Pasaron días hasta que volviste a ser el de antes.
Pasabas jugueteando y empujándote con tus compañeros cuando doble al pasillo. Me acomodé en un costado aferrada a las tiritas de mi mochila negra. Y de nuevo el ya conocido palpitar desenfrenado.
Pero esta vez te sostuve la mirada. No puedo ocultar lo que siento.
Fue al vicio. No me miraste.
Pude notar que otro de tus compañeros me estuvo observando hasta que baje la vista llorosa y apenada.
No me importó.
No me importa otra mirada que no sea la tuya.

ESTÁS LEYENDO
Miradas
RomansaA veces las miradas dicen más que todas las palabras de amor del mundo. Así se comunicaban. Con miradas. No se conocían. No sabían el nombre del otro. No sabían sus edades. Nunca hablaron. Solo las miradas, el contacto visual que hacían los ojos mar...