Regina

La Verdad y sus Secretos.

En Storybrook, Belle cargaba a la pequeña Emily, dando pequeños saltitos para calmarla, pues empezó a llorar como si no hubiera un mañana. Debe extrañar a su madre, pensó, a pesar de que sea una horrible persona.
Ariel volvió de Neverland, pidiéndole que la guíe hasta Eric. Se emocionó ante el reencuentro, siempre amó los finales felices.
Mientras la pareja feliz de besaba, notó en el cielo, a lo lejos, un navío volador: el Jolly Roger. Regresaron.

Toda la ciudad corrió a saludarlos. Gritando y aplaudiendo. Celebraban el regreso de los héroes y el rescate del niño. Bajaban del barco, alegres ante su bienvenida, admirando el humor del pueblo que parecía amarlos enormemente. Hasta Leroy olvidó lo gruñón que era y saltaba emocionado. Abrazaban al rescatado, y luego a los héroes. Mientras tanto, Regina bajó del navío, intentando ignorar al pueblo como la ignoraban a ella, seguida por Rumplestilskin. A nadie parecía importarle su regreso. Ella se apresuró a llegar a Belle, a quién le agradeció para después tomar a su bebé.

«Hey, mi pequeña luz. Mami te extraño» dijo sonriendo con un tono infantil.

«Espera.» la detuvo Belle cuando estaba a punto de alejarse. «Ten. Alguien estuvo insistiendo con sus llamadas, buscaba a una tal Roni» dijo encogiéndose de hombros y pasando el teléfono a la mujer, quién se aferraba a su hija como si su vida dependiera de ello.

Tomó el celular, tragando en seco. Ese era el asunto pendiente que tenía. Más tarde llamaría a Henry. Era importante, sí. Pero ahora mismo tenía a otro Henry entre manos, que siempre sería más importante. Siempre. Especialmente ahora, que todos aceptaban a todos y nadie dejaba a nadie. Agradeció otra vez y se alejó de Belle, que pronto estaba en los brazos de Gold.

Se quedó con su niña, intentando ignorar en vano al pueblo feliz. Estaba incómoda allí, fuera de lugar. Veía a Snow reencontrándose con Ariel. A Wendy Darling con sus hermanos. Al pueblo con sus héroes. Ella intentaba concentrarse en su hija y hacer como siempre, mostrar que todo estaba bien. Pero era más difícil ahora que pasó un año sin necesidad de ello, un año sin sentirse excluida. Claro que antes importaba, pero la carga era menor, ya estaba acostumbrada.

«Admito que por un momento pensé que nunca íbamos a volver» dijo Emma, abrazando a Henry con un solo brazo.

«Pero lo hicimos» agregó David, con Snow bajó un agarre, quién en ese instante notó a la decaída morena, alejada de todos, excepto de la bebé.

«Y se lo debemos a ella» levantó la voz, para que Regina la escuché mientras la señalaba con la mirada fija en ella. La mujer miró a todos, frunciendo el ceño, impactada. Sin saber que hacer o decir. «Regina ayudó a salvarnos a todos».

Su mirada pasaba por cada uno de los habitantes. De Belle a Rumple, de Rumple a Granny, de Granny a Grumpy, de Grumpy a los Charmings... Los otros seis enanitos... Se detuvo en Henry y luego en Emma. Todos excepto sus compañeros de viaje se veían tan impactados como ella o más. Tanto por su presencia como la del bebé que sostenía en brazos. No le sorprendió en absoluto. Lo que sí lo hizo fue la mirada llena de simpatía de David. Ellos se llevaban como perro y gato, y ahora parecía que todas sus palabras odiosas se evaporaron en el aire.

Con el tiempo, todos se fueron hasta que nuevamente quedaron los viajeros y seres más queridos. Regina hablaba con Emma, quién no paraba de dirigirse a Emily con voz infantil, que divertía gratamente a la morena. A pesar de lo que Emma podía no creer, ella veía en la rubia una gran madre. Claro que nunca lo iba a admitir en voz alta. Entonces escuchó un llamado.

«¡Mamá!» gritaba un hijo al lado de Félix. «¿Qué hay de Félix? Él merece un castigo».

Todos se dirigieron hasta ellos. Regina, con paso y voz altanera, tomó las riendas de la situación. «Henry tiene razón. No podemos sólo dejarlo ir».