El Monstruo y la Hermandad.

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A/N: decidí empezar a usar divisiones, por el bien de la narración y mi cordura. Sí, ha pasado un tiempo ya, lamento haber tardado tanto.
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Cuando despertó, notó que ya no estaba en casa, ni siquiera en la mansión. No, estaba en un estúpido barco que lo mantenía alejado de su familia por un problema de su madre. Lo que se preguntaba era por qué fueron allí si podían ir con Regina. Garfio le caía bien, medianamente, pero ser su amigo y vivir con él eran cosas completamente diferentes.

Extrañaba a su mamá y aún tenía una canasta anti-rupturas que entregar. Salió a cubierta, descubriendo que nadie había despertado todavía. Estaba solo. Quizás era el momento ideal para visitar a su mamá.

Emocionado por la idea, corrió a buscar la canasta. Pero cuando estaba a punto de abandonar el barco, un cuervo se posó en su hombro. Antes de intentar espantarlo, reconoció algo atado a su tobillo. Era un mensajero. Y por sus pintas podía adivinar que pertenece a su madre.

Leyó la nota y se desinfló. Regina no quería verlo.


Regina seguía completamente destruída. Bueno, a excepción de sus hijos y Hen. Su peor pesadilla volvió de entre los muertos, su tan aclamada alma gemela era un bastardo, y la persona por la que tenía sentimientos raros, en lugar de su alma gemela, la traicionó.

La morena extrañaba a Henry a más no poder. Casi lamentaba haber mandado esa nota. Pero no lo hacía. Ella no estaba en un estado emocional en el cual quisiera que Henry la vea. Mientras pueda proteger a su principito de sí misma, lo haría. Además, sabía que Emma, sin importar que tan detestable la mujer sea en esos instantes, iba a proteger a su hijo.

Debería estar de camino a la comisaría pero no estaba de humor para cruzarse con Emma. O peor, Leopold. Así que mandó a Henry en su lugar mientras ella se consolaba con la pequeña Emily.

Empezaba a notar cambios en el aspecto de su bebita de casi un año. Los ojos azules brillantes que la caracterizaban junto con la piel tostada se volvían más oscuros. No podía darle un nombre a ese color. Pero podía suponer que era celeste tirando a marrón, casi verde. Regina no tenía idea de porqué sucedía aquello. Quizás era simplemente el desarrollo de la niña.

Regina estaba alimentando a Emily cuando Hen regresó con Zelena. La bruja con el brazalete de Pan y las esposas, y Henry con la llave para liberarla en el bolsillo.

«¡Hermanita!» la saludó Zelena con falsa alegría. «Tanto tiempo, ¿te hiciste algo en el cabello?».

«Buenas tardes, Zelena» rodó los ojos mientras se dirigía a la cocina a revisar la comida. Cuando volvió, Zelena y Henry se habían acomodado en el sofá. «Si estás aquí, debo suponer que aceptaste mi oferta».

«No tengo mucha opción, ¿no crees?» replicó la pelirroja sarcásticamente.

«No, sí la tienes. Conozco muy bien el camino de la soledad y la venganza, y créeme, cuando a uno le dan a elegir entre el enemigo y la muerte, se elige la muerte» sentenció. Henry la miraba boquiabierto, mientras que Zelena sabía exactamente a qué se refería. «Y tú elegiste una alianza con el enemigo. Claramente no me odias tanto como quieres creer», ante eso Zelena bufó. «Tal vez no estés lista para aceptar que me quieres como familia, pero yo sí».

«¿Tú sí?» la pelirroja la miró incrédula.

«Siempre quise tener una hermana» sonrió la morena. «Quizás nuestro comienzo...y nuestra historia...fue un poco turbia, pero podemos cambiar nuestro futuro. Después de tus continuas amenazas de muerte, Zelena, créeme...créeme...cuando te digo que, aunque me cueste, quiero que seamos familia».

ReginaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora