lograr el éxito, le encantaba estar a mi lado para ver los dibujos animados en su tiempo libre, insistía en llevarme a la escuela cada mañana, aunque para ello tuviera que posponer alguna reunión importante. Un hombre justo, me regañaba por decir palabrotas, pero que a veces se le escapaba alguna... Un abuelo que me hizo entender que tenemos que respetar las reglas y decir la verdad siempre... —suspiré, todavía unida a los ojos iridiscentes de Justin—. Aunque duela. Un abuelo que era padre, madre, amigo, que se enfrentaba a la pérdida de su hijo y de su hija sin venirse abajo, para que yo pudiera tener un refugio seguro. Imagínense cuánto debe haberle costado, pero así era mi abuelo, siempre poniéndose en segundo plano para que yo pudiera ser feliz. Y yo estaba muy feliz —sonreí, parpadeando, tratando de limpiar las lágrimas de la visión borrosa—. Me comprometo a hacer todo lo que esté en mi poder para convertirme en la mujer con la que soñaba —continué—: Voy a dar lo mejor de mí para que ustedes, accionistas y empleados, estén felices por trabajar conmigo. Me esforzaré hasta un día tomar el lugar de abuelo Steeven honorablemente. Hasta entonces, Hector Simione, al que todos conocemos desde hace mucho tiempo, se mantendrá en esa posición. Por lo tanto, ya que es la primera vez que el abuelo Steeven no está aquí ... de cuerpo presente ... —porque sabía que, de alguna manera, él podía oírme—. Me gustaría concluir diciendo lo que él no se cansaba repetir al final de sus discursos. Beban, coman, diviértanse esta noche, porque mañana, mis amigos, la batalla continúa y todos volveremos al mundo real.
Fui aplaudida mientras tragaba las lágrimas. Escuche a Breno silbar detrás de Lily, amortiguando su “¡Uhuuuu!” Y no pude evitar sonreír. Justin asintió, serio, parecía que iba a estallar de orgullo.
Se me acercó mucha gente para que bajara del pequeño escenario. Los reporteros empujaron micrófonos en mi cara y casi no podía respirar.
—¿Cuándo se dio cuenta de que el abogado estaba conspirando en su contra?
—¿Es cierto que el Sr. Clóvis Hernández está loco por el golpe que se llevó en la cabeza?
—¿Se requerirá una auditoría en todo el Conglomerado para saber si hay otras personas involucradas en el esquema de malversación de fondos?
—¿Fue invitada a posar desnuda en una revista para hombres?
—¿Por qué te casaste con tu ex marido?
Cuando yo estaba finalmente libre, gracias a Amaya y sus formidables codos, traté de llegar a donde estaba Justin, pero no podía. Decenas de directores y accionistas me rodearon, me felicitaban llenándome de preguntas que no sabía cómo responder. Casi tropecé con Mirna y Julius cuando me deshice de ellos. Los padres de Justin me saludaron con abrazos y sonrisas, como Marcus...
—Además de hermosa, también eres inmensamente rica. Mi hermano tuvo suerte—me dio una sonrisa seductora.
Julius le dio una palmada en la cabeza.
—Por favor, Marcus. Me lo prometiste —dijo.
— Lo siento, sólo estaba diciendo que no entiendo cómo Justin se las arregló para conseguir un gato así, pero bien. Y le prometí que no voy a volver al tema de su primer matrimonio, al que no fuimos invitados. No volví al tema, ¿volví? ¿Hay alguien aquí me oyó hablar de la forma en que fuimos excluidos de la boda?
—Marcus—ordeno Mirna, visiblemente avergonzada—. Entendemos todo, Kimberly, no escuches a Marcus. Lo entendemos y no estamos enfadados —me aseguró.
—¡Una mierda que no! —El chico se quejó.
Julius suspiró.
—Lo importante es que todo valió la pena para ti —dijo.
—Que están felices. Nunca vi a Justin tan feliz. Lo haces bien, querida
—sonrió.
—Él también me hace muy feliz. Mucho, de hecho. Uh... ¿Dónde está? —Me estiré, tratando desesperadamente de encontrarlo.
—Justo ahí —señaló Mirna.
Allí estaba él, hermoso como siempre, rodeado de hombres en trajes, con Hector a su lado gesticulando sin parar. Hector estaba muy emocionado y siempre que tenía la oportunidad narraba como “vio la muerte de cerca.” Por la cara aburrida de Justin, estaba repitiendo la historia de nuevo.
Justin me pilló mirándole, o tal vez yo estaba comiéndolo con los ojos, que era mucho más probable, y sonrió seductoramente, viniendo en mi dirección, pero unos pasos más tarde fue detenido por agentes de los árabes. Uno que ayudó a probar las travesuras de Clóvis. Casi podía oír su suspiro de frustración, incluso a varios pasos de distancia.
Volví a Marcus.
—Pero dime, Marcus, ¿ya está bien tu pie? Tu hermano me dijo que has sentido unas cuantas punzadas.
El niño abrió una enorme sonrisa.
—¡Duele como el infierno! El Dr. Olenka me hizo algunas pruebas, y piensa que la inflamación se redujo entre las vértebras y los nervios se están reconectando. Tal vez en dos o tres años voy a estar caminando por ahí, así que si deseas posponer la boda para tener más opciones... —guiñó un ojo.
—¡Amigo, eres un dolor en el culo! —reí.
—Lo sé —se enderezó el cuello—. Todos dicen lo mismo.
—Kimberly, el personal de Abu Dhabi quiere hablar contigo —Amaya anunció en tono de disculpa con una sonrisa a la familia de Justin por la interrupción.
Los ojos de Marcus la estudiaron arriba y hacia abajo. Dos veces.
—Olvídalo —le advertí.
Me despedí de la familia... mi nueva familia y seguí a Amaya, tratando de llegar a Justin, pero, antes de que pudiera encontrarle, me pare a hablar con los oficiales árabes, mi mejor amiga en el mundo apareció en mi frente.
—¡Ah, Kim! —Lily envolvió sus brazos alrededor de mi cintura—. ¡Te veías tan hermosa! ¡Estoy tan orgullosa de ti! Ni una gota de vómito en la audiencia.
¡Arrasaste, chica! —se echó a reír.
—¿Estuve bien? ¿En serio?
Ella se puso seria de repente.
—Fuiste encantadora, Kim. No tienes ni idea de lo orgullosa que estoy de ti. Creo que... —sus ojos almendrados brillaban, húmedos— creciste.
—Ya era hora, ¿no?
—Pues sí —me abrazó con tanta fuerza que apenas podía respirar.
Yo también estaba orgullosa de mí y de todo lo que había logrado, pero no podía haberlo hecho por mí sola. Justin envió a la policía una serie de informes que demostraban la cantidad de dinero había sido desviado a un banco en Suiza, en nombre de Telma Hernández, esposa de Clóvis, que al parecer no tenía conocimiento de los negocios turbios de su marido. Fue invitada por la policía para dar algunas explicaciones, pero Justin pensó que no tendría ninguna complicación seria, ya que era una parte.
Vanessa también tenía bastantes problemas por ayudar con el plan de Clóvis. Ella también tendría que dar explicaciones a la policía, y sobre todo al Consejo de J&J, que no estaba contento con lo que había pasado y la despidieron.
No me opuse. ¿Lógico no? Todavía tenía que ajustar cuentas con esa chica. Por eso le sugerí, y sin ninguna malicia, que fuera trasladada hasta el sexto piso, sala trece, hasta que los directores decidieron que se haría. El horror estampado en su cara mientras salía de la sala de juntas y se dirigía hasta el sexto piso, casi me dio pena. Casi.
Clóvis tenía bastantes problemas. Además de la amenaza, la malversación y la eliminación de documentos, se le sumaba cargos por intento de asesinato. Hector decidió visitarlo, gran hombre, Hector, y se quedo un poco triste al ver a su viejo amigo comportándose de forma atípica. Clóvis exigió un sacerdote para confesar sus pecados, balbuceaba sin cesar “El fin está cerca” y Hector se disculpó una docena de veces. Loco, fue la palabra que Hector usó para describirlo, pero tenía mis dudas. Tal vez Clóvis incluso se había vuelto loco, pero yo sospechaba que era todo una escena, un golpe muy inteligente para no ir a la cárcel. Ya sabes, no puedes confiar en un abogado...
Después de recibir lo que era del abuelo Steeven, yo no sabía qué hacer con todo, invité a Hector para dirigir las empresas, permaneciendo en el puesto que fue del abuelo, al frente del Conglomerado Jones hasta que pudiera aprender todo, lo que llevaría décadas. Él se resistió un poco, pero al final se inclinó ante mi insistencia y la de Justin y aceptó el cargo. Sin embargo, me convertí en un miembro de la junta después de que Justin presentara el proyecto de fidelización de los clientes sobre la base de mi idea de intercambio de embalaje. Por supuesto que era él quien había hecho casi todo, especialmente gráficos y hojas de cálculo, pero no quiso presentarlo como suyo y dijo que había sido idea mía. El proyecto fue aprobado, el material promocional con la nueva campaña de fidelización estaría en las calles pronto.
Amaya se convirtió en mi brazo derecho en la empresa. Ella estaba radiante, y mucho de eso fue debido a Paulo, quien finalmente había reunido valor y le pidió ir a ver una película. Ella no me podía decir cuál era la película que vieron juntos.
Finalmente se aprobó el aumento de sueldo que yo quería, incluso ahora que no lo necesitaba más. Tuve el placer de ver muchas caras felices por los pasillos de J&J.
Fueron muchas cosas buenas. Yo estaba feliz con todo lo que había hecho, que había sido capaz de reanudar las riendas de mi vida. Después de haber conquistado a Justin irremediablemente.
Me gire para verlo en la gran habitación llena de gente, pero cada vez que trataba de acercarme a él, algo me llevaba en la dirección opuesta hasta que lo perdí de vista. Me quedé atrapada con los árabes mucho tiempo, por lo que si actuase rápido, tendrían que amputarme ambos pies, que estaban empezando a en gangrenarse en los talones. En la primera oportunidad, me di una escapadita, todavía en busca de Justin, pero él no estaba en ninguna parte.
Salí por la puerta lateral de la sala y entré en el jardín, me quité los zapatos y los pies se hundieron en la hierba fresca, sintiéndome aliviada. Miré a la mansión brillante y bulliciosa, llena de vida otra vez. Dentro de unas semanas, esa casa seria redecorada y habría cientos de niños corriendo por todos lados. Sonriendo alegremente. Al abuelo le hubiera gustado eso. La Fundación Steeven  Jones  estaba a punto de venir a la vida. Y gracias a ella, cientos de niños y jóvenes tendrían la oportunidad de estudiar y mejorar en algunas áreas, en caso de que, ya sabes, algún día tuvieran que hacer hojas de cálculo, por ejemplo, y no confundirlo con el código de precio. Ese fue mi mejor proyecto, y Justin me había apoyado y me había ayudado en todo, como yo sabía que lo haría.
Por otra parte, Mazé estaría a cargo, y era imposible describir su entusiasmo para cuidar de esos niños. No me podía imaginar a nadie mejor para el trabajo.
Todavía podía oír la reproducción de música cuando me senté en uno de los bancos de madera en el jardín. La canción de Frank Sinatra penetró los gruesos muros de la mansión, trayéndome un millón de recuerdos felices. Cerré los ojos y no me sorprendió en absoluto, el abuelo allí, a mi lado, sonriendo.
—Yo sabía que ibas a encontrarlo —dijo satisfecho.
Le sonreí.
—Por lo menos ahora sé que habías cambiado de opinión sobre desheredarme.
Él inhaló profundamente.
—Nunca quise hacerlo. En realidad no. Yo estaba demasiado enojado cuando Clóvis escribió ese testamento ridículo. Dicho documento no era válido, no debería haber sido registrado, pero Clóvis lo hizo sin mi conocimiento. Tú me conoces, Kimberly. ¿De verdad pensaste que yo sería capaz de ser tan estricto contigo?
¡Nunca lo fui!
—¿Qué pasa con las cartas? ¿Cómo consiguió Clóvis esas cartas?
Él negó con la cabeza.
—Fue un golpe de suerte de Clóvis. De hecho, yo quería verte en los pasillos de J&J, siempre quise ver a mi nieta en una de las empresas, siempre y lo sabías.
Yo quería estar ahí para ayudarte, pero debido al aneurisma no sabía cuánto tiempo tenia. Yo era mayor —se encogió de hombros—. Tenía miedo de que no poder ayudarte como me hubiera gustado y deje algunas cartas a Inés, en el caso de que yo faltara. Se las entregó a Clóvis tan pronto como me fui, sin saber que estaría ayudando a ese hombre a engañarte.
—¿Recibiste algo? —pregunte emocionada.
Él sonrió, y un destello de diversión apareció en sus ojos.
—Cuando llegue el momento adecuado, Kimberly.
—Insististe en que le contara todo a Justin porque sabias que él es un Sherlock Holmes disfrazado como administrador de empresas.
El abuelo se rió.
—Justin es muy perspicaz. ¡Un chico de oro! No podías haber elegido un mejor hombre.
Suspiré.
—Pensé que nunca volvería a verte —murmuré.
—¿Y perderme tu primer discurso? ¿Qué tipo de abuelo crees que soy? —Él fingió indignación.
Sonreí levemente. De alguna manera, yo sabía que era la última vez que lo vería. Tal vez fue el brillo de sus ojos, o la pequeña mueca que mostraba preocupación, pero él se estaba yendo. Para siempre esta vez.
—No sé cómo decir adiós —balbuceé, lágrimas obstruyendo mi visión.
Sus ojos azules se volvieron aún más suaves.
—No es definitivo, Kimberly. Yo siempre estuve a tu lado, y siempre lo estaré.
—¡Oh, abuelo! —me gire hacia él, sosteniéndome en su cintura y enterrando la cabeza en su pecho. Luego sonrió, extendió la mano, esta vez era caliente como antes, casi en llamas, y me tocó la cara. Y sentí su toque. Sentí los pliegues de su piel, su calidez. Pasó el dedo por encima de mi nariz, me obligó a levantar la cabeza, como solía hacerlo cuando era una niña, y luego puso su mano en mi mejilla.
—No hay más grande que el amor de un padre por su hija, a pesar de que no sea biológicamente suyo —él sonrió. Feliz. Sonrisa llena—. Te quiero, Kimberly, como tu abuelo, como tu padre. Un amor absoluto, que nunca muere, incluso cuando el cuerpo se extingue.
—Te amo, abuelo —solloce.
—No es el final, Kimberly. Es sólo un comienzo. El comienzo de una nueva era. Yo estaré por aquí. ¡Nunca lo olvides! Voy a estar por allí, preguntando: ¿Qué estará tramando ahora?
Me reí entre lágrimas.
—Siempre has sido mi mayor activo —sonrió—. Trata de mantenerte alejada de los problemas y se feliz.
—Lo prometo. —Cubrí la mano que descansa sobre mi mejilla con la mía, absorbiendo todo lo que me ofrecía. La paz, la comodidad, el amor. Estaba llena de amor puro de ese momento—. Voy a hacer todo lo posible para hacerte un abuelo orgulloso. ¡Lo juro!
—Pero Kimberly... —abrió una gran sonrisa y me besó en la frente y los labios eran cálidos y suaves como siempre— ¡Ya lo estoy! —Como una explosión de estrellas, una luz cálida me envolvió, me obligó a cerrar los ojos, calentando mi cuerpo y mi corazón antes de disiparse, dejando paz en un lugar cálido.
Cuando abrí los ojos todavía húmedos, estaba sonriendo. Yo sabía que no había nadie a mi lado, pero no había estado sola. Esta vez, no tenía ninguna duda.
Mi abuelo había estado allí. Fue un sueño o cualquier otra cosa incomprensible, que no me importaba. Yo sabía que él había estado allí conmigo, y eso era suficiente para mí.
Me sentía bien, feliz, con más experiencia, viva. ¡Adulta! En ese momento me sentía preparada para cualquier cosa, sentí que podía manejar lo que sea que la vida me reservaba. Sonreí, levantándome para ir de nuevo a la fiesta y buscar a Justin, pero no llegué muy lejos. Pasé por la puerta de la cocina con calma y empecé a correr tan pronto como me vio.
—¡Rápido! Vamos a huir antes de que nadie se dé cuenta de tu ausencia —rodeó mi cintura, hundiendo la cabeza en mi cuello—. Estuviste increíble en el escenario.
—Creo que estaba verde. Cosa horrible de ver. Pero como no le vomite a nadie, creo que lo hice bien.
Detuvo las caricias de mi cuello y levantó la cabeza.
—Estuviste muy verde. ¡Y una belleza indescriptible! Pero te advierto ahora.
Si nuestro matrimonio es como hoy, la gente llevándote lejos de mí todo el tiempo, me veré obligado a secuestrarte y casarnos, solos los dos, sin nadie que nos moleste, en una apartada isla en algún lugar del mundo ¡Y poco importa lo que otros piensan!
—Ah, Justin, dices las cosas más agradables... pero Lily y Amaya me matarían si huimos. Ambas están enloquecidas con la boda. Llenan mi cabeza porque no quiero volver a opinar sobre cualquier cosa, el color de las servilletas, el tipo de flor que prefiero...
—Espero que esto no es un signo de falta de interés o que has cambiado de idea —dijo con el ceño fruncido.
—Tengo cosas mejores que ocuparme —pase los brazos alrededor de su cuello— ¿Y de verdad crees que aún tengo esa alternativa? Después de todo, ¿realmente piensas que puedo ser feliz sin ti alrededor?
—Y pensar que la felicidad era un anuncio en el periódico... —sacudió la cabeza fingiendo consternación.
—Y yo, que sólo quería recuperar mi vida, terminé esa historia con dos bodas a mi espalda. ¿Quién podía imaginar que iba a encontrar el amor de esa manera...?
—Ah, yo lo sabía desde el principio. Sabía que eras la mujer que amaría hasta el final de mis días cuando vi la fotocopia de tu culo —bromeó, manteniéndome a salvo en su pecho musculoso—. ¿Cómo no caer en el amor con una chica descarada como tú? ¡Sólo si estuviera loco!
Era difícil describir mi estado de euforia. Era como sentir, todo al mismo tiempo, sólo que multiplicado por diez. Miré a Justin, quien sonrió apasionado, haciéndome promesas silenciosas de una vida plena. Sólo le había prometido al abuelo que haría lo posible por ser feliz, y allí estaba yo, agarrando mi oportunidad.
En este momento, tal vez porque yo todavía estaba pensando en él, de la nada, una pequeña mariposa, azul, floto a nuestro alrededor. Una, dos, tres vueltas antes de descansar en mi antebrazo. Justin miró fascinado, y yo... bueno, lo miré con otros ojos. Ya no estaba asustada. Me reí ante la idea de lo descuidada que fui. “Yo estuve siempre a tu lado”, dijo el abuelo. Ahora entendía.
—No estoy tramando nada —le susurré a ella.
La mariposa abrió las alas azules, y, si eso no es imposible, me apostaría que ella se estaba riendo. Luego voló, tocó la frente Justin entonces la mía, como si fuera una bendición, y desapareció en la oscuridad de los arbustos.
—Esa fue una señal —dijo Justin—. No es la primera vez que una de ellas se cruza en nuestro camino.
—Tampoco será la última. —Sabía que lo haría. ¡Muchas, muchas veces!—. Ahora mejor explica tu plan para sacarme de aquí —y hundí los dedos en su pelo suave.
El brillo en sus ojos me cegó por un segundo o dos.
—¿Hablas en serio? Por qué, en el momento que ponga el plan en acción nada podrá detenerme —amenazó.
Pegué mí frente a la suya.
—Te escucho, amigo...
Sonrió ampliamente, cogiendo mis zapatos, que estaban olvidados en el suelo, los puso en mis pies, sus dedos se demoraron un poco en mis piernas, se enderezó, poniendo un brazo en mi espalda y uno en mis rodillas, acunándome en su regazo.
—En primer lugar, vamos a salir de aquí. Dejé el coche en el garaje ya preparado. No sé por qué sentí que podríamos tener que salir corriendo —él sonrió, malicioso—. Así que, cuando estemos a salvo en nuestro apartamento, te voy a mostrar el resto de mi fenomenal plan.
Pasé mis brazos alrededor de su cuello, sosteniéndome, y se rió, pero alguien gritó, llamándome:
—Justin, suelta a Kimberly. Ahora —ordenado Amaya—. Ella tiene que hablar con los periodistas. ¡Ellos han estado esperando por horas!
Él la ignoró, presionándome con fuerza. Me temblaban las piernas, flojas en el aire. Uno de mis zapatos se cayó.
—Mi zapato... —murmuré.
—Te comprare una docena de ellos —me prometió, más acelerado.
—¡Justin! —Amaya trató de llegar a nosotros—. ¡La necesito sólo un minuto más! ¡Pon a Kimberly en el suelo, por favor!
—Lo siento, Amaya. Pero necesito a Kimberly en este momento. ¡Es una cuestión de vida o muerte! —continuó corriendo por el césped hacia el garaje.
—Tienes a Kimberly para el resto de la vida, ¿Por qué tanta prisa? ¡Juuusssttiinn!
Yo reí, acomodándome en su amplio pecho, mirándolo a los ojos con adoración.
—Para el resto de mi vida. Que destino más cruel el mío —y, sin dejar de sonreír, se inclinó para besarme.

Fin.

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BUENO CHICAS ESTE ES EL FIN DE LA NOVELA!! ESPERO QUE LES AYA GUSTADO. GRACIAS POR LEER Y VOTAR 💗💗💖💖❤❤

Se Busca Marido (Jb)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora