ALEXANDRE
Los días se convirtieron en semanas.
No me imaginé que la familia Dunne tuviera tantos problemas, como una hipoteca a medio pagar y la deuda del préstamo estudiantil de su hija, mismos que debían cubrirse con el poco sueldo que Jacklyn ganaba al mes. Y eso sin contar la falta de algunos documentos importantes y contratos firmados con cláusulas capciosas.
Mi estadía en Londres se extendió más de lo que a mí me hubiera gustado. Si bien al principio agradecí el tiempo para pensar que eso me proporcionó; cuando por fin aclaré mis ideas y le di forma, tanto a mis sentimientos por Monique, como por Merybeth, maldije cada día extra que debía quedarme en Inglaterra.
No me malinterpreten, estar con TJ me resultó agradable. El tiempo compartido con ese bonachón fue un respiro de oxígeno puro entre esas aguas legales en las que me vi ahogado. Sin embargo, ni su presencia vivaracha lograba que dejara de pensar en mi chica y en lo que debería estar pensando.
El problema fue que no tenía cara para decirle que lamentaba hacerla pasar por esto. No me atreví a colmarla de mensajes diarios debido a que no me sentía con el derecho de hacerlo después de desviar sus llamadas y no devolvérselas. Yo en su lugar estaría furioso.
Así que comencé con frías frases que después transformaría en recordatorios más románticos. Pero como sus respuestas eran igual de escuetas, supuse que su enfado iba en aumento y que, lo menos que debía hacer, era solucionar las cosas cara a cara.
La amistad que forjó Merybeth con TJ me sirvió para monitorearla a través de este último. Si bien no podía tantear sus sentimientos hacia mí, al menos sabía que estaba viva.
Ya no volví a entrar en la cabeza de Sinclair por tanto tiempo. Mis sueños a veces se entremezclaban con lo que yo creía era su realidad, pero solo fueron vistazos fugaces que no me permitieron saber si su odio hacia ella seguía siendo tan profundo.
Cuando me resigné a esa rutina temporal, vino el caos. No supe lo dependiente que era de las conversaciones de TJ hasta que pasaron horas sin que Merybeth le respondiera. Por supuesto que me preocupé. Ella no solía tardar tanto, si acaso una hora o dos, pero en todo el día mi amigo no recibió respuesta.
Poco antes de que dieran las tres de la mañana, decidí intervenir. Si estaba furiosa conmigo, lo más probable es que no me contestara el teléfono, por lo que marqué desde un número infalible.
No hubo respuesta.
Entré en pánico. A menos de que estuviera dormida, cosa que dudaba porque allá apenas serían como las diez de la noche, no veía motivo por el cual entraran las llamadas y ella no atendiera. O bueno, sí lo veía, pero no quería pensar en la posibilidad de Sinclair en Canadá.
De no haberme contestado al tercer intento, habría ido al aeropuerto. Volví a respirar al saber que estaba bien, aunque esa paz no duró demasiado si consideramos que discutimos.
En fin, Merybeth no era una chica que entendiera de razones a la primera. No quiso escuchar mi advertencia y hasta apagó el celular.
Los días que siguieron a nuestra pelea telefónica fueron los peores. TJ ya no quiso ser mi cómplice; alegó que nada más estaba perdiendo el tiempo y que lo que debería hacer era volver. Seguí mandándole mensajes a la escocesa; unos recibían respuesta, otros no. Y mis pocas visiones de Guildtown desaparecieron por completo; por lo que ya no podía estar seguro de si Graham seguía en su pueblo o ya estaba en otro sitio.
Para el final del mes decidí volver así mis asuntos estuvieran inconclusos. Traté de poner en orden lo más que pudiera con el abogado que llevaba el caso; aunque se veía como un buen tiburón, no quería que se fuera a aprovechar de los Dunne.
ESTÁS LEYENDO
Redención [Saga Doppelgänger]
Paranormal«Merybeth, por ahí dicen que somos la suma de pequeñas cosas. Nuestro presente, quienes somos, no es más que la acumulación de momentos efímeros que parecieran insignificantes, pero que no lo son. ¿Qué tanto modifica tu destino un beso en Roma? Me c...