O al menos eso creí...
Pensé que verla así me daria una satisfacción mucho más grande que mi poder, pero pronto note que eso nunca fue así.
Sus ojos no eran la vida, ella lo era. Yo no envidiaba el brillo en sus ojos, envidiaba su habilidad de tener vida aún cuando entre los muertos caminaba.
No odiaba su mirada, nunca la odie. Odiaba el hecho de que ella tuviese la vida que yo hace tanto tiempo deje de tener.
Odié con cada parte de mi ser el instante en el que la luz se hizo oscura y el infierno se hizo mecha en ti. Odié cuando sentí como si fuera mi culpa el haber soplado muy fuerte en la llama vivaz de fuego en ti y haberla extinto; Más me alegra saber que eso nunca fue posible.
Sigue en ti, la vida sigue en ti. Tal vez no tan fuerte como antes, pero esta regresando y juro que para quedarse.
Un muerto no puede enseñarle a la vida, lo que la vida misma es; Pero la vida puede enseñarle a un muerto el como ser revivido aún en el infierno.
Admito aquí, en esta carta tan culposa que, aún cuando no hubieses tomado mi mano, yo te hubiese sacado de aquel lugar sin pedir nada a cambio. Por que, representas para mi no solo lo perdido, si no lo que puedo aprender a entender.