Abuelo.

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Emma se sentaba, llevando los ojos hasta atrás de su cabeza y apoyado su mandíbula en sus brazos. Hacía oídos sordos a los argumentos de su madre, quién no paraba de insistir en que debería conocer a su "abuelo". Emma dejó explícito el "no" en el momento en el que le cantó las cuarenta al animal al cual Snow llamaba padre.

La rubia no tenía ningún interés en relacionarse con Leopold, especialmente después de su historia con Regina. Su cabeza sólo tenía lugar para pensar en la morena y en las millones de maneras—la mayor parte, utópicas— para arreglar el desastre que causó en la vida de su amiga, y, mayormente, para volver a ser su amiga.

Del otro lado del pequeño loft, conversando en la cama del matrimonio de la familia, estaba David teniendo tiempo de calidad con su nuevo suegro. El rey se mostró ligeramente decepcionado de saber que su hija se casó con un pastor, pero hizo su mejor esfuerzo por esconderlo. A pesar de eso, David lo notó, al igual que también se dió cuenta de que Snow tenía muy altos estándares sobre su padre.

Lo escuchó hablar por horas sobre ser un rey correcto, un padre perfecto, y un esposo ideal.

A veces, Emma llegaba a otro punto en ignorar a Snow y se concentraba en la conversación de esos dos. Por lo que, al escuchar eso, no pudo evitar pensar que esa fue la mayor mierda que haya oído. ¿"Esposo ideal"? Un buen esposo nunca le haría a su mujer lo que ese bastardo le hizo a su morena. ¿"Padre perfecto"? Disculpen que sea ella la que debía dar un poco de realidad al asunto, a falta de Regina, pero Snow era... es una mocosa malcriada. La princesita de papá.

Casi rió al pensamiento. Pero la constante charlatanería de la mujer la amargó de nuevo y su expresión entretenida volvió a ser una harta.

Luego estaba Henry. El jovencito se paseaba por la cocina, preparando todo para su madre. Según Emma, ella se sentía mal y se encerró en su mansión. No dijo nada más. Pero Henry no era estúpido, sabía que el regreso de Leopold la deprimió y arruinó su final feliz.

Henry, como parte de tal final feliz, tenía la obligación y el derecho de ser la tierna sorpresa que toca la puerta de mami para subirle los ánimos.

Observó e inspeccionó la canasta por unos momentos, intentando ver si faltaba algo. Chocolate, películas de ciencia ficción —sabía que su madre preferiría esas—, té de tilo... Ahora tenía una duda.

«Emma» la llamó y la rubia parecía felizmente aliviada de desaparecer de esa "conversación con Snow". «¿Mamá prefiere vino tinto o blanco?».

«Yo que tú, pongo ambas, pero ¿qué haces?».

«Bueno... No era como si pudiera buscar en internet "Qué hacer si tu ex esposo muerto vuelve del pasado e intenta arruinar tu final feliz", así que... Improvisé» se encogió de hombros y Emma le regaló una sonrisa de orgullo por ser el hombrecito educado en el que se había crecido.

«¡Henry!» Snow se preparó a objetar. «Él no va a arruinar su final feliz».

«Ahora no, mamá» le advirtió Emma, esperando que el nombre la calmara, como siempre.

Sin embargo, el tema de su padre parecía ser demasiado delicado para que la carta de "mamá" funcionara.

«No, no, Emma. Tengo que decir esto» levantó la voz, llamando la atención de los dos hombres que se acercaron. «Él es mi padre, tu abuelo. Le debes un poco de respeto. Él no es algún dragón que debas matar o un villano que vencer. No es el enemigo, es el hombre más bondadoso, amable y generoso-» fue cortada por un sonido de burla que emergió de la garganta de Emma.

«¡Ese hombre "bueno y generoso" mató a su propio recién nacido sólo porque te quería a ti como su heredera! No te atrevas a relacionarme con él» escupió con desdén, con sus ojos clavando con el rey, asesinamente.

ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora