Caperuza.
La vida me a transformado en Caperuza, e sido igual de ingenua que ella y e seguido el sendero al abismó.
E guiado la perdición a mi destinó, y e olvidó mi principal propósito al entretener me hablando con extraños.
Entre dos senderos frente a mi, uno tan obscuro y tenebroso, Digno de una película de terror; Otro sumamente tranquilo y lleno de florales.
E decidido ignorar mi razonar y e seguido el camino contrario mandado por las voces.
Un prado llenó de distintas flores, desde Dragones, Daisys, Girasoles, Margaritas y Orquídeas; Hasta Claveles, Valerianas y Rosas.
E conocido al señor Lobo, las voces me han mandado a correr lejos de él; pero no les escuche.
E llegado a casa de mi abuela con la canasta repleta, pero solo la vi muerta, me di la vuelta encontrando me con el Lobo y este me atacó. Segundos después el cazador llegó por los ruidos y lo mató.
Agradecida con el cazador le abracé.
Mataron al villano y ahora somos felices por siempre.
Realidad:
Ignorando las voces de súplica que atormentaban mi cabeza todo el tiempo, me encamine a mi destinó.
Tenía dos caminos a tomar, las voces suplicaban con fuerza que por mi bien no tomara aquel caminó llenó de rosas. Pero decidí ignorarles y seguir mujer caminar.
Encontré a una pequeña cría de lobo; esta era juguetona. Acaricié su lomo y Sobé sus orejas. La mire, y decidí agarrar mi navaja para cortarle la garganta.
Me abastecí apuñalándole hasta que mis atuendos se marcharon de rojo.
Las voces me suplicaban detenerme, suplicaban que le dejase vivir en paz.
Yo soló quiero matar.
Guarde la navaja en mi canasta y seguí mi camino hasta aquella casa. Entre sin avisar y cuando vi a mi abuela sentada tratando de descansar...
Me acerqué por atrás con mi canasta llena de útiles y le di a su vida un final.
La sangre teñía el suelo.
Gotas rojizas en el suelo que tomaban formas de ángeles...
Mis ropas estaban totalmente teñidas en rojo por la sangre. Sangre de mis padres, hermanos, un lobo, y una anciana.
Escuché un gruñido y vi un enorme lobo, este me atacó, hubiera muerto si el cazador no hubiera llegado a dispararle.
Agradecida con el cazador decidí abrazarle, y apuñalarle por la espalda repetidas veces.
Me senté a horcajadas sobre él cuando calló al suelo y me comí sus ojos.
Todos estaban muertos y yo tenía su sangre en mis ropas eternamente.