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Fue solo un segundo. En algo tan corto como un parpadeo, algo tan trivial y efímero; pero fue suficiente para ser tan notable y desencadenar consecuencias.

Me gustaría decir que no me tiemblan las rodillas de ver ese semblante serio en su rostro, que soy capaz de avanzar a paso firme y sin vacilar. Me gustaría pensar que estamos frente a frente para poder ir a una cita. Me gustaría.

-Comenzó a nevar. -dice mirando al cielo y evitando cualquier contacto visual. Casi quiero llorar de lo hermoso que se ve con la chaqueta que le di como regalo.

Narices rojas, tiritantes del frío. Ojos que no se encuentran con los míos; los míos que se mueren por no recibir una mirada llena de lástima.

Y así en el frío inicio del invierno, siento calidez; una tan ardiente y consumida. Cuando el fuego está en su apogeo hay que tener cuidado porque esta vez, sin duda, quedaré con cicatrices.

-Si. -logro decir.

-¿Te podrías apresurar? -mete una mano a su chaqueta y con otra sostiene un sobre.- Es un poco vergonzoso que me hayas citado para terminarme.

No hay duda. Está enojado.

Yuta...

-No quiero eso, Yuta. -es apenas audible, pero es mi voz. También meto mis manos a mi abrigo. El frio se hace cada vez más presente.

Chasquea su lengua y gira la cabeza. Decir que luce molesto es muy poco. Su pierna tiembla, bien podría ser por el frío, pero sé que es porque él es un impaciente de primera. Su impaciencia me golpea a cada movimiento, ¿tanto quiere librarse de mi?

-No tengo tiempo para esto.

En dos segundos me lleva la delantera; pasa de largo a paso rápido sin siquiera mirarme por el rabillo del ojo. El segundo que me debato entre seguirlo o quedarme, él ya ha cruzado la calle. Sin pensarlo me cruzo la calle, escuchando el sonido de un claxon y ganándome la primera mirada de Yuta; mirada que al comprobar mi estado es alejada de mi y llevada al camino.

-¡Yuta! -lo llamo una y otra y otra vez. Solo continua caminando, dejándome atrás. Yo no debería de estar corriendo tras de él, yo debería estar corriendo hacia él.

Dios, a cada paso mi pecho duele, mis piernas tiemblan y el sentimiento de perderlo se hace más fuerte.
Justo ahora si quisiera que me observe demasiado para que sepa que hay algo mal, quisiera que se detuviese y me preguntara qué demonios está mal conmigo para poder decirle que lo único bueno en mi es él.

Al llegar a su casa, siento que me ahogo, que el aire no es suficiente y que mi cabeza duele aun más. No hay rastro alguno de esas marcas verdes y moradas que habían en la mañana, fueron cubiertas con maquillaje, aun si cada vez que pasaba un dedo o una brocha por el lugar afectado éste doliera.
Toma el picaporte con hostilidad, pero no abre la puerta.

-¿No tienes nada que decir? -pregunta con la cabeza baja y sin girarse.

-Necesitamos hablar, Yuta. -limpio mi nariz. El frío mezclado con mis emociones hacen que mi nariz gotee.

-Solo hazlo ya. -gira el picaporte.- Solo di que terminamos y listo.

Su voz se carga de enojo, de pesar y de decepción. Quiero hacer que me vea a la cara, pero no creo que sea buena idea tocarlo; todo su cuerpo luce tenso y a la defensiva. Doy un par de pasos para llegar cerca de él, unos peldaños abajo, no quiero incomodarlo.

La verdad no sé ni que quiero decirle.

-Yuta... Yo no. -expulso aire por la boca cuando las nieve pasa de ser un par de copos a vario cientos de ellos.- No quiero terminar. Quiero que me escuches. -sus hombros se tensan al termino de mis palabras.

[ Don't be so rude ] [ yuta ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora