Capítulo 3: ...y guardaré su secreto. Lo juro.

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Como habíamos dado nuestra palabra; ahora nos encontrábamos en la casa de Lucia. Habíamos llegado alrededor de las 8 A.M. Para preparar un pequeño desayuno sorpresa. Subíamos las escaleras alfombradas de color rojo, con dos charolas de comida. Cuando la peliroja exclamo.

- ¡diablos! ¡se me olvidaron las servilletas y el servicio! – reí divertida por el gran susto.

- Tranquila. Entramos sin hacer ruido, dejamos las bandejas sobre el buro y vamos por lo que nos faltó ¿vale? - asiento y caminamos tranquilamente por el pasillo. – ah... y se me olvidaba. ¡deja de espantarme! – la regañe y soltó una gran carcajada.

Al entrar a su habitación, ella se encontraba durmiendo de una manera tan pacifica, tranquila y en paz; que se me erizo todo el bello de la piel. Nunca había sentido una sensación tan extraña, era como si tuviera miedo de algo muy malo. – definitivamente ya estaba perdiendo la cabeza. – salimos de la habitación al dejar las bandejas en su lugar.

- Momento. tú, te quedas con mi tía y yo vuelvo en seguida. –

- Ehh... está bien pero no tardes. – mi guiño su ojo y se fue dando pequeños brincos. Sí, algunas veces parecíamos niñas de 8 años.

Abrí la puerta con mucho cuidado y la cerré de igual manera. La espera se estaba haciendo eterna y mi paranoia crecía a cada minuto, entonces, comencé a mirar todos los cuadros que tenía de la familia en la habitación y al llegar a uno en donde estaba ella y mi amiga, sonreí. Se veían muy felices.

- ¿Qué haces? – Lucia, me sorprendió con su voz dulce pero igual me hizo brincar del susto.

- Lo siento, yo solo observaba todos los retratos... - me comencé a acercar pero sentí que algo choco contra mí, me pue más nerviosa de lo que ya estaba y seguí avanzando sin importar nada. Hasta quedar parada a un lado de su cama, porque ese algo que sentía no me impidió avanzar más.

- Tengo hermosos recuerdos y todos retratados pero los que más guardo, son los que llevo aquí. – se tocó el lugar del corazón, guardando unos minutos en silencio. – te quiero pedir un favor. – añadió.

- Por supuesto. Usted diga y yo lo hago. – sonreí de manera amplia.

- Quiero descansar y necesito que me ayudes a hacerlo. – fruncí el ceño, ya que, no sabía de lo que estaba hablando y comencé a sentir miedo.

- No tengas miedo, por favor, debería estarlo yo. No tú. – dijo divertida. Intente decir algo pero no podía encontrar mi voz. – Solo te pido que me ayudes a llegar arriba, ya estoy muy cansada y no puedo seguir en este mundo. – no sabía porque decía estas cosas, aunque sabía que se estaba despidiendo de la vida y al fin pude encontrar mi voz.

- No digas eso, te lo pido. Usted es joven y estoy segura que se va a recuperar y... --  

- Tengo una enfermedad terminal y estoy muy contenta por todo lo que he vivido, sé que                tengo 35 años, pero ya me encuentro muy cansada y no quiero llegar a un lugar malo. – sin              importar ese presentimiento, la tome de la mano, mire directos a sus ojos para decirle. 

- Vuelvo a insistir, que no digas ese tipo de cosas. Porque estoy segura que usted tiene un lugar en el cielo... usted es una buena persona. Lo veo en sus ojos, por eso le pido que no diga tonterías. – soltó una risa y asintió con su cabeza. – pero aun no entiendo el por qué dice este tipo de cosas. –

- Jade, es la persona más importante de mi vida. Desde que llego al mundo; la he querido y aunque, siempre viví con el miedo de no estar a su lado. Dios me permitió hacerlo.

La Hija del Portador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora